El caso de Martha Beatriz Avilés por desgracia es uno más de los muchos que suceden en México:

Ella es una humilde mujer que trabajó dos años como cajera en la Plaza Ley del centro (Miguel Alemán y Galena) y un día, para hacerla pagar un error ajeno, la despidieron de su trabajo sin ningún miramiento.

Le decían que cobró mal un artículo, como si hubiera estado de acuerdo con el cliente para que éste pagara menos.

Pero ella refutó la acusación: El código de barras registró el precio final, ella no; por lo tanto, el error estaba en el código de barras.

Su argumento no importó, había que correrla para que otros aprendieran la lección.

Sólo le ofrecieron 3 mil 700 pesos de liquidación, cantidad ridícula a pesar de sus dos años de trabajo y del modesto sueldo de 97 pesos diarios que ganaba por ocho horas diarias en la caja. Un salario promedio de 1 dólar la hora.

Como no aceptó la liquidación, vinieron las presiones.

"Me hostigaron todos, supervisores y el gerente, para que aceptara el error y la liquidación pues no podían aceptar que el error pudo haber sido de quienes no actualizaron los precios", comenta.

Martha acudió a la Junta de Conciliación y Arbitraje. Ella sola, porque a las empleadas del sector comercial les está prácticamente prohibido sindicalizarse y además los dirigentes obreros siempre se entienden bien con los grandes comerciantes.

La diferencia entre lo que le ofrecen y lo que marca la ley laboral no es mucho, apenas unos cuantos miles de pesos.

Pero para la poderosa empresa Ley es demasiado.