Cuando Pancho Villa y Emiliano Zapata entraron a la ciudad de México, lo primero que hicieron fue llegar a Palacio Nacional. Buscaron el símbolo del poder. Se tomaron la foto. Villa sentado en la “silla del águila”. El Caudillo del Sur rehusó ocuparla. Creía que esa silla estaba maldita…
Cien años después, la Revolución Mexicana parece encarcelada entre recuerdos sepia, libros deshojados y discursos de cartón.
Emilio Chuayffet, líder de los diputados, advierte que en un siglo hemos olvidado esa lección de la historia, y tanto, que nuestra libertad hoy está amenazada por afrentas, infamias, calumnias y atropellos.
“La Revolución fue, quiérase o no, un acontecimiento civilizador porque construyó un Estado de derecho con la fuerza de la política. Por eso ahora es preciso y urgente que no desacreditemos a la política, que no la reduzcamos o desaparezcamos su valor social, ni la hagamos sinónimo de barbarie o de cinismo”.
El Ministro Juan Silva Meza, Presidente de la Suprema Corte, reclama el apego a nuestra Ley Fundamental para mantener la paz: “Necesitamos recordar que la Revolución nos dejó instituciones y leyes, para evitar que la experiencia sangrienta que nos hizo nacer como estado moderno, se vuelva a repetir”…
Pero…
El 20 de noviembre ya no motiva. Parece que sólo sirve para hacer “puente”, aprovechar las ofertas del “Buen Fin”, ver un desfile de atletas y aviones y colgarnos las medallas desteñidas de los héroes.
¿De qué sirvió La Revolución? Cuando 50 millones de mexicanos viven en la miseria. Cuando somos una fábrica de pobres, de a cinco por minuto.
La injusticia que detonó el movimiento armado sigue enquistada.
Como el resto de las revoluciones, la nuestra tuvo un lado destructivo y doloroso, pero también tuvo una faceta promisoria que se ha diluido…
¿Qué hicimos mal? ¿La Revolución fue inútil?
Jean-François Revel, filósofo, escritor y periodista, decía que las revoluciones sólo sirven para dos cosas: para concentrar aún más el poder o para nada.
En México pasó lo mismo. Nuestra revolución acabó con la dictadura porfirista para dar pie a la dictadura perfecta.
Quien sostenga que México fue un país democrático después de la Revolución tiene que hacer memoria.
Un siglo después, una gran parte de México está desencajado, como con rabia. No sólo hemos sido castigados por la violencia, que nos duele a todos. El ánimo nacional está por los suelos. Vivimos con decepción y encono; dolidos y traicionados por el poder. Deprimidos.
A los mexicanos nos falta una tercera revolución. Un despertador para dejar de soñar como un pueblo jodido. Para que no nos envicien la ira, la soberbia, el prejuicio, el desdén o la venganza…
MONJE LOCO: Hay países democráticos, y de los otros. Tierras donde los perdedores reconocen el triunfo de los adversarios y no pasa nada. Por ejemplo España, que siete años miró a la izquierda y ahora gira zarandeado por la peor crisis económica. Los electores no perdonan. Le pegaron una “tunda” a Zapatero. Se la cobraron. Fue el peor resultado socialista en treinta y cuatro años. En cambio, el PP consigue la mayor cuota de poder lograda nunca por un partido político. Gobernará España con la mayoría absoluta en Las Cortes, y en solitario. Los conservadores regresan en un mes a La Moncloa... y por fin llega Mariano Rajoy. ¡Revolución Azul!, la que viene en España… Ya se sabe, ya se supo…