Vargas Llosa examina el Boon latinoamericano
Milenio
Lunes 05 de Novimiebre de 2012

El boom fue un movimiento no solo literario y cultural, sino político”. Así lo siente uno de sus máximos protagonistas, el escritor Mario Vargas Llosa, cuya primera novela La ciudad y los perros, publicada en 1962 por Seix Barral, marca la celebración de los 50 años de este fenómeno literario.
 
Hoy, Vargas Llosa, a sus 76 años, novelista, ensayista, articulista, periodista y hasta político, ha coronado su prolífica carrera de escritor con el Premio Nobel y es una de las figuras más solicitadas en todo el mundo.
 
Pero hace 50 años protagonizó junto a otros jóvenes latinoamericanos como Gabriel García Márquez o Carlos Fuentes, el llamado boom literario, que abrió al mundo la nueva novela latinoamericana.
 
“Esta es una historia casi novelesca. Quién me iba a decir cincuenta años después...que iban a pasar tantas cosas”, explica Vargas Llosa en una entrevista.
 
“Entonces era un muchacho. Escribí La ciudad y los perros” en el 58, en Madrid, con mucho entusiasmo y vocación, Sabía ya qué clase de escritor quería ser, qué lenguaje y qué técnicas iba a usar, y fue el editor Carlos Barral, en Barcelona, ciudad clave del llamado boom en los sesenta, quien lo publicó”, recuerda.
 
Y es que Barcelona, como París, fueron escenarios básicos para este resurgir de la novela latinoamericana que puso en pie una generación de escritores de la llamada Edad de Oro, con Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Juan Carlos Onetti o Julio Cortázar, y que en los sesenta se convirtió en un fenómeno literario y editorial que invadió Europa, con Vargas Llosa, García Márquez, Fuentes o Donoso a la cabeza.
 
“Nadie sabe cómo nació la palabra boom. El escritor y periodista chileno Luis Harrs se atribuye la autoría, pero no sé si es exacto, porque en el ensayo que publicó, Los nuestros, no aparece.”, indica Vargas Llosa.
 
Aunque Harrs “sí que fue el primero que vio que había una especie de movimiento de escritores que coincidían en algunas preocupaciones temáticas y en técnicas narrativas, pero nadie sabe exactamente cómo se creó esta palabra tan onomatopéyica”, argumenta.

Pero lo que sí sabe el escritor peruano, único superviviente ya junto a García Márquez del boom, es que fue un movimiento que reunió a escritores que no se conocían entre sí, porque no había comunicación literaria entre los países de América Latina.
 
“Cuando estaba en la universidad -recuerda- no tenía ni idea de lo que se publicaba en Ecuador, Colombia o Argentina, y eso cambió en los sesenta, primero en París y luego gracias a Barcelona y el editor Carlos Barral, que fue uno de los primeros en interesarse por la literatura latinoamericana”, sostiene.
 
Al tiempo que subraya: “España y Europa descubrieron la literatura latinoamericana, pero los latinoamericanos descubrimos a los otros escritores vecinos, que hasta la fecha habíamos vivido completamente marginados”.
 
Vargas Llosa recuerda que una de las características de este grupo -”que hacía una literatura nueva y muy rica”- fue la amistad personal.
 
“Conocí a Carlos Fuentes y a Cortázar, del que fui muy amigo, porque era muy generoso con los jóvenes, en París. Luego a García Márquez y a Donoso en Barcelona, que era el lugar donde uno tenía que estar si querías que un buen editor te publicase tu novela”.
 
Para el autor de La fiesta del Chivo, uno de los logros del boom fue “cambiar el estereotipo que se tenía de que “América Latina solo producía dictadores o guerrilleros” y que era un mundo bárbaro que estaba a espaldas de la cultura.
 
“De pronto -recalca- se descubrió que había una literatura novedosa, nada provinciana, con un horizonte internacional y que había experimentado con nuevas formas narrativas y nuevos lenguajes”.
 
Ya no era una literatura regionalista, costumbrista o pintoresca- sostiene-. “Existía una preocupación por la condición humana. Veníamos de dictaduras y todos teníamos ideales políticos. Apoyábamos la Revolución cubana, luego el caso Padilla (el encarcelamiento del escritor cubano Heberto Padilla en 1971 por motivos políticos) nos quebró y se produjeron disidencias. Pero había una cierta comunidad de ideales políticos”.
 
“También en Barcelona, en pleno franquismo -añade-, estábamos convencidos de que la Democracia era inevitable y que la cultura y la literatura iban a tener un especial protagonismo. De ahí que, además de la escritura, todos sintiéramos que teníamos una especie de misión histórica, ya que la cultura en la nueva sociedad iba a contribuir a traer más libertad, justicia y convivencia”.
 
“De modo que, en realidad, el boom fue un movimiento que tuvo muchos aspectos, no solo literario, sino también cultural y político”, reconoce el autor.

 
 

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