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El problema que enfrenta en estos momentos el estado de Chihuahua, es un problema que obliga a sus vecinos (Sonora, por supuesto, entre estos ) a verse en ese espejo y que obliga al gobierno federal a poner sus ojos en este que, paradójicamente es la entidad federativa más extensa, territorialmente hablando .El gigante norteño, por si lo ignoras, lector, enfrenta en estos momentos el segundo Apocalipsis que está a punto de ponerlo de cara a las lámparas. El primero, como ya se ha visto, es la continua depredación de que ha venido siendo objeto por parte de las bandas del crimen organizado que lo tomaron como su cuartel general y punto de referencia obligado al momento de hablar de narcotráfico, asesinatos masivos en plena vía pública y, por si esto fuera poco, la escena del crimen perfecto en donde la vida de la mujer, como en la canción de José Alfredo, no vale nada. A tal grado, que cientos de estas han desaparecido sin dejar más rastro que la afrenta que esto representa ante el mundo para las autoridades que muy poco han hecho para contrarrestarlo. En esta ocasión son las condiciones climatológicas, la falta de lluvias y el pasado crudo invierno que lo mantienen postrado, víctima de una de las más grandes sequías en su historia que amenaza con arrasar con la vida de miles de seres humanos, la mayoría indígenas que, de no conseguirse con urgencia, setenta mil toneladas de maíz y 20 mil más de frijol, una de sus etnias más representativas enclavadas en la zona Tarahumara, los Rarámuris, empezarían a caer, debido a la hambruna que se cierne sobre su pueblo. Las más de 17 millones de hectáreas de agostadero siniestradas han servido de gigantesco cementerio para poco más de cien mil reses. Como resultado de este negro Apocalipsis, 250 mil personas están condenadas, hasta ahora, a correr la misma suerte si el apoyo federal no llega a tiempo, según lo dicho por el gobernador César Duarte lo que habla de la veracidad y gravedad del problema. Es muy posible que las nuevas generaciones de estudiantes y políticos lo ignoren, pero Sonora vivió una situación de emergencia similar en la postrimería de los años setenta, a tal grado que el mismo Echeverría, a la sazón, presidente de la República, se hizo presente en el Estado para encabezar los programas de rescate que se tuvieron que poner en marcha, con carácter de urgente. Al igual que ocurre ahora con Chihuahua, Sonora enfrentó por aquellos tiempos, una de las peores sequías de que se tengan memoria, a tal grado que se implementó una estrategia en la que se tuvieron que “ bombardear” e “ inyectar” las nubes, para hacer que se produjera el milagro de la lluvia sobre suelo sonorense. Esas son las amargas experiencias que los productores agrícolas y los ganaderos de Sonora no olvidan, de ahí la férrea defensa que en estos momentos libran de la cuenca que alimenta su sistema de riego, el y que la sin razón del gobierno amenaza con arrebatarles y, ahora para colmos, con el espaldarazo del gobierno de Calderón como quedó demostrado ayer que el michoacano anduvo por estas divididas tierras. FIERRITOS EN LA LUMBRE Al crimen organizado poco le importó que ayer arribaran a Cajeme las reliquias del beato Juan Pablo Segundo, el llamado Papa viajero y muy identificado, por cierto, con el pueblo Guadalupano que es el mexicano. Y menos les importó los planes alegres que en relación a la inseguridad hacían el procurador Abel Murrieta y el Secretario de Seguridad Estatal Ernesto Munro, los que de nueva cuenta volvían a hablar de estrategias, filtros y operativos que en cuestión de segundos son burlados por quienes, nos duela o no reconocerlo, se erigen como dueños absolutos de la plaza, merced la ineptitud de nuestras autoridades que en más de ocho años ( porque el problema no es nuevo, hay que decirlo y los muertos no son todos de este mismo costal ) no han podido con el paquete, así de rápido, la verdad sea dicha. Así, mientras los encargados de la seguridad maniobraban en el mismo corto espacio en que se la hay llevado maniobrando, el crimen número setenta y uno llegaba a Cajeme en la antesala, para más señas, de una sala de urgencias de corte particular. La víctima, un joven de 25 años, Mario Benjamín Pacheco, vecino del municipio de Benito Juárez, tenía apenas cinco días, según se dijo, de haber abandonado el Cereso de Ciudad Obregón, en donde por cierto, todavía se respira el aire de la anarquía que se dejó sentir en días pasados tras la batalla campal suscitada mientras su director, Juan Manuel Saavedra andaba de camping, como sucede seguidamente. Recuerde que los sábados y domingos, son días de la mejor paella en Ciudad Obregón. Pida y recoja a los teléfonos, 6441 3990 63 y 6444 60 56 51. Contamos con servicio especial para sus fiestas y reuniones, con un día de anticipación. Sugerencias y comentarios; premiereditores@hotmail.com y en twitter, @columnista2
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