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Está en curso la novena edición del Festival de Arte y Cultura Tetabiakte en el marco del 85 aniversario de Cajeme. Este año con una gran cantidad y diversidad de eventos programados. Es de agradecer el esfuerzo llevado cabo por la nueva administración municipal, por darle más relevancia a este evento, por la intención de levantar al Tetabiakte y llevarlo a ser como el de las Fiestas del Pitic de Hermosillo e incluso el Ortiz Tirado de Álamos. Realmente en Cajeme necesitamos algo así. Sin embargo, para ello, aún hay mucho por hacer, aprender y desarrollar. Y es que no han faltado opiniones en las que se describe ya al Tetabiakte como el festival más importante de Sonora. ¿En qué radica la importancia de un festival de esta índole? ¿En la cantidad de eventos agendados? ¿En la calidad de los artistas invitados? ¿En la variedad y diversidad de las propuestas? ¿En la asistencia y participación del público? ¿En el dinero invertido? ¿En su impacto turístico? ¿En su impacto económico? ¿En el capital cultural generado y los bienes culturales intercambiados? Ya habrá momento para reflexionarlo. Para el segundo día de actividades apareció en la agenda un atractivo evento musical: un recital de voz y piano en el auditorio Juan R. Bours de la Universidad La Salle Noroeste por Sandra Maliká, soprano, con Rodrigo Elorduy en el piano. Dos músicos jóvenes pero que se han presentado ya en las principales salas de concierto del país. Sandra es egresada de la Escuela Nacional de Música y como solista ha interpretado papeles como los de Adalgisa, en la ópera “Norma”, de Bellini y de Dido en la ópera “Dido y Aeneas” de Henry Purcell. Rodrigo, es egresado del Instituto Cardenal Miranda y del Conservatorio Nacional, además de pianista es director, actualmente dirige al coro Capella Miranda y a la Orquesta Sinfónica Juvenil Tlalpan. El programa incluyó un repertorio interesante de obras del siglo XIX pero de compositores de países, culturas y tradiciones musicales diferentes: Del francés Henry Duparc hasta el noruego Edvard Grieg pasando por Sergei Rachmaninov, ruso. Este evento reunía los elementos artísticos necesarios para ser un recital de muy buena calidad y disfrutable, pero desafortunadamente, resultó ser un patético rato en el que los intérpretes tuvieron que soportar al límite incesantes y ruidosas interrupciones de un público compuesto casi completamente por niños. El auditorio apenas estaba a un 30% de su capacidad, pero de ese porcentaje el 25% lo ocuparon esos inquietos y bromistas chiquillos de una escuela. Originalmente el evento había sido programado a las siete de la tarde pero luego se adelantó a las cuatro -buena hora para misa de difunto pero no para recital- así que unos ya no pudieron asistir, otros no se enteraron oportunamente del cambio y hubo muchos que de plano no supieron de este recital. ¿Y los universitarios? En fin, interpretaron “Chanson Triste” de Duparc, un romántico tardío, alumno del gran César Franck. Es una bella canción, de un poema de Henry Cazalis en donde la melodía es llevada por ondas de arpegios suaves, redondos y cromáticos. Luego interpretaron dos canciones de Grieg, “Ich liebe dich” Op.5 No.3 y “Ein Traum” Op.48 No.6. Este compositor cuenta con más de 150 canciones pero pocas veces son abordadas, son de una exquisitez poética. Pero el ruido en la sala estaba cada vez más fuerte: murmullos, risas, niños divirtiéndose caricaturizando la técnica vocal de la soprano y aplausos con gritos y silbidos antes de acabar la pieza; desde luego tampoco faltó el timbre de celular, qué digo timbre, más bien música disco que salió emitida de un teléfono. Sandra y Rodrigo si bien desconcertados, hicieron lo posible por tomarlo de buena gana y mostraron su sonrisa, pero conforme se desarrollaba el recital se fue haciendo evidente su malestar y hasta abandonaron por momentos el escenario al término de varias piezas. Las poquísimas personas que fuimos para apreciar y disfrutar de este recital no lo podíamos creer, fue frustrante. Pero al final, fue mayor nuestro aprecio y admiración por los artistas que, aún con este entorno adverso, en ningún momento dejaron de esforzarse por hacerlo bien, hacer buena música con detalle e intensidad. Habrá que escucharlos en otra oportunidad como debe ser. Rodrigo tocó dos piezas para piano solo, una de ellas el “Preludio y Fuga sobre un tema de Handel” de Manuel M. Ponce. También interpretaron “Que bello es aquí” Op.21 No.7 de Rachmaninov, “Aria de la Luna” de Dvorak y “Solo aquel que sabe” de Tchaikovsky a quien los niños no le conocían ni querían escuchar nada de él, quizá solo querían no haber sido llevados para ser usados como relleno. Esperemos que esto no vuelva a ocurrir. |
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