Hace poco más de 60 años, don Rubén Muñoz Valenzuela llegó a Cocorit proveniente de Mocorito, Sinaloa.
Recuerda como en un principio empezó haciendo petates, los cuales vendía entre los productores del campo para los miles de jornales que venían cada año del sur del país a pizcar algodón.
A los años, “le entró” a lo de hacer cortinas de carrizo y desde entonces, la actividad ha sido su sostén y aunque no puede presumir propiedades, carros, ni riqueza, sí puede presumir que logró darle educación a sus 11 hijos, todos ellos ya hoy independientes.
Don Rubén es conocido por su trabajo, por las cortinas de carrizo que hace desde pequeñas dimensiones, hasta las grandes que emplean los dueños de granjas de gallinas para cubrir los espacios donde tienen a esta ave poniendo huevo.
“El carrizo antes yo iba y lo cortaba, ahora los yaquis nos los venden, ellos tienen muchas hectáreas ahí donde se da el carrizo, ya nos lo venden cortado, aquí lo pelamos y revisamos que sirva, que no venga con curvas y le damos forma a la cortina”, platicó.
Sentado en una silla, cortando las puntas de los largos carrizos que llegan a medir hasta 5 metros, Don Rubén asegura atraviesan por una mala temporada, ya que al año, el carrizo solo se da entre enero y agosto, el resto de los meses, escasea.
Pero ni así su negocio se atrasa y deja de darles empleo a personas del barrio, quienes aunque saben que no es un trabajo constante, al menos obtienen un ingreso para llevar el sustento a casa.
“Ellos saben que a veces hay, otras no, pero ahí están, haciendo cortinas que si la gente bien las cuida y las tiene en la sombra, le pueden llegar a durar hasta 20 años, pero si la tiene a la intemperie, dándole el sol, no pasa de 6 años”, manifestó.
Expuso que el carrizo es muy económico, y ya con todo y mano de obra, una cortina de este material para ventana de una casa promedio, no pasa de los cien pesos y lo mejor es la frescura que le dan al lugar donde son colocadas.
El negocio de Don Rubén se ubica en las calles Hidalgo y 5 de Mayo en mencionada comisaría, la esquina que se distingue metros antes de llegar, por las alteros de largos carrizos.
“Ya no puedo hacer mucho yo, pero aquí seguimos, a la orden y siempre dispuestos a dar un buen precio”, finalizó.