La iglesia de St Peter, en Woolton, no es uno de esos lugares capaces de convocar por el paisaje. Pese a eso, a través de la callecita adoquinada y de aire melancólico que lleva a ella el tránsito de turistas es incesante. Los viajeros llegan durante todo el año desde lugares remotos y resulta difícil, a simple vista, adivinar sus motivos. Hay que acercarse más hasta el viejo edificio de ladrillos a la vista para entenderlos.
En una de sus paredes, la construcción -por todo lo demás modesta y coronada por un cielo siempre brumoso- muestra una placa que señala que es en ese preciso lugar, en ese suburbio de Liverpool, donde se encontraron por primera vez, un poco de casualidad, John Lennon y Paul Mc Cartney, destinados a convertirse en el dúo de compositores más importantes de la música popular del siglo XX. De ese encuentro, ocurrido en el marco de una fiesta parroquial con concierto incluido en los jardines de la Iglesia, se cumplieron el último sábado 50 años.
El acontecimiento, que por estos días es celebrado por fanáticos del grupo en todo el mundo, seguramente pasó desapercibido para la mayor parte de los vecinos que asistieron a la fiesta medio siglo atrás. Una típica fiesta de pueblo que comenzó con una procesión y que terminó con la actuación de un modesto grupo de skiffle (el ritmo de moda) integrado por un puñado de chicos de entre 14 y 16 años que tocaban guitarras baratas, confiaban los bajos a una caja de té y el ritmo a una tabla para lavar la ropa. Si: uno de esos chicos, desaliñdo y más abnegado que talentoso, era John Lennon.
Vestido con un saco blanco, una camisa rosa y pantalones ajustados, a la usanza de la época, Paul Mc Cartney era uno de los que se había mezclado entre el público y no buscaba ni a Lennon, ni a un socio para convertirse en parte de la más destacada sociedad de compositores del siglo. Buscaba chicas.
Juntos forjaron aquella tarde un acontecimiento en apariencia banal, pero de enormes consecuencias musicales y culturales, cuando finalmente se encontraron en el salón de la iglesia para intercambiar canciones después de ser presentados por un amigo común.
Los entendidos no dudan en calificar el encuentro de Lennon y Mc Cartney como un punto de inflexión en la historia de la música popular, ya que a partir de él se generaría una particular química entre las personalidades, tan distintas, de Lennon y Mc Cartney.
Abonada por la competencia entre ellos y las presiones de la industria discográfica, esa sociedad daría al cancionero universal una lista de títulos imperecederos, de esos que, aún sin conocerlos, cualquiera es capaz de tararear. Desde "Hey Jude" a "A Day in The Life". Desde "Yesterday" a "Strawberry Fields".
El encuentro
Por supuesto que no fue casual que hace 50 años Lennon y Mc Cartney se encontraran y era de esperar que, en una ciudad chica como Liverpool y formando los dos parte del incipiente ambiente del rock'n'roll pueblerino en algún momento iban a coincidir.
Lo hicieron finalmente el 6 de julio de 1957. El programa anunciaba una procesión y la actuación de un grupo de skiffle: The Quarrymen (algo así como Los Picapiedras). En ese grupo tocaba John Lennon junto a Ivan Vaughn, un compañero de la secundaria que invitó a Paul McCartney a escucharlos.
El skiffle era un ritmo de popularidad efímera que había impuesto el cantante Lonnie Donegan. Y era tan fácil de tocar que animó a muchos adolescentes a salir a hacer música cuando apenas sabían ejecutar un instrumento.
Según recuerda el asistente de The Beatles Peter Brown, en su libro "Una Biografía Confidencial", aquella fiesta había comenzado con un desfile por la calle tras lo cual hubo una feria con puestos improvisados donde se vendían tortas caseras y pasteles de riñón. Esa tarde, cuenta Brown, los Quarrymen compartieron escenario con un grupo... de perros amaestrados de la policía. Y un joven Lennon de 16 años reincidió en su costumbre de equivocar las letras de las canciones que aprendía escuchando la radio.
El final de la velada encontró a Mc Cartney sin compañía y a Lennon algo excedido de alcohol, según el relato que ambos hacen en el libro "Antología".
De aquel encuentro, dice Lennon: "Lo conocí a través de Iván. Por lo visto, él sabía que Paul siempre andaba intercambiando música y pensó que sería una buena adquisición para el grupo. Y un día que estábamos tocando en Woolton lo trajo. Los dos nos compenetramos muy bien (...).Hablamos después de la actuación y vi que tenía talento".
Lennon reconoce que dudó entre seguir siendo el líder absoluto de su proyecto o sumar a alguien que le iba a plantear una competencia que con el tiempo se revelaría por demás fructífera. Y concluye "en lugar de decidirnos por el individualismo elegimos la formación más fuerte: iguales".
Sobre el mismo encuentro opinó McCartney: "John estaba un poco borracho. Todos estábamos un poco borrachos. Yo pensaba "¿quién es éste?". Pero a él le gustaba lo que yo tocaba. The Quarry Men alucinaron cuando vieron que conocía las letras y los acordes y podía cantar. Gracias a eso entré en los Beatles".
Los relatos de aquella tarde coinciden en destacar que Mc Cartney tocó algunos temas de Little Richard y Gene Vincent y logró impresionar a los demás, que a los pocos días lo invitaron a integrarse al embrión de lo que se transformaría en Los Beatles. George Harrison y Ringo Starr llegarían más tarde, para completar la formación del cuarteto.
La química
Hasta allí la anécdota. A partir de ese momento, la química. Esa conexión para el trabajo que iba a ser la base de la creación de Lennon y Mc Cartney y que los iba a convertir en el dúo de compositores más importante de la música popular del siglo XX.
¿Qué los hacía distintos? Para Mark Herstgaard, autor del libro "A day in the life", escrito en base a la escucha de centenares de horas de grabación de sesiones en los estudios Abbey Road nunca editadas, el primer elemento que los diferenció fue su voluntad de conformar, desde el principio, una sociedad de autores. Una aspiración a contramano de las tendencias de la época, en la que los músicos populares más exitosos, desde Elvis a Sinatra, interpretaban temas ajenos.
Influidos por la escuela de los músicos de blues y rock'n' roll negros de la década del '50, cuyos discos llegaban al puerto de Liverpool, Lennon y Mc Cartney conformaron desde le principio un equipo para componer, donde la afinidad y la competencia se combinaban para sacar lo mejor de cada uno de ellos.
"Desde los primeros días que pasaron juntos, John y Paul fueron rivales, además de amigos, competidores además de de socios, críticos además de compañeros del alma", dice Harstegaard.
Para describir la naturaleza de esa particularidad sociedad, el productor George Martin invita a imaginar a "dos personas tirando de la misma cuerda, sonriéndose y tirando con todas sus fuerzas. La tensión entre ambos generaba el vínculo".
Lennon reconocía que siempre había una competencia entre los dos con el objeto de obtener la cara A de los singles. Y esa competencia fogoneaba una veloz progresión musical ayudada por otros elementos: la presión impuesta por la industria discográfica, la urgencia, el límite de canciones que imponía el formato del álbum de vinilo y las sensibilidades diferentes y complementarias.
"Mc Cartney era un pájaro cantor con un instinto especial para la melodía, los ritmos percusivos y los sentimientos edificantes. Lennon era un poeta cuyas canciones tendían a los ritmos extraños, las líneas melódicas de una o dos notas y una perspectiva más absurda de la vida", dice Herstgaard, quien agrega que estas diferencias permitían que correspondieran a Mc Cartney las composiciones "mainstream" como "Michelle", "Yesterday" o "Yellow Submarine", mientras Lennon era el autor de "manifiestos filosóficos sonoros" como "Tomorrow Never Knows" o "Revolution".
La colaboración entre los dos permitía que las tendencias se equilibraran e impedía que llegaran a extremos que se evidenciaron en la época post beatles, donde siguieron escribiendo canciones, pero menos perdurables.
George Martin es uno de los que pone el acento en la importancia de la colaboración y de las condiciones en las que se trabajaba, sobre todo en los primeros tiempos: bajo presión y sin reglas.
Se componía en cuartuchos de hotel y en la caja de la camioneta que los trasladaba de show en show. En los sets de filmación y en el preámbulo de una entrevista.
El propio Martin asegura que inicialmente no le impresionaron las canciones del dúo, que desde el primer día de trabajo en los estudios de Abbey Road, dejó en claro su propósito de grabar temas propios, muy a pesar del propio Martin.
Este afán ya estaba presente en las primeras sesiones en las que Lennon y Mc Cartney se fugaban del Liverpool Institute, donde estudiaban, para componer canciones en la típica casita obrera de Paul. Allí, cada página era coronada por una leyenda que podía sonar algo pretenciosa: "una colaboración de Lennon-McCartney".
El tiempo les dio la razón y las canciones del dúo son hoy clásicos indiscutidos, revisitados con frecuencia por músicos de todos los géneros y capaces de haber conectado con el inconciente musical colectivo y reflejado el espíritu de su tiempo.
De ahí la importancia que le atribuyen los seguidores de The Beatles a aquel encuentro ocurrido hace 50 años. Porque, como dicen George Martin, si no se hubieran encontrado, hubieran sido compositores "buenos pero no geniales".
A partir de la colaboración, abunda Martin, "fueron los Cole Porter y George Gershwin de su generación, de eso no cabe duda. Alguien los comparó con Schubert, lo que suena un tanto pretensioso, pero estaría de acuerdo con ello en tanto en que su música era perfectamente representativa de la época en que vivían".
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