Con la reciente muerte de Capulina “Rey del humorismo blanco”, no se puede uno sustraer de comentar algo al respecto, pues no creo que haya alguien entre las edades de 10 a 100 años que no haya visto alguna actuación de este artista cómico.
En lo personal, una vez que llegué a los 15 años, cuando inicié mis estudios de preparatoria, le perdí interés a su humor pues se me hacía demasiado simplista; aunque no dejaba de ver sus actuaciones junto a Viruta en el programa Cómicos y Canciones. Una vez que se separaron entonces sí dejé de seguirlos pues para mí era la pareja la que al complementarse uno con otro tenían la comicidad deseada para pasar un rato de humor sencillo…. y blanco.
Atrás de ellos, o mejor dicho a su lado, estuvo siempre el escritor Chespirito, que hacía posibles las situaciones ridículas en que se metían, situaciones que se han explotado en el teatro desde sus inicios con los griegos; confusiones, malos entendidos y el recurso del pastelazo y similares que creo que inventó o por lo menos popularizó Charles Chaplin, o quizá fueron los escritores de la pareja Gringo-Británica de “El Gordo y el Flaco” (Laurel-Hardy) y que tanto nos hicieron reír a quienes los veíamos en películas blanco y negro y algunas de ellas mudas.
Dirán los lectores que me fui hasta el “Año de la catota”, pero el punto es que el humor siempre ha sido una puerta de escape para los avatares de la complicada realidad que tanto se ha complicado últimamente. Desgraciadamente esta complicación también ha llegado al humorismo, pues ahora eso de “humorismo blanco” ya no existe, ahora tiene que ser un humorismo grotesco e insultante que ha llegado a niveles verdaderamente insoportables.
En Estados Unidos, para variar, por ahí de la época de los 70’s algunos cómicos decidieron no respetar los lineamientos establecidos que prohibían el uso de las “four letter words”, es decir las leperadas, en escenarios públicos, cosa que les valió la aceptación y aplauso de una juventud deseosa de librarse de las cadenas moralistas de los adultos, recuerden que se estaba viviendo la época hippie, símbolo de una liberación mal entendida que nos ha llevado en gran parte a la situación actual de falta de valores positivos, abuso de sustancias dañinas a la salud y a la mente. Todo esto, producto de una situación político-administrativa en conflicto que se dedicaba a querer adueñarse del mundo a pesar de la oposición de su juventud, oposición que llevó a excesos que todavía ahora seguimos experimentando; lo que es peor, algunos de los que se opusieron a esta tendencia son ahora los que le están dando continuidad.
En México empezaron con el uso de leperadas algunos “artistas” que hicieron uso del recurso de chistes obscenos, que antes estaba restringido a los “antros cabareteros”, principalmente los chafas, estilo el Savoy, las Vizcaínas, el Siglo XX y otros a los que nos escapábamos a escondidas en México D.F. en nuestra época de estudiantes universitarios, cuando buscábamos emociones fuertes las cuales no pasaban de ser el asistir a estos lugares prohibidos para la gente decente.
Ahora veo con profunda tristeza que los mismos chistes o peor, algunos más corrientes, son el recurso que se usa para hacer reír al auditorio televisivo, y esto es permitido que llegue a la sala y recámaras de los hogares, por los padres que junto con sus hijos preadolescentes, adolescentes y jóvenes ven estos programas que, sin caer en moralismos hipócritas, deberían estar prohibidos por las autoridades familiares y evitar que se vean en el seno del hogar, adonde la formación que se obtiene es la que los regirá toda la vida. Ni menciono a las autoridades gubernamentales encargadas del aspecto educativo, pues primero tendrían que educarse ellos y eso se ve muy requetedifícil mientras se tengan las presiones de los patrocinadores comerciales de ese tipo de “programas de entretenimiento”.
En fin, para no perder el buen humor, pues ya siento que lo estoy perdiendo con este escrito, solamente me resta agradecer a los de la vieja guardia del humorismo blanco mexicano, entre los cuales destacan de manera especial Capulina y su compadre Viruta, y a Chespirito quien todavía hasta hace poco seguía escribiendo guiones para todos sus personajes. Nótese que utilicé sus nombres artísticos pues con ellos los reconocemos más fácilmente que con sus nombres legales.