En el marco de una reunión con empresas de seguros, el secretario de Hacienda del equipo de Calderón, Agustín Carstens, se atrevió a decir que, gracias a las reformas realizadas en los últimos años, el país se encamina hacia el crecimiento económico sostenido, y se lamentó de que no se aprecie, suficientemente, la estabilidad de las variables macroeconómicas.
Por estos mismos días, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (el INEGI) dio a conocer datos sobre el empleo que desmienten el mencionado crecimiento y que obligan a lamentar que el secretario de Hacienda de Calderón esté tan mal informado y que no se preocupe lo suficiente por la situación de los trabajadores mexicanos.
Así, los resultados de la Encuesta Nacional sobre Ocupación y Empleo muestran que en los primeros tres meses de este año se han perdido nada menos que 400 mil empleos, pues la población ocupada pasó de 42 millones 800 mil personas al terminar 2006 a 42 millones 400 mil a finales de marzo de 2007.
Por cierto que la encuesta del INEGI también da cuenta de otros datos que aunque conocidos son interesantes. Por ejemplo, que los micronegocios son los mayores empleadores en México, pues son responsables del 48.3 por ciento de los puestos de trabajo, mientras las grandes empresas sólo ocupan al 10.5 por ciento.
Por lo que se refiere al subempleo, es decir, quienes sólo consiguieron trabajar 15 horas o menos a la semana, se ha incrementado en 691 mil personas si se compara el primer trimestre de 2007 con el de 2006, con todo lo que esto significa en precariedad en el ingreso.
Todo mundo recuerda que la campaña de Felipe Calderón lo caracterizaba como el “presidente del empleo”. El mecanismo de adopción de tal lema propagandístico es obvio. Algún asesor le informó a Calderón que el mayor problema de México era, como en efecto lo es, el del empleo. Era rentable, pues, políticamente hablando, que se colocará al empleo como la principal frase publicitaria de su campaña.
En cuanto al empleo o por mejor decir, el desempleo no se trata únicamente de fracaso por ineficacia, como, por ejemplo, en el caso del combate al narcotráfico colocado como el objetivo prioritario y prácticamente único de la actual administración, en donde la vía elegida ha provocado una escalada de asesinatos, que ya superan los mil, así como la extensión a estados que antes no estaban involucrados, además del incremento de la violencia y un mayor número de agresiones a funcionarios del aparato policial y del Ejército.
En el caso del empleo no se trata siquiera de ineficacia, sino de total desinterés, ni siquiera se menciona que en sólo tres meses casi medio millón de personas haya perdido su empleo, cuando la simple incorporación de los jóvenes al mercado de trabajo exige la creación de unos 800 mil puestos de trabajo al año. En vez de lamentarse por el poco aprecio a la estabilidad, Agustín Carstens debía empezar a preocuparse por el estancamiento de la economía y el consecuente desempleo.
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