Lecciones de las elecciones
Fernando Navarro
Miércoles 04 de Julio de 2012

El proceso de las elecciones en México este año 2012 permitió a los que lo observamos de cerca tomar nota de varios fenómenos que ese tipo de procesos han incluido:
 
Uno de ellos es el de la influencia de los medios masivos de comunicación, que como todo proceso social de este siglo, presenta un dinamismo acelerado que exige a los que se benefician de ellos y a los que se oponen a que sean utilizados indiscriminadamente como extensiones de las campañas a adaptarse a lo que viene cada vez que el proceso se vuelva a repetir.
 
En el caso del que culminó ayer quedo evidente que  la televisión, la prensa y la radio presentan un declive por la creciente influencia de las redes sociales que se basan en la Internet y este es un proceso que tiende a acentuarse pues cada vez más personas se conectan a la red por medio de  sus teléfonos y  el nivel de gasto en los métodos tradicionales de hacer campaña cada vez son menos efectivos.
 
Una de esos  aspectos poco reconocido es que las concentraciones en actos públicos están siendo cada vez más una especie de autoengaño de los candidatos y su personal de apoyo pues se ha  llegado el extremo de  ofrecer dinero para que la gente asista a los actos de campaña, cuando lo común era  ofrecerles transporte gratuito  y últimamente se generalizo el uso de  grupos musicales o artistas que por si mismos ya tienen alta popularidad todo con el fin de  llenar las plazas.
 
En este proceso fuimos testigos de la costumbre, ya difícilmente reversible, de dar regalos a los asistentes a cambio de estar presentes mientras el candidato(a) pronuncia su discurso, todo lo cual está enfocado a lograr las tomas y fotos que a manera de escenario va destinado a las notas en los medios de comunicación.  Esos montajes costosos y prefabricados son para el consumo de los que no estuvieron ahí, que suelen ser muchos más que los que si lo hacen transmitiéndoles la sensación de que son apoyados por muchas personas. Las plazas llenas no necesariamente significan urnas llenas.
 
Otro aspecto que llama la atención es la influencia que ejerce un candidato(a) que sea joven y bien parecido(a), pues el manejo de la imagen se sobrepone a las propuestas y programas de gobierno, en un fenómeno que incluye los atavismos sub consientes que impulsan a la gente a sentirse atraída por quienes además de hablarles de lo que quieren escuchar, son guapos. Todos los candidatos usan fotos retocadas, pero los que todavía son jóvenes y apuestos llevan ventaja sobre sus oponentes que no lo son, aunque la imagen en sí misma es un engaño dado que lo que pretenden hacer con el apoyo popular dista mucho de ser  un concurso de belleza.
 
Si bien este fenómeno es generalizado, en nuestro país tal vez tenga que ver con la sintomatología social que refleja que programas de televisión como “la familia peluche” que basan su comicidad en la ignorancia de los participantes, tengan una gran audiencia y que programas de concurso como “jeopardi” tengan que ser sustituidos por otros del nivel de complejidad de “cien mexicanos dijeron” que basan sus  respuestas en el sentido común y no en el nivel de preparación  y conocimientos de los participantes. No quiero afirmar que todos los que votan por los candidatos con atractivo físico sean ignorantes, solo que esa condición, al ser maximizada, opaca los contenidos por las apariencias y en una sociedad como la nuestra eso ha demostrado ser bastante rentable electoralmente hablando.
 
Un analista de otro país concluyo con asombro que después de todas las acusaciones de que fue objeto Enrique Peña Nieto, algunas pocas hubieran sido suficientes para afectarlo seriamente en las preferencias electorales en cualquier otro país, no así en México. Me parece que no estuvo el suficiente tiempo en nuestro país como para constatar que no fueron difundidas pero sobre todo investigadas con la amplitud de la gravedad de las mismas tanto para descartarlas como para confirmarlas.
 
Llama la atención que las graves acusaciones de corrupción de que es objeto el PRI no hayan influido mayoritariamente en el electorado mexicano, me parece que no solo se explica por el manejo informativo que se les dio sino también hay que considerar el altísimo nivel de corrupción que desde hace décadas se le reconoce  a la sociedad mexicana.  No basta enfrentar la prostitución en las zapatillas de las mujeres que se ofrecen en las calles si no se incluye las motivaciones de los hombres que pagan por sus servicios.
 
No pretendo acusar de corruptos a los que votaron por el PRI pues es evidente que la corrupción no es monopolio de ningún partido político, lo que quiero señalar directamente es la gran permisividad que la sociedad tiene sobre el tema.
 
Los partidos en el poder se han esforzado, con una intensidad digna de mejores causas, por conservar el poder cada vez que se renuevan los mandatos utilizando todos los recursos y métodos sean o no legales. Desde dentro de las estructuras partidistas a esos esfuerzos se les ha denominado “ingeniería electoral” aunque los detractores  la llaman “delincuencia electoral organizada”. En todos los casos y en todos los partidos en mayor o en menor grado incluye: movilización forzada de empleados, regalos condicionados al apoyo esperado, promesas de trabajo, compra del voto en efectivo o con tarjetas, amenazas, chantajes, rumores, etc.,  por si esto fuera poco a esto hay que agregarle alianzas efímeras entre partidos que en una elección o estado son socios y en otra contrarios y por supuesto el intercambio indiscriminado de candidatos.
 
En México se lee poco, la televisión es todavía el medio de comunicación masivo de más impacto, el nivel de preparación académica de la población en promedio sigue sin pasar de la primaria y todas esas condiciones  necesitan por lo menos una generación para ser modificada sustancialmente. Esa es una de las tragedias de este país: avanza tan lento que los que llegan al poder han terminando por recurrir a las mismas artimañas y trampas que utilizaban los que usaban el poder antes que ellos. Son varios que se han justificado afirmando que “no hay de otra” confirmando que ya son víctimas de la lógica perversa del poder por el poder mismo y los beneficios que detentarlo conlleva.
 
En esta campaña el nivel de participación apenas rebaso los porcentajes típicos de participación que rondan el 60 %. La responsabilidad compartida recae en los candidatos que no lograron idear nuevos métodos de relacionarse con el electorado y por  los medios de comunicación –especialmente la televisión- que se colocaron en medio de los políticos y sus electores con una intención clara a favor del candidato de su preferencia, sin reconocer los críticos de esta situación que es parte del modelo de democracia que actualmente tenemos.  Este fenómeno se agudizo en este proceso por ser el primero en el que la publicidad televisiva se prohibió a los particulares ya que  toda fue pautada y pagada por el Instituto Federal Electoral en  medio de una gran molestia de los propietarios por quedar al margen de una de las etapas más lucrativas de sus concesiones.
 
Finalmente resalto el encono con el que los partidarios se comunican entre sí.  Las redes sociales se inundaron de mensajes propios de la campaña, pero también de las zonas en las que los simpatizantes de bandos contrarios se insultaron a más no poder, se generalizo la manipulación de  imágenes de los candidatos para enviar mensajes de descalificación personal. El insulto, la diatriba y la burla desplazo a la confrontación de ideas, el análisis de los efectos de las medidas propuestas como programa de gobierno y la difusión  de las biografías de los candidatos.  Esta situación se ha acentuado por la condición de anonimato que permite la red y que prefieren quienes no tienen más argumentos.
 
Insultar al que gano, burlarse del que perdió no ayuda en nada a las labores de progreso de este país, algo en lo que todos los candidatos (y sus seguidores por extensión) se esmeraron en hacernos creer.
 
Lo que acaba de pasar en estos tres últimos meses en México confirma que el modelo de democracia que estamos utilizando tiene serias deficiencias, aunque los que se benefician de él lo defiendan –sobre todo cuando ganan- y los que no logran competir con éxito se quejen en privado de que todo es cuestión de tener el dinero suficiente para ganar.
 
Confirmando ambos que una sociedad donde la corrupción, la manipulación, la obsesión por las apariencias, etc., al convivir con la pobreza y la ignorancia forman  un  pesado lastre  y que cada periodo de gobierno que no se avoque a atender las causas de estos síntomas nos mantendrá más tiempo en una situación de la que casi todos nos lamentamos.

 
 

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