Aquél insensato que diga que no cree en Dios, es porque no tiene ningún amigo. Los amigos son el regalo más bonito que Dios, nuestro mejor amigo, nos pudo haber dado a pesar de todos los errores y tonterías que cometemos. Los primeros amigos que debemos tener son los familiares, lo que es lógico pues son los regalos más cercanos que Diosito, nuestro mejor amigo, puso a nuestra disposición; los demás amigos vienen a ser un doble regalo pues al no tener ningún vínculo de sangre o parentesco, su amistad viene a ser más espontánea y desinteresada.
Hay muchas frases ya hechas sobre la amistad, pero considero que las vivencias que nos dan los amigos son infinitas, por lo que debemos de lograr nuestras propias conclusiones sobre este tesoro que está en nuestras manos en todo momento.
Como dije en el primer párrafo, nuestros primeros amigos deben ser nuestros familiares en general, desde padre, madre, hijos, hijas, hermanos, hermanas, primos, primas, tíos, tías, sobrinos, sobrinas y parientes políticos (aquí sí cabe el mencionar separados los dos sexos, pues las relaciones son especiales con cada uno de ellos). En México gracias a Dios todavía vivimos el concepto de familia extendida, lo que pone a nuestra disposición a un montón de amigos.
Considero que los padres debemos tratar a nuestros hijos como amigos desde que nacen, e incluso antes de que nazcan, pues estos amigos requerirán de nuestra ayuda desinteresada durante su periodo de formación, y qué mejor que apoyarlos como amigos toda la vida. Adicionalmente, ellos nos apoyarán cuando lo requiramos si es ese el ejemplo de amistad que nosotros les dimos.
Recordemos que nuestra pareja primero fue nuestra amiga, antes de decidir convertirnos en cónyuges; si tuvimos una buena amistad con ella, las probabilidades de que nuestra vida marital sea de por vida son muchísimo más altas. Dicen los que tratan el tema de la alta tasa de separaciones que se dan actualmente, que esto se debe principalmente a que las parejas no se conocen adecuadamente y por ende se forman diferencias irreconciliables.
En momentos difíciles no creo que haya alguien más solidario con nosotros que nuestros hermanos y hermanas; nos podemos pasar la infancia “peleando” por tonterías, pero cuando uno de ellos se encuentra en problemas, el otro o la otra, harán lo indecible por ayudarle. Bendita amistad es la hermandad.
Un tipo de amigo al que es difícil aceptar es aquel al que llamamos enemigo; no es juego de palabras, pero los “enemigos” pueden ser muy buenos amigos de nosotros, pues nos ayudarán a tomar decisiones para bien de todos, déjenme me trato de explicar. Un “enemigo” nos puede atacar para hacernos daño, en nuestra opinión, pero recordemos que nada de lo que viene de fuera puede dañarnos, solamente lo que sale de nosotros. Así, al reaccionar ante ese “ataque” aprenderemos algo nuevo, y si dentro de ese aprendizaje se incluye la capacidad de perdonar, entonces nuestro amigo enemigo nos enseñó algo invaluable.
Cuando entre amigos se interponen elementos ajenos a lo natural, entonces la situación se puede poner muy triste; uno de esos elementos no naturales es el dinero, causa de la ruptura de muchas amistades que debieron ser eternas.
Uno de los enunciados más tristes que he escuchado sobre este aspecto es el de Ronald Reagan cuando era presidente de los Estados Unidos, él dijo: “Los Estados Unidos no tienen amigos, tienen intereses”, y muchos de sus correligionarios le aplaudieron sus palabras. Creo que este enunciado explica totalmente por qué los Estados Unidos es el país que vive en la peor de las soledades en estos momentos y desde hace mucho tiempo.
También algunos se aíslan pues sólo pueden tener como amigos a los que piensan como ellos, “si piensas en rojo eres mi amigo, pero si lo haces en amarillo o en azul, no puedo aceptar tu amistad”, entonces estamos hablando de intereses no de amigos. Hay que considerar esto.
Pues bien, la amistad se presta a muchas meditaciones, pero es mejor que sea causa de muchas acciones, como por ejemplo buscar a tus amigos para convivir con ellos y estrechar esos lazos de amistad que deben ser indisolubles. Aun cuando tus mejores amigos ya no estén físicamente contigo, platica con ellos, como yo lo hago con mi amigo-hermano Luis todos los días, a pesar de que hace ya tres años se separó físicamente de nosotros.
Termino con el mismo enunciado que inicié: Aquél insensato que diga que no cree en Dios, es porque no tiene ningún amigo.