Después de escuchar varias canciones de Lupita D Alessio y de estudiar la filosofía de Paquita la del Barrio, la guapa María Elena pensó que ya era momento en poner en práctica la teoría.

Así que llamó a su esposo, "me estás oyendo inútil", varias veces y éste no le contestó porque ya conoce los alcances de la mujercita que hace años era todo candor e inocencia. Hace años.

Como el esposo no respondiera, María Elena cogió un cuchillo entre sus manos y con él se dirigió a la recámara, ese recinto del hogar diseñado para el descanso y el amor, no para las agresiones.

Al verla entrar con el cuchillo en las manos, el pobre hombre pensó que le estaba preparando la cena y le iba a preguntar: Cómo quiere las quesadillas mi pichoncito.

Pero en vez de eso la colérica mujer, como si fuera torero con espada y frente al toro, se avalanzó sobre el marido al que alguna vez juró querer en la salud y en la enfermedad. Asestóle tres cuchillazos que causaron respectivas heridas: dos en las piernas y una en el brazo izquierdo.

Acto seguido, le ordenó al marido que lavara la ropa, barriera e hiciera la comida. "Ah, y no se te olvide prepararme el café".

Pero el pobre hombre no estaba para faenas; apenas se descuidó la mujer y salió corriendo de la recámara para llamar a los policías.

Fue necesario la intervención de varios agentes para poder dominar a la agresiva mujer, quien poco después, cuando estaba ante el agente del Ministerio Público argumentó que ella sólo estaba aplicando la equidad de género.

"Y todavía faltaron unos guamazos para igualar lo que los hombres le hacen a las mujeres", vociferó la violenta fémina antes de ser internada en una celda, donde juró que no volvería a creer en las promesas de los hombres.