“A pesar de tener solo un brazo… agarra como si tuviera cuatro”, dicen con admiración y respeto quienes le conocen.
¿De quién estamos hablando?
Sí: de don Pedro Barbosa, un gran hombre que, superando a la adversidad y la pobreza, hizo del béisbol una pasión, además de convertirse en un exitoso empresario mayorista de frutas y verduras de Nuevo León.
Pedro, representa una significativa y muy gratificante historia de vida.
Luchó desde joven por fincar a través del esfuerzo su futuro, formó una gran familia y hoy, a sus 78 años de edad, le caracteriza la virtud de servir a los demás.
Ahora que le conocí en Monterrey, sentados cómodamente en su palco en el estadio de los Sultanes, le pregunté sobre su logro más importante en su vida.
“Bueno, los momentos siempre a un ser humano y con aspiraciones de ser alguien en la vida, se dan, especialmente si se tienes dedicación y empeño para vencer cualquier adversidad, como es mi caso por haber perdido mi brazo izquierdo a los once años de edad”.
Pedro Barbosa nació el 14 de abril de 1929 en San Isidro, Coahuila, entonces una congregación de unas 20 casitas, por lo que fue registrado en San Pedro de las Colonias de aquella entidad norteña.
La historia de su infancia nos dice que además de jugar pelota con los niños del lugar, trabajaba en labores del campo en la siembra y cosecha de algodón, cuando un día, a sus once años, perdió su brazo al caer accidentalmente a una noria.
Recuerda que en su niñez en la que jugó mucho béisbol no conocía más allá de un círculo de cinco-seis kilómetros a su alrededor. Su primaria la hizo en Torreón y luego regresó a su hogar.
Por ello, al ver que “no había nada qué hacer ahí en su pueblo”, a sus 16 años de edad decidió buscar nuevos horizontes y fue así como en 1946 llegó a Monterrey con un morral de ixtle y dos cambios de ropa, de lo más humilde que pueda haber y con 30 pesos en su bolsa.
“Sin embargo Dios me dio esa suerte de trabajar. Pero todo culmina en una cosa: que no te sientas derrotado y tengas fe porque ésta mueve montañas, la que me sigue acompañando hasta ahora.
Cuando llegó a Monterrey, no sin ciertas vicisitudes, –dormía en el portal de una iglesia– y después de dos semanas por fin encontró trabajo con los hermanos Joaquín y Pedro Rubalcava, propietarios de un negocio de frutas al mayoreo y una vez que jun tó algo de dinero se trajo a su familia a su lado.
A pesar de no tener experiencia alguna en el ramo, pronto se le vio con todo el entusiasmo del mundo comprar mercancía al mayoreo por distintas regiones del país y para 1949 decidió independizarse mediante la venta del plátano y luego el aguacate…y mire usted… ¡sin tener bodegas!
Pero su tesón y deseos de salir adelante nada se lo iba a quitar, trabajando sobre banquetas y hasta en los alrededores del “Cerro de la Silla” entre las cinco de la mañana a las ocho d ela noche, esfuerzo que por supuesto al paso del tiempo le daría grandes satisfacciones económicas y de vida.
Como pelotero, también triunfó… y en grande:
Tres títulos de bateo
El poseer un solo brazo no le fue impedimento para seguir jugando béisbol, volviéndose un pelotero muy valioso con los equipos donde vio acción como primera base y la prueba fue la siguiente:
Fue tres veces campeón bat: primero en 1948 con el equipo Rubalcava Hermanos; repitió en 1951 con Fibras Mexicanas (.359) y luego ¡a sus 46 años de edad! en 1975 con Aduana Sección 27, promediando .475.
De esa época, Pedro no olvida aquellas giras de fin de semana de los años 50´s y 60´s que realizaba su equipo por el Valle de Texas, jugando en ciudades como San Antonio, Corpus Christy, Farr, Misión, Austin, Dallas, entre otras poblaciones. También fue a jugar a Oaxaca, Puebla, Veracruz y otras entidades.
Jugó algunos años en la Liga Otoñal de Monterrey, de nivel abierta y semiprofesional donde veían acción equipos de esa capital, Saltillo, Cadereyta, Reynosa, Cd. Victoria, Matamoros, General Terán y Edinburgh, Texas.
Añora ese circuito dirigido por don Joaquín González y donde se vio jugar a Felipe “Clipper” Montemayor, Rodolfo “Mulo” Alvarado, Luis Tiant, Rogelio Fernández, Camilo Estévez, Humberto García, Jaime Serna y muchos más.
En 1955 y 56 los Tigres de Alejo Peralta le hicieron una oferta para jugar, pero rechazó la invitación que su negocio de frutas iba en plan ascendente.
Gira con los Sultanes
En 1962 luego de que los Sultanes fueron campeones comandados por Sungo Carrera, se organizó una gira del equipo por el Pacífico de México para jugar en plazas de Nayarit, Sinaloa y Sonora….¿y sabe a quien invitaron?: ¡a Pedro Barbosa!
Al frente de esa gira de trece juegos estuvo Ray Garza Gómez ya que Carrera se había marchado a Miami, de tal forma que se enfrentaron a equipos de Santiago Ixchunitla, Tepic, Mazatlán, Culiacán, Los Mochis, Obregón y Guaymas.
Don Pedro, acude a la memoria:
Cita que a la gira no los acompañaron Tony Dicochea y Héctor Espino, quien había sido el sensacional Novato del Año con todo y sus primeros grandes números ofensivos, por lo que “no tuve más remedio que ser el primera base titular…”.
Con el equipo Sultán iban Alonso Perry, Jaime Corella, Vinicio García, Memo López, Juan Deliz, “Bronco” Rosales, Evelio Hernández, Art Burnet, “Rocky” Contreras, Tony Díaz, Juan Piedra, “La Gallina” Peña, Alfredo “Yaqui” Ríos, Rogelio Alvarado, Miguel Cuellar…
Esa ocasión se enfrentaron a una poderosa selección bajo el mando de Miguel “Pilo” Gaspar, compuesta por jugadores como Ronnie Camacho, José “Pasitos” Echeverría, Armando Murillo, Roberto “Chamaco” Vea, Fernando Remes, Memo Frayde, Arturo Cacheux, Jesús Robles, César “Oloroso” Gutiérrez, Blas Arredondo….
Al terminar la gira donde en cada juego la afición manifestaba su admiración por su excelente forma de jugar y batear, recibió invitación de los Ostioneros de Guaymas para que jugara el siguiente invierno, lo que no aceptó.
Antes, durante su estancia en Tepic, las autoridades municipales lo habían nombrado “Hijo Predilecto” y le otorgaron las llaves de la Ciudad capital.
¡Compró al Aguila!
En 1974 don Pedro Barbosa vivió otro momento culminante: ¡compró al cubano Pablo Machado al Aguila de Veracruz!
Al tradicional equipo se lo llevó a Aguascalientes y en el 78 los Rieleros se coronaron campeones, el único en su historia en la Liga Mexicana.
Esa temporada Horacio Piña lanzó su juego perfecto y Vic Davalillo fue el campeón bat para de ahí hacer el retorno a Ligas Mayores.
En un Salón de la Fama
Pedro alcanzó el privilegio de haber sido inducido en 1991 en el Salón de la Fama Latinoamericano de Laredo, Texas, recinto que a la fecha tiene entronizadas alrededor de 185 personalidades del deporte.
Considera que ocupar ese nicho de oro fue para él una gran satisfacción porque ese año también se inmortalizó a Beto Avila y “Cañitas” Moreno, entre otros atletas de diversas disciplinas deportivas.
Estima que su dedicación, entrega y trayectoria en la pelota le permitió ganarse una amplia valoración de los electores de ese recinto “y pues se me hizo justicia, además de que dicen que nadie es profeta en su tierra”.
Hoy, vive feliz sus 58 años de matrimonio con su esposa Concepción Escalante Cruz y sus hijos Dora Leticia, Rosa, Pedro, José María Concepción y María de la Caridad.
A sus 78, sigue en activo cubriendo como siempre magistralmente la primera base en juegos sabatinos de softbol con “Los Amigos del Béisbol” integrado por cronistas y aficionados de Monterrey.
¡Qué más podemos decir?
Felicidades, felicidades, don Pedro; es un usted una legítima y enaltecedora historia de vida.
jarubio@guaymas.uson.mx
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