Ciudad Obregón se distingue por la calidad de los servicios médicos que aquí se ofrecen. Ser la sede del IMSS en el Noroeste y contar con grandes instituciones de medicina privada y prestigiados especialistas, no es una casualidad sino el resultado de la evolución que ha experimentado este sector en nuestra ciudad.
Una evolución cuyos inicios pueden ubicarse con la llegada del primer médico a la antigua Cajeme, que seguramente fue antecedido por vendedores de pócimas y medicamentos, charlatanes que andaban de pueblo en pueblo y prometían curar todos los males que aquejan al cuerpo y al espíritu.
La historia institucional de la medicina en Cajeme tiene su antecedente más brillante en la construcción del Hospital Municipal que desde 1942 y hasta fines de la década de los setenta funcionó en la cuadra que hoy ocupa el “Parque Los Pioneros”.
De su construcción, de sus médicos y enfermeras, de los episodios y las anécdotas que allí se vivieron hasta el día de su clausura, debe hacerse una edición especial con varias páginas donde queden registrados el espíritu altruista y la vocación profesional de quienes concibieron y llevaron a la práctica este proyecto.
Mientras tanto, ubiquémonos a principios de la década de los cuarenta, para ser exactos en 1941, año en el que se vivía ya el ambiente de la Segunda Guerra Mundial, con la propaganda bélica que inundaba la radio, el cine y la prensa para animar a los combatientes norteamericanos que habían decidido vengar la afrenta de Pearl Harbor y matar por igual a japoneses, alemanes e italianos.
A Ciudad Obregón, un pueblo de radioescuchas que vivía pendiente de las noticias que llegaban a través de la XEW, llegó también la propaganda norteamericana y pronto aparecieron los promotores de un comité para apoyar a los Aliados en su lucha contra las Potencias del Eje.
Si el gobierno mexicano había declarado su apoyo a la causa aliada, entonces que no quedara duda del patriotismo de los cajemenses que luego se organizaron para decidir de qué manera darían su apoyo.
Tal vez alguien haya propuesta alistarse en las filas del ejército norteamericano… pero no era para tanto, qué caso tiene, compadre.
Mientras la propaganda bélica hacía su trabajo en la vida pueblerina, se cometían injusticias como la deportación de ciudadanos alemanes que se habían avecindado en el Valle del Yaqui y fueron deportados a Jalisco para concentrarlos y tenerlos bajo control.
Después de varias propuestas se formó en Sonora un comité que organizaría una colecta pública para comprar un bombardero Mitchel B-26 que donarían al ejército norteamericano.
La campaña tuvo gran éxito en todas las ciudades del Estado. En Obregón se integró un comité de la Camapaña Pro-Bombardero formado por ilustres ciudadanos entre quienes figuraba Gustavo Malcapín.
Cuando se hubo reunido cierta cantidad, se llevó ante las instancias correspondientes que rechazaron la aportación por considerarla insuficiente.
Pero el dinero estaba allí y algo había que hacer con él. Se decidió entonces destinarlo a la construcción de un hospital municipal, que ya hacía falta para esta ciudad que a principios de los cuarenta ya era lo suficientemente grande para contar con una institución de este tipo.
Hasta entonces solo existía un albergue para enfermos. Era una construcción precaria, armada con madera y ladrillos, con tejabán de lámina, ubicada junto a lo que fue la comandancia de policía en la esquina de las calles Sufragio Efectivo y Allende, donde hoy se localiza el edificio del Banco Rural. Este hospital se utilizaba sólo para curaciones burdas, de heridas superficiales o fracturas que se entablillaran. Pero también recibía a los cadáveres de personas desconocidas o de quienes morían en accidentes, si no a causa de una cuchillada o un balazo.
Los constructores
Antes que los médicos, el primero gremio que merece el reconocimiento en la realización de esta obra es el gremio de los albañiles.
En la construcción del nuevo hospital municipal trabajaron el maestro Jesús Ruiz y su hijo Francisco, los maestros Zárate y Zubieta, más otro de nombre Zenaido.
Ellos y su peonada levantaron la obra negra. A otro popular albañil, don Esteban Cibrián, le tocó concluir la obra. Con él trabajaron José Cuervo, Ángel Escobar y Francisco Cota Sicre, además de un "media cuchara", el indio yaqui Urbano Buitimea.
En esos años (1941-1942) se construía también el sanatorio particular "Francisco Montes de Oca", en la esquina noroeste de las calles de 5 de Febrero y Zaragoza y el cual cerró sus puertas el 5 de mayo de 1965 para dar paso a la Preparatoria Benito Juárez y ahora a un baldío que sirve de estacionamiento y últimamente da cabida a puestos de mariscos y fritangas.
Regresando a la construcción del hospital municipal, cabe recordar también a don Víctor Leyva, quien era rengo y entre los de su gremio era conocido como "El Mocho".
De acuerdo con los datos que aportan los cronistas, los maestros de obra en esa época ganaban $ 2.62 diarios; el militar de ladrillos costaba $ 60.00; el viaje de arena, $ 6.00; el saco de cemento, $ 3.50; la tonelada de cal, $ 50.00.
Inauguración
La inauguración del hospital fue el 7 de enero de 1942.
Un grupo de masones de la Logia Hiram 13, conducidos por Jesús Araiza, se dispusieron a inaugurar el nuevo hospital al mismo tiempo que las Damas de la Caridad guiadas por doña Mariana (esposa de Jesús Araiza) y el padre Torres.
Desde entonces el pueblo creó la conseja de que "Dios y el diablo" lo habían inaugurado, dice Oscar Sánchez Márquez.
El primer director del Hospital fue el doctor José Ciro Romero, de enero a junio de 1942.
Le siguieron los doctores Luis Farfán, Rolando Lara González, Carlos López Arias, Gustavo Ayala Leyva, Felipe Calzada López, Alfredo Chacón Madrid, Rubén Valdez Vidaurrázaga, Eduardo Escalante Trinidad y Miguel Terminel Valenzuela.
El último director fue (en segundo período) el doctor Rubén Valdez.
Cuando abrió el Hospital Municipal se construía también el sanatorio particular "Francisco Montes de Oca", en la esquina noroeste de las calles de 5 de Febrero y Zaragoza y el cual cerró sus puertas el 5 de mayo de 1965 para dar paso a la Preparatoria Benito Juárez, en el mismo terreno que ahora es usado como estacionamiento y además da cabida a puestos de mariscos y fritangas.
A fines de los setenta, el Hospital Municipal cerró sus puertas. En la ciudad se expandía el Imss, con sus grandes edificios y moderno equipamiento además de otros hospitales y clínicas privadas.
Posteriormente se construyó el Hospital Regional en la calle 200. Este es el heredero del primer Hospital Municipal que tuvo la ciudad.