La ciencia ha demostrado que lo que se conoce como instinto maternal o amor materno, está contenido en los genes de los animales. Son esos comportamientos que se transmiten de generación en generación los que permiten la sobrevivencia de las especies.
"Es la atención de los productos una vez que ya nacieron, su limpieza, los cuidados inminentes a lo que es el parto, posteriormente la lactancia, todo lo que es la alimentación y algunos mecanismos de defensa que puedan tener las crías", comentó Felipe Rodarte, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM.
"El comportamiento maternal si bien persigue en todas las especies lograr que los críos lleguen, digamos a la independencia de la madre, ya los detalles como se expresa varían enormemente entre las especies", dijo Gabriela González, del Cinvestav Tlaxcala del IPN.
En el caso del ser humano, este instinto maternal explica el que, sin más ciencia que su sentido común, las mujeres ayuden a sus hijos a crecer y desarrollarse.
"Es un instinto con el que nace la madre para atenderlos, mientras que el padre tiene que aprender a ser padre, y para que la madre pueda lograr esta función tan importante que es la supervivencia de esa especie, pues está dotada de un equipo biológico muy específico", expresó Feggy Ostrosky, del Laboratorio de Psicofisiología de la UNAM.
Uno de sus principales instrumentos es la oxitocina, conocida como la hormona del apego, la cual se libera masivamente para ayudar a expulsar al feto durante el alumbramiento, y que promueve una sensibilidad extrema en los sentidos, principalmente el oído y el tacto.
"Las frecuencias del llanto del bebé son detectadas en la madre con mucha más certeza que por el padre. Otras características son, por ejemplo, el tacto, las madres generalmente tocan a los bebés mucho más y se ha visto que ya nacemos con esta capacidad", indicó Ostrosky.
Los investigadores también han encontrado que la maternidad produce en la mujer resistencia al estrés, mejora de la memoria y capacidad de orientación, lo que facilita su labor de protección. Pero no todo está dado. Tan importante es el instinto como el aprendizaje.
"Todo el instinto tiene también un porcentaje de perfeccionamiento en el comportamiento y eso es por la experiencia adquirida del animal, o sea, no nada más es instinto, también va practicando el comportamiento y conforme va aprendiendo va perfeccionando ese comportamiento", afirmó Rodarte.
En el caso de la mujer, este aprendizaje no sólo viene de la experiencia de un parto, comienza desde la infancia.
"Este proceso de aprendizaje consiste en que los padres traten bien a los hijos, con amor, con cariño, les den estructura, estructura significa que los escuchen, que los respeten, que les pregunten, que les den sentido de la vida, para que ellos cuando crezcan deseen tener hijos", manifestó Jorge Pérez, del Centro de Atención Psicoterapéutico Para Mamás, AC.
A esto se suma la educación propia de la cultura occidental, que adjudica a la mujer todo el peso de la procreación.
"Para poder ser mujer hay que ser madre, si no, no eres mujer, o sea, tu definición como mujer te la da el que seas madre, entonces esto nos plantea una predisposición cultural a la maternidad", agregó Elsa Muñiz, de Ciencias Sociales y Humanidades de la UAM Azcapotzalco.
Este factor explica por qué en la actualidad, muchas mujeres deciden ser madres sin estar enteramente convencidas.
"No por ser mujer necesariamente necesitas ser madre, porque para ser madre hay que tener la capacidad de dar", concluyó Pérez.
Así, lo primordial no es la edad o la circunstancia, sino el deseo genuino de procrear.
Fuente: OnceTV
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