Martín Dihigo El Inmortal
Rogelio A. Letusé La O
Lunes 21 de Mayo de 2007
"Ya puede morir cualquiera, ha fallecido El Inmortal", así tituló su crónica el insigne periodista Bobby Salamanca cuando dio a conocer la noticia sobre el deceso de Martín Dihigo.

Nacido en Cidra, provincia de Matanzas, el 25 de mayo de 1906, Digo ha sido reconocido como el mejor pelotero cubano de todos los tiempos.

Sobre este hombre, que medía 6.3 pies y pesaba alrededor 200 libras, se ha dicho que nunca hubo jugador alguno que se haya desempeñado con tanta destreza como él en más de una posición.

Díhigo, que tenía velocidad, excelente brazo, buenas manos, vista, tacto, poder e inteligencia, poseía también un carisma natural que lo hacía destacarse entre todos los jugadores.

Muy pronto este beisbolista, que jugó profesionalmente desde los 17 años, sentó cátedra cuando el 7 de noviembre de 1923 derrotó al conjunto de Cárdenas 5 x 2.

En el referido desafío, Dihigo tuvo al estelar receptor de las Ligas Mayores Miguel Ángel González como compañero de batería. Asimismo, ocupó el quinto turno al bate en la tanda.

Debutante en las Ligas Negras como parte de la escuadra Estrellas Cubanas, dirigido por Alejandro Pompez y Pelayo Chacón, el cubano fue definido por John McGraw, piloto de los Gigantes de Nueva York, como el más excelso pelotero natural que viera en su larga y publicitada carrera.

Ese propio criterio fue compartido por el receptor Roy Campanella, quien observó a Dihigo desempeñarse en Cuba y en las Ligas Independientes cuando estaba en plenitud de facultades.

Aunque no pudo acceder a las Ligas Mayores por cuestiones raciales, siempre tuvo una labor de menos a más en los circuitos norteamericanos de color, una vez erradicados los problemas para batear la curva.

Ya en 1925 compiló .307 como promedio general de bateo; y en 1927 alcanzó 331 al tiempo que compartió el liderazgo de jonrones con 18 y archivó cuatro victorias contra dos fracasos como lanzador.

En Cuba, y a medida que iba madurando como toletero, los promedios de "El Maestro"- como también le llamaban por su donaire, dignidad y elegancia en todas sus actuaciones- fueron ascendiendo sucesivamente.

Del .179 promediado en su primera temporada de invierno en su patria, ascendió a .300. Este guarismo, que se elevó a .344 posteriormente, fue superado por otro de .415, y llegó finalmente a .450.

En cierta ocasión se entabló una lucha por el liderazgo de los bateadores entre él y Willie Wells, que se extendió hasta el día final de la competencia.

Wells, tercero en el orden al bate, conectó de cuatro-cuatro; mas Dihigo, cuarto en la tanda, tuvo una tarde perfecta - de 5-5 incluyendo un cuadrangular- y superó estrechamente a su enconado compañero de equipo.

Las demostraciones como lanzador de este hombre de fino humor y buenos modales no fueron menos espectaculares en su tierra de origen.

Aquí logró significativos promedios de ganados y perdidos en su etapa de mayor esplendor (11-2, 14-10, 11-5 y 14-2).

En México archivó una marca de 18-2 y conectó para .387 en 1938, resultando así el mejor lanzador y, a su vez, el campeón de bateo. Cupo a él también la dicha de ser el autor del primer juego de cero hits cero carreras de aquellas contiendas.

En la propia Liga Mexicana obtuvo, en 1942, un soberbio 22-8, fue líder en ponches propinados y en promedios de carreras limpias, amén de batear .319.

Quizás la temporada de mayor destaque para Dihigo fue la de 1935, pues condujo a los Cubanos de Nueva York a su mejor campaña, bateó .372 y ganó dos de tres decisiones desde el montículo.

Todo este excelso peregrinar le dieron avales suficientes para ser exaltado al Salón de la Fama de Cooperstown en 1977.

Igualmente es el único cubano que ostenta el honor de estar ubicado en los santuarios beisboleros de México, los Estados Unidos y República Dominicana.

En ese sentido, cuando Buck Leonard hizo la presentación de Digo ante el Salón de la Fama de Cooperstown expresó:

"Fue el mejor y más completo jugador que he conocido. Enfatizo que fue el mejor jugador, blanco o negro, de todos los tiempos".

Y prosiguió: "Él podía hacerlo todo. Es mi pelotero ideal sin distinción de razas. Si no es el mejor, no sé quien será".

Al seguir el hilo de sus reflexiones, Leonard apostilló: "Escojan ustedes sus Ruth, Cobb o DiMaggio, denme a Dihigo, y de seguro los derrotaré casi todas las veces".

No menos significativa fue la opinión vertida por el destacado jugador Johnny Mize, miembro del Salón de la Fama de Cooperstown.

"El mejor pelotero que ví alguna vez fue un negro. Es miembro del Salón de la Fama, aunque no muchos han oído hablar de él. Su nombre es Martín Dihigo. Jugué con él en la República Dominicana en un torneo de invierno en 1943".

Y argumentó Mize: "Él era piloto y el único tipo capaz de jugar las nueve posiciones, correr y batear a las dos manos. Pensé que ese año yo estaba teniendo una campaña tremenda allí, pero preferían darle la base por bolas a él para trabajarme a mí".

Martín Magdaleno Dihigo Llanos- venerado por todos los cubanos -, se retiró como jugador activo a mediados de la década del 40, actuó como destacado comentarista deportivo, y ayudó a formar la nueva hornada de peloteros cubanos con posterioridad a 1959.

Su fallecimiento tuvo lugar en la ciudad de Cienfuegos el 20 de mayo de 1971.
 
 

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