La funcionalidad del arte
Luis Mercado
Lunes 28 de Enero de 2013

Para proponer cambios fundamentales en las dinámicas culturales de la región debemos empezar por destruir múltiples mitos sobre dichas dinámicas. Uno de los más grandes es la idea de que el arte es una actividad inútil. Idea que surge de nuestra naturaleza pragmática, la que nos ha permitido dominar el desierto y sobrevivir en el.

Pero el desierto, si bien no esta dominado (puede que nunca lo esté) ya no representa un reto tan grande como solía serlo.

Al hablar de un arte funcional bastantes personas podrían estar pensando ‘pero si la funcionalidad no tiene cabida en el arte’. Los modernistas (La cultura dominante de finales del siglo XIX hasta unas ¾ partes del siglo XX) dedicaron décadas a promocionar activamente a la práctica artística como algo desplazado de lo social, como algo bohemio, superficialmente contemplativo e incluso como una actividad exclusiva de un grupo de ‘iluminados talentosos’. La anticuada, elitista y destructiva idea de que el arte es solo para personas ‘cultas’ (No existe tal cosa) o ‘conocedoras’ (Esto no es necesario) se la debemos a ellos. Por desgracia esta idea aún sobrevive en numerosas partes de nuestro país.

A partir de mediados de los 70, al empezar de manera formal el posmodernismo (revisión critica del modernismo) se inician esfuerzos para promover un giro paradigmático en la apreciación artística, incluyendo la abolición de la idea de que el arte es una actividad practicada por metahumanos. Una de las estrategias para realizar esto es volver a una mentalidad existente hace siglos y erradicada en tiempos modernos: El arte es una actividad realizada por motivos funcionales.

¿Cómo es posible esto? ¿Qué de funcional pueden tener una pintura o escultura o fotografía?

Hagamos una revisión histórica breve.

Desde las primeras civilizaciones (Egipto, Fenicia, Grecia), el arte obedecía a una función primordial: como memoria histórica e insignias de orden. La alfarería, el tallado, la escultura y la pintura mural siempre relataban hazañas históricas, descubrimientos naturales y científicos o bien jerarquías políticas y religiosas, todo esto para configurar la identidad de los pueblos. Lo mismo sucede en toda civilización posterior, occidental u oriental. Incluso ocurre en el mundo pre-civilizado ¿O que son las pinturas rupestres sino identidad y bitácora?

No es sino hasta el Renacimiento que en la práctica artística empiezan a surgir los primeros ejemplos de un arte complaciente y narcisista, con la introducción de la obra firmada y del retrato de vanidad.

Si bien el retrato ya existía desde el pueblo egipcio éste tenia una función importante: Identificar a los líderes políticos y religiosos. De igual manera hay quien podría asegurar que el arte superficialmente contemplativo es introducido por la pintura de paisaje y no por el retrato, pero el paisaje tenia una función topografía y esquemática en el mundo antiguo y religioso, siglos después. El horizonte, después de todo, señalaba la creación de Dios.

El retrato de vanidad en cambio era encargado por figuras que no necesariamente tenían importancia política y religiosa. Bastaba tener el suficiente dinero y contactos para contratar los servicios del artista de moda. Esto ultimo es un punto notorio ya que señala el momento histórico en el que el artista se convierte en una superestrella. En esta época surge también el fenómeno del mecenazgo, lo cual implicaba financiar a los artistas por el simple hecho de ser artistas, distanciándolos así de las dinámicas sociales más comunes. Inicios de una apoteosis superficial.

Estos vicios se empeoran en los siguientes siglos, especialmente en el siglo XVIII con el Rococó donde el arte sirve como mero productor decorativo para las clases acomodadas y cuyas descripciones visuales solo se limitan a vanagloriar el estilo de vida pomposo de los adinerados. De aquí todo se complica.

A finales del siglo XIX y la mayoría del siglo XX el artista ya está posicionado como un ente especial e incuestionable de la sociedad. Su aura bohemia y soñadora lo ubica convenientemente en una postura ajena a cualquier cuestionamiento, muy similar a lo que es en efecto una estrella de rock.

En los 60 y 70 con la aparición de nuevos movimientos, en especial el arte conceptual y la nueva fotografía post-documental, se empieza a recobrar una característica histórica: El arte como engrane de las dinámicas sociales.

Es en esta época que, desde el arte, surgen meditaciones acerca de lo que es cotidiano, moral, culto o banal. Intenta reducir el valor inmenso que la mera estética adquiere en décadas pasadas y busca dar mayor importancia a la reflexión critica, insertándose como elemento importante en la práctica intelectual. Esto obliga al artista a dejar de lado la tradicional arrogancia artística (Esto es arte porque yo soy artista ¡Alábenme!) y a comprometerse intelectual y presencialmente con lo social después de siglos de realmente no hacerlo. Se implementan nuevos modelos de análisis y valoraciones en el arte que si bien a la fecha no han logrado abolir al mercado del arte (Esto es ya imposible) si proporcionan vías periféricas que nos permiten alejarnos de lo meramente mercantil y continuar subsistiendo. Esto obviamente no conviene al esteta modernista de antaño, tan acostumbrado a que nadie le cuestione y a sentirse un ente tocado por manos divinas.

El arte es hoy un termómetro de evolución cultural y un aparato critico que proporciona reflexiones que son fácilmente aprehensibles para el ciudadano y ofrecen alternativas de orden estético al sistema de texto o audio empleado por los canales de información tradicionales. El arte, de nuevo, vuelve a ser identidad y memoria activas. Vuelve a tener un papel dinámico en nuestra sociedad, más allá de decorar paredes de casas acomodadas.

Es curioso que alguien cuyo negocio familiar sea justamente una galería de arte comercial esté escribiendo estas líneas. Pero la intención no es sabotear inútilmente el mercado, sino señalar que hay alternativas periféricas válidas y útiles. En las ultimas tres décadas se ha democratizado el panorama artístico aceptando múltiples estrategias de operación. Hoy en todo el mundo galerías independientes, bienales, becas gubernamentales y privadas con reconocimiento internacional, colectivos y un sin fin de grupos artísticos constituyen efectivamente un ecosistema de creación artística que no está interesada en el mercado.

El arte moderno seguirá manteniendo su importancia. Pero es vital que sepamos que ya es tan solo una de las múltiples estrategias del arte.

 
 

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