En el seno de las instituciones, la labor de las secretarias ha sido siempre fundamental. Llenas de entusiasmo, dedicación y empeño, recorren los pasillos papeles en mano, altivas, coquetas, alocadas, y siempre con la sonrisa y ese su muy particular andar de reinas, día con día suman su voluntad para que las cosas salgan lo mejor que se pueda.
En este sentido, el Ciano no escapa a este esquema, y así a lo largo de sus ya más de 50 años y algunos días de vida, por la añeja institución de la Norman E. Borlaug, han colaborado centenares de guapas y dinámicas chicas, de todos los ámbitos sociales de la región, y también de otros estados de la república.
La foto que ilustra esta crónica, fue tomada en un restaurante, muy famoso allá por los ochenta, y que fue el marco de la despedida de una de ella, doña Tere Castillo de Muñoz, (la cuarta en la fila de las que están de pié, en el orden de costumbre) la cual se fue a residir a Tijuana.
En la foto, como cosa curiosa, se pueden apreciar algunos cuadros con fotografías de damas exóticas de los veinte, que adornaban este reservado El lugar, sí, era ni nada más, ni nada menos que “La Fonda de Genovevo”, cita en Puebla y Zaragoza, en el local que hoy ocupa una tienda de pinturas.
En la foto, empecemos por las damas de pie, en el orden de costumbre: Paty Topete, Martha Galaviz, le siguen Leonila Amparano, la festejada Tere Castillo de Muñoz, Norma Torres, la simpática Martha Jannette Miranda, por mucho tiempo secretaria de la Unidad de Divulgación Tècnica.Las cuatro últimas de esa fila, son: Sandra Luz Flores, Margarita Godinez, Lidia Moroyoqui e Irma Yolanda Gutiérrez Casillas.
Como se puede apreciar también, la foto fue tomada cuando las distinguidas compañeras del Ciano ya habían dado cuenta de la especialidad de la casa:”el chamorro” y “la sopa de médula”.
En el orden acostumbrado, las que están cómodamente sentadas, son: Lupita Arvizu, Maria Dolores Encinas, María Ruiz, y detrás de ella sin que logre notarse Elisa Pérez Rubio, Cecilia, Mari Carmen Bolaños, la Loyis Pérez Rubio, secretaria del buen Serafo Mendoza, Lupita Valdez, Laura, Malena Galaviz y la joven Norma, estudiante de Ciencias de la Comunicación, en el entonces vecino ITESM.
Sergio Anaya Mexía, en su ya mítico “Retrospectiva de Cajeme”, obra maravillosa que debe estar en cada uno de los hogares cajemenses, señala:
“La importancia del CIANO creció durante la década de los sesenta cuando empieza a hacerse común en las calles de Ciudad Obregón la presencia de becarios y científicos de todo el mundo que llegaban aquí a pasar los meses de la temporada triguera” (Pág.84).
Por supuesto, no sólo del resto del mundo venían técnicos, dada la importancia denotada por Anaya, digamos que también los técnicos nacionales, de la misma región, y del otro lado del país, también hacían maletas para llegar a Cajeme en busca de una oportunidad de trabajo, tras varios días de camino en autobús, y uno que otro de “raite” con amigos.
Cita Anaya nuevamente:”En otro orden de ideas, como dicen los buenos reporteros, algunas madres de Ciudad Obregón vieron con buenos ojos la llegada de jóvenes y prometedores profesionistas que se acercaron a sus hijas con la clara intención de solicitarlas en matrimonio”.
Finalmente, sentencia Sergio Anaya:”Así se unieron muchas parejas que hoy conforman honorables matrimonios donde el señor de la casa es un exalumno chapinguero que vino a esta ciudad en busca de trabajo y de esposa”.
Tal vez no sea exactamente así como lo plantea Anaya Mexía, pero vayan un par de ejemplos que afirman lo anterior.
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