En estos días hemos sido testigos de varios acontecimientos cuya difusión mundial muestran crudamente el tipo de la época que vivimos.
Cuando miles de estadounidenses salieron a las calles a celebrar que hayan matado al terrorista Bin Laden, no pude menos que recordar escenas similares que se sucedieron en algunos países árabes cuando las torres gemelas de Nueva York fueron derribadas, hace diez años, sin importarles que con ellas hayan muerto miles de personas.
¿Qué le pasa a la humanidad que celebra la muerte del enemigo y que se extasía con la venganza? ¿Qué tipo de barbarie es esta que permite que gobiernos enteros se avoquen a el asesinato, por todos los medios posibles, con la casi única condición de que no se hagan públicos? El odio se ha extendido y ha cegado a las gentes que en un estado de confusión generalizada solo atinan a reaccionar irreflexiblemente a los estímulos.
Hasta los códigos de guerra, esos que le daban cierto sentido de civilidad a la máxima expresión de la barbarie, han sido rebasados.
Hace poco soldados de México hicieron lo mismo en Cuernavaca, con un delincuente famoso que al intentar ser detenido fue acribillado, lo que al decir de los enterados en esas cuestiones justifica la acción, pues se resistió, sin embargo lo que fue injustificable fue el trato que dieron al cadáver y la difusión pública de las fotografías del acto. Los gobiernos que permiten todo esto, como lo han denunciado algunas personas, al hacer esto, se colocan en el mismo nivel de los delincuentes y terroristas que dicen combatir.
¿Qué nos indican estas cosas? Que el enfrentamiento entre gobiernos, grupos armados y entre individuos se ha generalizado, a tal nivel que ya no quedan muchos espacios de convivencia fuera de ese contexto. Todo se vale por conseguir dinero y supremacía sobre el otro. Al paso que vamos pronto la situación será de “todos contra todos”.
Cuando los gobiernos analizaron la segunda guerra mundial, una vez que esta finalizo, les quedo claro que uno de los factores del triunfo fue la disponibilidad de petróleo, por lo que muchas de las cosas que han pasado desde entonces se relacionan con la lucha por obtenerlo, por controlar los yacimientos y las rutas por las que se transporta, en una tácita aceptación de que una tercera guerra mundial tarde o temprano se volverá a repetir, en una lógica perversa que pareciera decir, “si no podemos evitarla, preparémonos para cuando se inicie”. A pesar de que el petróleo, tarde o temprano se va a acabar.
El mundo se convulsiona por las guerras que, desde entonces, no han dejado de pelearse en muchas partes, algunas simultáneamente. Los países se estremecen por la frecuencia de los terremotos, huracanes, epidemias nuevas, tsunamis, tornados, etc., produciendo en sus habitantes sensaciones generalizadas de confusión por no entender bien a bien porque están pasándoles esas cosas. Sin embargo es difícil de pensar que un pueblo sea destruido por castigo divino si fue construido en la costa de un mar con una falla geológica, en la falda de un volcán o en el cauce de un arroyo, el sentido común nos dice que si bien los fenómenos naturales se siguen presentando, tal vez con más frecuencia o intensificados por los cambios climáticos, sin que sepamos bien a bien todo el contexto, pero lo que está claro es que si se producen más muertes es también porque hay mas gentes por todos lados.
Sin embargo, es evidente que de seguir las cosas como van es inminente un colapso generalizado, varias catástrofes nos acechan y sin embargo no se les da la importancia debida.
Hay un antiguo adagio proveniente de la Grecia clásica, aquella en la que convivían los más grandes filósofos de la humanidad con la pléyade de dioses que formaban el Olimpo y que dice: “Cuando los Dioses quieren castigar a los hombres primero los confunden…”.
Y eso es precisamente lo que hay por todos lados: confusión. La ambición, confunde el progreso con la acumulación. El odio confunde los sentimientos. El deseo confunde la pasión con el amor. La mentira confunde la fantasía con la realidad, la venganza confunde cualquier cosa con la justicia, Etc.
Lo notorio del caso es que flota en el ambiente de estos años una especie de catastrofismo que se aceleró cuando iba a llegar el año dos mil y ha retomado nuevos bríos para cuando llegue el 2012. Por medio de películas, libros, programas de televisión, etc., se ha alimentado el inconsciente colectivo con la certeza del próximo “fin del mundo” valiéndose de muchas profecías que tratan el tema. El último episodio asegura que las profecías mayas dan la fecha de diciembre del 2012 para ese acontecimiento tan temido. Sin embargo los que hemos estudiado el calendario maya sabemos que los ciclos de dicho calendario, al ser sincronizados con el calendario nuestro indican varias fechas diferentes entre si.
Había dos métodos de contar el tiempo en el sistema vigesimal maya, el método clásico (más completo y antiguo) y el método más reciente, simplificado, casi contemporáneo con la llegada de los españoles. En el primero, se utilizaban los Baktunes ( periodos de 400 años) y en el mas nuevo solo los Katunes( periodos de 20 años).
El inicio de la cronología del tiempo entre los Mayas es el 10 de Agosto del año 3113 A. C., (equivalente al nacimiento de Cristo entre nosotros) y está organizado en periodos de 13 Baktunes, es decir un poco mas de 5,128 años cada serie de 13. Esto significa que el fin del Baktun 13 es el 12 de Noviembre del 2010, sin embargo por las correcciones que ha sufrido nuestro calendario esa fecha corresponde al 21 de Diciembre del 2012 y de ahí el porque se dice que en ese día “se va a acabar el mundo”. Pero si analizamos en método maya más reciente y mucho mas simplificado en el que la fecha del fin de ciclo es precisamente el katun 13 ( la serie de 13 es de 260 años) , la fecha ya no coincide. Dicho ciclo en la cronología maya que estaba en uso cuando la llegada de los españoles corresponde al año 2043 y no al 2012.
De manera que, cuando pase ese año, alguien buscara una nueva fecha para seguir alimentando la imaginación de los que se sienten testigos del fin del mundo sin considerar que en las actuales condiciones –sin hacer nada al respecto- se trata de testigos ausentes, y la confusión, mientras se siga generalizando, tarde o temprano producirá el colapso de la actual civilización, de la que seguramente, surgirá una nueva cultura, pero no “el fin del mundo” en el sentido literal de las cosas.
A todo esto hay que añadirle que si seguimos aplicando la lógica de la venganza en la que lo más importante es el “ojo por ojo”, nos pasara lo que predijo Mahatma Gandhi: “por el camino del ojo por ojo, tarde o temprano el mundo entero estará formado por ciegos…”
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