Hablemos de humor
Jaime E. Mondragón
Lunes 25 de Febrero de 2013

“Lo bueno,  cuando es breve,  es doblemente bueno.  Así que gracias y buenas noches.”  De esta graciosa manera se presentaba en la TV el cómico uruguayo Juan Verdaguer,  un excelente charlista que sostenía que el éxito al contar chistes radica en dos cuestiones principales:  i)   tener buena memoria y   ii)   la esperanza que los demás no la tengan. 

Ese charlista insuperable tenía una cara grave que no regalaba una sonrisa ni por asomo.  Parecía  “muerto fresco en exhibición”.  Sus comentarios hacían que uno se desternillara de risa y Verdaguer no se inmutaba.  Con su seriedad característica esperaba a que cesara el acceso de risa de su audiencia para continuar sus relatos pletóricos de humor fino y sano.   “Conocí accidentalmente a una chica estupenda,  una de esas chicas que uno quiere llevar a casa para presentarla con los papás …   cuando los papás  no están en casa”,   decía con picardía en uno de sus célebres monólogos.  

En otro monólogo contaba de  “Una de esas chicas que gustan de platicar con soltura los pasajes más discretos de su vida.  Hacen  tan detallado y extenso el relato de sus aventuras,  que cuando lo concluyen ya uno forma parte de la vida de esa chica.”   En otro pasaje,  el cómico sostenía que   “en casa éramos tan pobres,  que la cigüeña no traía a los niños de París. Los traía del Reformatorio más cercano.  Es más,  la cigüeña no venía de París.  Ya vivía con nosotros”.   Dígame lector: ¿no es un humor exquisito?

El humorismo tiene expositores espléndidos en México.  Los hay que a la vena envidiable de lo jocoso aúnan finura y una cultura amplísima, logrando obras magníficas.  El más destacado en este complicado género,  creo yo sin ánimo de polemizar, es Marco A. Almazán,  autor de libros inolvidables entre los que destacan  “El rediezcubrimiento de México”,  “Episodios nacionales en salsa verde”,  “Cañón de largo alcance”,  “Pitos y flautas”y “La vuelta al mundo con 80 tías”,  aunque no puedo olvidar sus breves escritos de su “Consultorio de la tía Alma”,  que eran relatos breves que parodiaban con maestría la vida real de los mexicanos. Eran columnas periodísticas que no podían faltar en los consultorios médicos.

Por estar vigente,  muchas personas conceden a Catón el lugar de honor en literatura de humor.  Yo sigo prefiriendo a Almazán pero leo con mucho agrado  la columna diaria  “De Politica y cosas peores”, de Catón.  Catón es excelente escritor,  de finísimo estilo,  pero odio sus libros de historia por carecer de las obligadas notas referenciales.  ¿Como creerle a Catón sus atrevidas anotaciones históricas cuando no aporta referencias,  cuando no ofrece opciones al lector para corroborarlas?  He leído sus libros, con más de 800 páginas cada uno y no encontré en ninguno de ellos alguna nota testimonial o bibliográfica que valide sus opiniones.

Entre los brillantes escritores con vena humorística del siglo pasado,  no puedo dejar de citar a Artemio de Valle Arizpe con su obra suprema   “El Canillitas”,   aunque en otros géneros dejó huella inmarcesible (“La güera Rodríguez” e   “Historias, Tradiciones y Leyendas de Calles de la Ciudad de México”, por ejemplo).   Para leer a este que fuera muy culto y celebrado Cronista de la Ciudad de México es imprescindible tener a la mano dos o tres buenos diccionarios,   entre ellos uno de mejicanismos y otro de anacronismos.  Y pese a lo complicado de su estilo,  sobresale su ingenio y su ironía tan elaborada.

Con ingenio que le generó fama y fortuna rápidas, Hermenegildo L. Torres conmocionó al país allá por los años ...  ¿sesentas?.  No importa.  Tiene el incuestionable mérito de haber unificado a todos los mexicanos,  otorgando a cada uno su clasificación y credencial respectiva.  Creó el PUP (Partido Universal de Pendejos),  que logró la membresía más numerosa y entusiasta que cualquier organización,  de cualquier índole,  haya logrado en el país a lo largo de toda nuestra historia.   Quien se rehusaba a ingresar al PUP,  automáticamente pasaba a formar parte del PPYP  (Partido de los Pendejos y Presumidos).  

Este escritor se enriqueció a costa de los …   que le compraban sus credenciales,  libros y discos.  Hasta camisetas vendía en que se leía:  Soy miembro distinguido del PUP.  Hermenegildo sostenía al respecto de su clasificación que a nadie exluía,  que solos nos identificamos.  Proponía el autor:  grite usted  ¡¡Pendejo!!  en medio de una animada y concurrida reunión ...  y verá que todos voltean.  Nadie se salva,  según la filosofía de este singular escritor. La clasificación se volvió infinita y los libros,  discos y presentaciones de D. Hermenegildo L. Torres   fueron muy cotizados y lo hicieron hombre de fortuna.

Renato Leduc …este literato y periodista se cuece aparte porque su obra,   igual en poesía  que en prosa o periodismo,  era cismática.  Escarnecía personalidades,  costumbres,  creencias,  instituciones y eventos nacionales importantes.   Renato era un irreverente esférico:  lo era por donde se le viera y además,  lo era de tiempo completo  

Leduc era un poeta muyfino ... o vulgar en grado extremo. Era profundo ... o intrascendente sin dejar de ser un vate excepcional. Era también hombre de contrastes y de inveterada y cáustica ironía:  “Renato  ¿te quieres casar conmigo?”  –  le propuso formalmente la  “Doña”  María Félix,  entonces en el cenit de su fama.   “No,  María – contestó -  No quiero ser Renato de Félix.” 

En cierta ocasión, el  Leduc descarado que las tribus intelectuales veneraban,  se rehusó a develar un busto que las autoridades de la Ciudad de México hicieron en honor suyo en el parque central de Tlalpan,  rincón colonial y encantador de la Ciudad de México,  con el  irrebatible argumento de  “No quiero que los pájaros me estén cagando todo el día.”

¿Se acuerdan de los epigramistas Tomás Perrín y Francisco Liguori?  ¿Y de los caricaturistas El Chango Cabral,  Abel Quezada y Rius, entre otros muchos connotados y celebrados artistas de sus respectivas especialidades? ¿Han olvidado a  ¨La Familia Burrón¨,  del homenajeado Vargas? Esta historieta era un reflejo fiel de la vida de las vecindades populares de la capital de la repúblicaallá por los años cincuentas y sesentas.

¿Cómo no tener en sitio especial a Eulalio González, nuestro inolvidable  “Piporro”? Para los que somos de provincia y provincianos por vocación y decisión,  el recuerdo de Paco Miller y su muñeco ¨Don Roque¨  está asociado con ratos indelebles de alegría muy familiar ¿no es cierto?.Eran exponentes de humorismo fino, sano e ingenioso. 

Lo invito,  estimado lector, a hacer comparaciones de aquellos artistas del género humorístico con los cómicos actuales.  Y no es cuestión de decir que  “los tiempos pasados fueron mejores”. Simplemente,  los humoristas de entonces eran superiores a los que están en moda.  Aquellos no requerían de groserías ni apelaban al morbo y la pornografía para desempeñar su importante labor artística.

Algunos excelentes humoristas se quedan en el tintero,  como Cantinflas,  Manuel Medel y Joaquín Pardavé, los grandes entre los grandes de todos los tiempos de la farándula en México.   Los dejo pendientespara una ocasión próxima, 

Pero dejando la solemnidad a que obligan esos personajes ¿Quién no recuerda con simpatía inmensa los ratos estupendos que nos hiciera pasar el Maestro Jiménez con  “La Picardía Mexicana”,  sin duda el libro más prosaico y vendido en toda la historia de México?  Déjeme decirleque cuando estudié en Inglaterra me escandalizó saber que era texto en las clases de Sociología y Antropología social Latinoamericanas.

¿Cómo olvidar a Chava Flores,  con sus creaciones inigualables de crónica musical?  No amenazo, estimado Lector, pero hay material abundante para seguirle. Cuestión que me tenga paciencia y tolerancia. No le pido más.  Ni le pido fiado porque todavía está lejos la quincena.

 M.N.I. Jaime E. Mondragón M.

 
 

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