Por la década de los 60’s estaba de moda el gran dúo dinámico Batman y Robin, super héroes que del comic habían saltado a la pantalla casera. Adam West , como el ”hombre murciélago” y Burt Ward ,en el papel de Robin, su inseparable joven maravilla, hacían las delicias de chicos y grandes, y como entretenimiento tenían absorbido el seso de los telespectadores semana a semana.
Todos queríamos ser como ellos. Y así, de cualquier mecate de tendedero salía una “baticuerda”, de alguna deshilachada sábana ,la baticapa y así, todo era bati no sé qué diablos, por no citar la pegajosa cancioncita de la Sonia López con su “Batijugando”
Nunca nos perdíamos los capítulos de sus heroicas aventuras en la tele de uno de mis amigos y ni qué decir de la serie en revista semanal.
En una ocasión, recuerdo que el Supermercado Zaragoza promocionaba varios productos con el logo de Batman .Simultáneamente, la serie por televisión inició un club de admiradores de los mencionados enmascarados ¡y por supuesto que yo recibí mi credencial de socio¡
Y así se llegó el día, en que los promotores anunciaron que el mismísimo Batman en persona estaría dando autógrafos a los niños. Más que pronto, hice mis tareas y me encaminé al lugar donde estaría mi héroe favorito ¡de carne y hueso!
Y ahí me tienen mis queridos lectores, que llegué al lugar indicado y una aglomeración de chamacos de todas les edades se agolpaba con ansiedad para presenciar al héroe. Como pude me fui abriendo paso por entre un mar de brazos y piernas hasta quedar de frente al sitio donde aparecería el Batman.
Los minutos pasaban y los niños multitud volteaban a verse como para preguntarse a qué horas el espigado y más o menos atlético Batman firmaría los autógrafos.
El gerente del Supermercado anunció a la concurrencia que pasáramos al estacionamiento de dicho comercio, pues el súper héroe haría una demostración de su fuerza y poder haciendo levantamiento de pesas.
Todos corrimos para tener un mejor lugar cerca de nuestro héroe. Después de esperar un rato, por fin apareció.
Emergió de entre la multitud para subir a la plataforma donde presentaría su acto, ¡ahí estaba frente a nosotros! Pero ¡oh sorpresa¡, el superhéroe que esperábamos ver, no era aquél atlético enmascarado, sino un fulano panzón enfundado muy, pero muy apretadamente en el traje de Batman, más parecía un sapo parado ,que un defensor de la justicia.
Pronto se escucharon los lamentos del desencanto entre los chiquillos, mientras aquel pobre hombre sudaba y pujaba levantando temblorosamente la pesada barra con discos metálicos.
Esa tarde regresé a casa muy decepcionado. Por la noche recapacité y pensé: tal vez el verdadero Batman envió a uno de sus ayudantes, pues seguro que él estaba en una misión peligrosa.
¡Sí, eso debió suceder!
Y me dormí confiando en que el próximo martes reaparecería en otro capítulo más por la tele.
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