Por Jorge Zepeda Patterson
Felipe Calderón no puede quitarse la sonrisa de la cara. Y tiene motivos. La sucesión presidencial está saliendo perfecta para sus intereses.
Primero, porque claramente hay una serie decisiones que confirman que las negociaciones con Peña Nieto son estrechas y plagadas de compromisos mutuos. ¿De qué otra manera puede entenderse la decisión de echarse la bronca de comprar un avión presidencial de escándalo, que va a ser utilizado por el siguiente mandatario? ¿O la presión para quitarle la concesión de la banda 2.5 GHz al grupo de MVS con la clara intención de beneficiar a Televisa?
Ambas medidas habrían sido muy costosas políticamente para el gobierno entrante. La imagen de Peña Nieto habría salido seriamente raspada con la compra de un avión faraónico para su uso, y con la entrega disfrazada de otra frecuencia digital para su padrino Televisa. Pero Calderón decidió pagar ambas facturas políticas, aun cuando estas decisiones no podrán hacerse efectivas en los tres meses que quedan de su gobierno. ¿Por qué el sacrificio? ¿Qué hay a cambio de estos favores?
De entrada podemos imaginarnos que Calderón tendrá la protección política y jurídica del nuevo gobierno para todo lo que se vaya a venir en contra del señor de la guerra y sus 60 mil muertos. Un tema que le ha venido quitando el sueño al actual huésped de Los Pinos. Pero el calorcito que le puede dar Peña Nieto los próximos seis años no es poca cosa. Y eso incluye, muy probablemente, el perdón anticipado a los excesos económicos del equipo cercano al Presidente.
Segundo, el triunfo de Peña Nieto y la derrota de Josefina Vázquez Mota parecería una mala noticia para Calderón, pero es todo lo contrario. Si Josefina hubiera llegado a Los Pinos se habría convertido de facto en la jefa del partido y habría combatido al calderonismo. Para nadie es un secreto que el Presidente operó a favor de Ernesto Cordero y que la candidata se quejó del juego rudo y salvaje que operaron en su contra desde Los Pinos. Calderón habría sido uno de los más perjudicados con una victoria de Vázquez Mota.
Pero ante la derrota del PAN, que Calderón y su gente han hecho todo lo posible para atribuirle a la candidata, el Presidente tiene el espacio para intentar mantenerse como el hombre fuerte del partido durante el próximo sexenio. Su grupo controla el mayor número de plazas dentro del Consejo Nacional, y varias de sus piezas serán claves en la siguiente legislatura, comenzando con Ernesto Cordero, futuro coordinador de los senadores blanquiazules.
Pero el calderonismo no se limita a las filas del PAN. Durante años han sembrado de allegados las subdelegaciones de las secretarías a lo largo del territorio y al haberlas convertido en plazas de base, será difícil para el próximo gobierno federal desplazar tales cuadros, muchos de ellos políticos.
Por lo demás, es un hecho que el próximo Presidente necesitará los votos del PAN en el Congreso para conseguir las cacareadas reformas constitucionales que el país requiere.
En otras palabras, el control del PAN, si es que lo consigue, haría de Calderón uno de los hombres más poderosos del próximo sexenio. Lejos de salir con la cola entre las patas, como lo hizo Carlos Salinas en su momento, o a un exilio profesional como prefirió hacerlo Ernesto Zedillo, Calderón juega a convertirse en un actor político de primera línea en los próximos años. Dependerá del resto de los panista que lo consiga o no. Ya hay una especie de TUCOC, Todos Unidos Contra Calderón, formándose en el interior del PAN, pero no lo tendrán tan fácil. Sobre todo si Calderón se convierte, como parece, en “el hombre” de Peña Nieto en el propio partido. ¿Perverso?
Y eso sin contar los planes para Margarita Zavala en el 2018. Pero ese es tema para otra ocasión.
Por lo pronto, no nos extrañe la felicidad que embarga al Presidente. Tiene razones para estar contento.
@jorgezepedap
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