La imposibilidad de la democracia
Luis Mercado
Jueves 17 de Enero de 2013

La imposibilidad de la democracia. Apuntes románticos hacia una sociedad poco posible.

#1

En el sistema democrático el fin social es la voluntad de las mayorías para procurar un balance justo y digno entre sus ciudadanos. Sin embargo desde un principio este ideal opera en condiciones tambaleantes e inocentes que pasan por alto múltiples situaciones.

Estas pasadas elecciones presidenciales son un claro ejemplo del cual me basaré para elaborar una serie de puntos.

#2

Ganara quien ganara ningún candidato representaría a una mayoría real (esto es cierto en toda elección histórica, pero especialmente evidente en esta pasada) y esto se presenta aun más claro cuando se señala un hecho evidente pero que curiosamente es siempre pasado por alto: El número de votantes es minúsculo comparado con la población total. Cualquiera que sea el resultado este nunca beneficia a una mayoría sino a la minoría mejor organizada. Este punto tan simple significa la deconstrucción definitiva del discurso democrático.

#3

En estas pasadas elecciones el total de votantes rondó los 49 millones de activos. El candidato ganador conquistó las elecciones con el 38% del voto, alrededor de 19 millones de ciudadanos. Si tomamos en cuenta que la población total de México ronda los 120 millones entonces estamos hablando de que el 10% de la población decidió el gobierno de todos nosotros.

Ignoro las motivaciones de los demás votantes, pero en mi caso el voto fue en defensa propia. Ninguno de los tres candidatos mayores me convencía como la figura presidencial que necesita este país. Sé de múltiples personas que pensaban de igual manera.

Que el 10% haya elegido a nuestro gobernante desbarata al discurso democrático. Que el presidente se haya elegido bajo el hecho de que no había nada mejor destruye toda ilusión de una democracia ética. Este sistema no está resultando ser la solución.

#4

En la Francia neoclásica, tan llena de proyectos y reflexiones sociales, se llegó a barajear la idea de un sistema de gobierno compuesto por un comité de intelectuales racionalistas que gobernarían basándose en principios éticos y lógicos para procurar un gobierno justo y equitativo. Este gobierno no descartaba la posibilidad de auto gestión y enriquecimiento por parte de los individuos, pero si vigilaría que esto no propiciara el empobrecimiento de otros. Esto lo ubica en una posición alejada del capitalismo tardío pero también lejos del socialismo europeo.

Este posible sistema de gobierno se proponía por una sencilla razón: El pueblo, recientemente liberado de la monarquía y viviendo a través de una República, no estaba preparado para elegir a sus gobernantes.

Es verdad que esta propuesta utópica presenta nuevos problemas, algunos en extremo severos por su inocencia ¿Cómo elegir a los miembros de este comité? ¿Cómo determinar a los que son indicados para ser parte? ¿Qué es un intelectual? ¿Cómo gobernarían? Pero me sirve para imaginar posibles formas de gestión que no se basen en un discurso retórico y hechizo como el de la democracia.

En México, si bien no hemos estado bajo el yugo de una monarquía desde hace ya 200 años, es evidente que seguimos sin estar listos para ejercer una democracia real. En nuestras manos la libertad es mal usada.

Esta idea pudiera indignar a más de uno al momento de leerla. Apologistas de la democracia y la libertad (o por lo menos la versión capitalista tardía del concepto) posiblemente están pensando en múltiples contrarréplicas apasionadas que seguramente contendrán numerosos puntos válidos. Pero observemos la pasada situación electoral de nuevo.

Los candidatos presidenciales sedujeron al pueblo apelando a su apetito mediático, o a su sensibilidad telenovelera, por un lado. O, por el otro, explotando resentimientos y obsesiones en su mayoría heredadas, alimentando un hambre por una figura mesiánica y peligrosa. O bien empleando una retórica feminista tan vacía de discurso que se asemejaba más al machismo. Tres payasos entreteniendo al publico asistente en el circo. No caigamos en el autoengaño diciéndonos que no había de otra, son los tres candidatos que merecíamos. Nosotros fuimos los que nos dejamos seducir por estrategias dignas de una película de comedia. De nosotros surge la cultura que estos tres candidatos han explotado.

Arrastramos la democracia de la misma manera en la que se intenta revivir a un muerto: Con fe de que puede suceder.

El filosofo eslovaco Slavoj Zizek lo plantea de manera clara en el documental de la BBC ‘Thereality of the Virtual’ (2004) al señalar que el ideal democrático se ha transformado en un sistema de creencias y en una entidad virtual a la cual buscamos revivir (como si alguna vez hubiese estado viva), buscamos no decepcionar y por lo tanto suspendemos nuestra descreencia en la esperanza de que, como pueblo, podamos funcionar.

#5

¿Cual es la solución entonces? Es tal vez el momento de plantearnos la posibilidad de que no hemos encontrado un sistema de gobierno efectivo.

Tal vez sea momento de considerar lo trazado por los neoclásicos franceses, o bien por revisar el sistema en el que se pretendían basarse: El senado de la República romana, sin el autoritarismo de un emperador (irónicamente esto se pensaba en tiempos donde Napoleón regia).

El senado romano era un grupo de representantes civiles integrados no por políticos histriónicos, sino por filósofos, maestros, pensadores, ciudadanos distinguidos y militares. Un verdadero representativo civil que incluía visiones desde todos los puntos a cubrir por un gobierno. Asegurar que esa es la manera en la que se opera en la actualidad, con nuestras cámaras de senadores y diputados (que son el hazmerreir internacional), es deprimente.

#6

No sabemos gobernarnos, no sabemos qué necesitamos como entidad social y cultural. No sabemos lo que es mejor para nosotros. Necesitamos que se nos eduque como pueblo, que se nos enseñe que podemos hacer con nuestra identidad y recursos. Necesitamos ideas vitales, cambios de paradigmas, elementos naturales en la mentalidad joven.

Ninguno de los tres partidos mayores contiene estos elementos. Ninguno.

Pienso en el gobierno ideal como un salón de clases, donde una figura docente es la encargada de educar y moldear a los niños para que exploten sus conocimientos y habilidades de la mejor manera. Obviamente, en nuestra posición de alumnos, se requeriría que pusiéramos atención, obedeciéramos al maestro y cooperáramos entre si. Una mente aguda podría detectar esto como una tiranía. Una aun más aguda sabría hacer a un lado la moral retorica comprender al término como una especie de patriarcado  benevolente.

¿Le parece una idea horrible e irresponsable?

Pienso lo mismo del gobierno mexicano y sus partidos políticos.

 
 

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