En 1938 llegó a Cajeme el joven Raúl Rivera. Venía de Sinaloa como muchos paisanos suyos que desde Guasave, El Fuerte y otros pueblos sinaloenses arribaron a Ciudad Obregón en la década de los treinta para contratarse en alguno de los muchos empleos que se estaban creando en este valle floreciente.
Un día después de su llegada el jovencito de 16 años ya estaba trabajando. Su patrón era el norteamericano Federico Meinhart, propietario de una gasolinera ubicada en la esquina de la calle Durazno (5 de Febrero) y Zaragoza.
“El gringo era buena persona, luego luego me dio trabajo”, recuerda.
Ocho años después de su llegada, Rivera aprovechó la facilidad que se le ofrecía para abrir su propia gasolinera y buscó un lote donde establecerla.
Lo encontró a orillas de la ciudad, en la esquina de Nicolás Bravo y 5 de Febrero, una cuadra al Sur del establecimiento de Meinhart.
“Pero aquí todo era monte, no había ni una casa, esto estaba despoblado y parecía lejos de la ciudad”, comenta.
En 1946 inició sus operaciones la Gasolinera Raúl Rivera y desde entonces no ha dejado de dar servicio, convirtiéndose al paso de los años en uno de los negocios de su tipo más confiable para los miles de automovilistas que circulan por estas calles que Raúl Rivera conoció hace 69 años.
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