Los rostros de Cajeme
Aureliano R. Candelas
Martes 21 de Junio de 2011

Se ha anunciado con bombo y platillo que Cajeme tendrá un nuevo rostro, una estrategia política diseñada desde el Nuevo Sonora para levantar el polémico Gobierno Ciudadano, con miras al proceso electoral del 2012 que para el PAN está cuesta arriba.

Pareciera un adelanto al Segundo Informe de Gobierno, donde se destaca las múltiples inversiones que intentarán levantar la marca albiazul, que salió muy golpeada por el movimiento opositor al acueducto para llevar agua a Hermosillo.

Bienvenidas las obras que generan empleo  y que convierten a Obregón como una ciudad moderna. Ya veremos si el mensaje permeó más allá de la clase política, pero sobre todo, si convenció para revertir un segmento importante de la opinión pública.

Sin embargo, frente a ese optimismo que generan los números, está el otro rostro de Cajeme, que como el dinosaurio de Monterroso sigue intacto, como son las muestras de intolerancia hacia al derecho a disentir en varios espacios de la escena pública.

Ahí está el Itson, donde ya comenzaron las “purgas” de maestros que se han atrevido a cuestionar el rectorado de Gonzalo Rodríguez Villanueva, que  al igual que su antecesor, opta por eliminar a la disidencia, como es el caso de Roberto Celaya Figueroa.

Pareciera que no hubo aprendizaje de las agrias experiencias que dejó un rectorado similar a los años que duró el papado del beato Juan Pablo II, quien también desterró el movimiento de la Teología de la Liberación encabezada por el brasileño  Leonardo Boff.

Otro ejemplo es lo que pasa al interior del sindicato de burócratas, el Sutsac, donde por cuestionar el desempeño de su dirigente José Pérez y compañía, el empleado Alvaro Jocobi le quitan sus derechos sindicales y evitan así que participe en una de las planillas.

En su afán de reelegirse por interpósita persona, el líder sindical ha recurrido a métodos nada conciliadores contra este empleado de Central de Maquinarias, que por defender sus derechos lo castigan en contubernio con la Dirección de Recursos Serranos, que poco o nada tiene de Humanos.

Y como cereza del pastel del ambiente podrido en que transita la vida pública en Cajeme está la los saldos de la lucha sórdida que sigue sin terminar y no se avizora buen puerto, de quienes están a favor o en contra del proyecto Sonora Si.

Pareciera que desde ambos bandos se quiere monopolizar la razón, donde no hay espacio para la tolerancia y la construcción de acuerdos, lo que en el fondo implica no reconocer o despreciar el valor que tiene el otro, simplemente porque piensa diferente.

Son los aprendices involuntarios de Inocencio III, el papa más poderoso que reinara en el Vaticano y Europa en el siglo XIII, autor del Derecho Canónico, pero también de  la Santa Inquisición, misma que utilizó para eliminar a todo aquel que estuviera en desacuerdo con su doctrina.

En su libro El sueño de Inocencio, el escritor Gerardo Laveaga describe cómo este papa logró, en nombre del poder de la Iglesia, institucionalizar la comunión, la confesión, lo que se debía o no creer, y criminalizar el pecado y las desviaciones de la fe. El pensamiento unidimensional fue su obsesión.

A casi mil años de distancia de este personaje, desde los círculos de cualquier poder se intenta institucionalizar la intolerancia como método o para no irnos tan lejos, de revivir los tiempos de “la dictadura perfecta”, concepto del nobel Mario Vargas Llosa para describir al sistema político mexicano en la era del PRI.

Se presumen mucho de obras para la convivencia familiar, pero no basta con maquillar el rostro  y que la ciudad luzca bien. Se ocupa también cultivar la tolerancia, el respeto y la inclusión entre los ciudadanos, para que ese nuevo rostro sea la fiel expresión del nuevo espíritu que se necesita hoy en la sociedad cajemense. Es cuanto.

 

 

 

 
 

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