Hace unos días una joven mujer conducía su automóvil por la calle Michoacán al sur, justo enfrente de las instalaciones de la USSI.
Iba ella dentro de su carril, cuando una patrulla salió intempestivamente de la USSI y al dar vuelta invadió el carril por donde conducía la mujer, alcanzando a rozar con la patrulla el automóvil de ella, que resultó averiado del espejo retrovisor externo.
Afortunadamente fue un incidente menor, pero la muchacha, que no tuvo responsabilidad en el accidente, debió pagar la compostura del espejo porque el policía, apoyado por los agentes que se encontraban en el lugar, dictaminó que la responsabilidad era de ella.
Este incidente es menor comparado con lo que está sucediendo cada vez con mayor frecuencia en las calles de Ciudad Obregón donde los automóviles de corporaciones de seguridad son conducidos de manera imprudente por elementos que se amparan en su condición laboral para cometer infracciones al reglamento de tránsito.
Y los incidentes suelen tornarse en accidentes mayores como el ocurrido este martes en las calles Sufragio Efectivo y No Reelección donde dos personas perdieron la vida al chocar una camioneta Suburban con un camioneta del Ejército.
Historias similares han ocurrido con las patrullas de la corporación estatal que circulan por las calles citadinas con exceso de velocidad, y por lo general los ciudadanos que se ven involucrados en estos incidentes llevan todas las de perder aunque sean inocentes.
El conducir a gran velocidad sin necesidad de hacerlo es una conducta típica de policías y otros elementos de seguridad que se sienten por encima de la ley y del ciudadano común. Es una de las expresiones más comunes de prepotencia y abuso del poder.
En parte esto es causado por la estrechez mental de agentes que tienen poca formación profesional.
Pero también se debe a la estrategia ya conocida por inoperante de las autoridades policiales que ordenan estos operativos espectaculares, con varias patrullas que llevan sirena y luces encendidas, sólo con fines de imagen.
Para que la población piense que las fuerzas de seguridad pública están siempre vigilantes y recorriendo todos los rincones de la ciudad.
Este engaño cada vez nos va a costar más caro a los ciudadanos, no sólo porque nosotros pagamos a las fuerzas de seguridad, sino por los accidentes que van a seguir provocando de persistir esta actitud poco profesional y prepotente.