Prometieron que iban a cuidarlas, que las usarían sólo para perseguir a los enemigos de la ley sin escatimar esfuerzo. También prometieron que no las usarían para pasear a una bella dama o para lucirse ante los vecinos.
Todo eso prometieron los policías de los años cincuenta cuando les dieron las primeras radiopatrullas de Ciudad Obregón. ¡Igualitas que las de las películas americanas!
-"Aquí, patrullero Rodríguez, comunicándose a la base, regitro un sospechoso en el callejón de las Pichoneras... brincó hacia la Miguel Alemán..."
Así fueron los reportes de esa época y lo demás también es fácil de imaginarlo.
Radiopatrullas para perseguir delincuentes comunes. Raterillos, pendencieros, borrachos. En agosto, pizcadores que osaban entrar al primer cuadro de la ciudad... Borrachos que alteraban el orden público... Rebeldes juveniles con o sin causa...
Un día sirvieron para vigilar y reportar a la base los movimientos de los contreristas que amenazaban con la estabilidad del partidazo... Oh, qué tiempos. Pasaron los años, desaparecieron esas radiopatrullas y sus celosos conductores. Y el partidazo sigue aquí.