Juan Pablo Proal / Apro
Los programas de opinión de la televisión pública y privada del país son muy semejantes al menú de bebidas de McDonald’s: casi idénticos entre sí, con diferencias apenas perceptibles.
Televisa y Televisión Azteca, las cadenas que controlan los contenidos editoriales de la televisión pública y privada de México, ofrecen en su programación variantes de mesas redondas que corean las mismas opiniones, sin diversidad de pensamiento ni posturas encontradas. Lo mismo ocurre con los escasos canales de los sistemas de cable, donde el duopolio maquilla sus marcas con canales satélite.
En los canales de televisión mexicanos brotó a la velocidad con la que crecen los hongos de lluvia una mancha de cabezasparlantesopinadoresdetodo. Lo curioso es que, salvo extraordinarias excepciones, estos analistas ven los problemas contemporáneos del país de idéntica forma, como si fuesen los militantes de una secta donde no hay cabida para ideas diferentes.
Tal vez los pioneros de esta ola de jueces públicos son los integrantes del programa Tercer Grado, reproducido las noches de los miércoles por el Canal de las Estrellas, de Televisa. En este espacio, ampliamente conocido entre los televidentes, los participantes se arrebatan la palabra para emitir calificativos casi idénticos. Participan generalmente: Carlos Marín, Joaquín López-Dóriga, Adela Micha, Víctor Trujillo, Ciro Gómez Leyva y Leopoldo Gómez.
Cadena Tres, de Grupo Imagen (propiedad de Olegario Vázquez Raña), tiene su propio foro paralelo: Círculo de Ideas. El contenido no es muy diferente a Tercer Grado, básicamente lo único distinto es que en esta barra los conductores se respetan más entre sí. Participan con regularidad: Pedro Ferriz, Ricardo Alemán, Ángel Verdugo y Pascal Beltrán.
De corte similar están las mesas de análisis: Todo personal, con Jorge Fernández Menéndez, Proyecto 40 (Televisión Azteca); A que no sabías, Pablo Hiriart y Lourdes Mendoza, Proyecto 40 (Televisión Azteca) y Es la hora de opinar, Leo Zuckermann, Foro Tv, (Televisa), por citar los más representativos.
La televisión es el medio con más influencia y penetración en México. El Censo de Población y Vivienda del Inegi de 2010 reveló que 93 de cada 100 viviendas están equipadas con ese aparato electrónico, porcentaje que supera al radio, presente en 79.5 por ciento de los hogares. Incluso en el país hay más pantallas que refrigeradores (82.1%).
Mientras la televisión privada y el dupolio televisivo consolidan su poder, los medios del Estado se inclinan por frivolizarse. Cuando el cineasta Fernando Sariñana dirigía Canal Once se encargó de desplazar los contenidos culturales por series de televisión cercanas a la telenovela. Un caso similar ocurrió con Televisión Mexiquense, que a principios de este año sacó del aire los programas de Porfirio Muñoz Ledo, Guadalupe Loaeza, Teresa Vale, Raúl Cremoux y Martha Chapa.
La televisión de paga ofrece más variedad de canales y contenidos, amén de que existen algunos programas (contados con los dedos) que sí fomentan la discusión independiente; sin embargo, no deja de ser un servicio exclusivo para quienes tienen mayor poder adquisitivo, la oferta mayoritaria la acaparan empresas afines al sistema y la televisión pública sigue dominando los bombardeos editoriales.
Si busca manipulación, no pensar por usted mismo y creer a ciegas en la verdad del Estado, no hay más: prenda los programas editoriales de la televisión mexicana; no obstante, si busca posturas plurales, escuchar a periodistas comprometidos con la verdad y medios que cuestionen al poder, no hay de otra: seleccione muy bien lo que ve o apague su pantalla.