Entrar a un centro de apuestas (casino) es insertarse en un mundo vacío de la ambición por el dinero fácil de la que es difícil salir si el espíritu también se encuentra vacío.
Cada una de las maquinas apostadoras tiene una computadora interna que registra y es programada por la mano humana y lógicamente por la intención humana.
Este solo hecho demuestra que no es confiable entregar dinero a cambio de que un software que supuestamente tiene cierto número de probabilidades para presentar una opción ganativa y entregue si es acertada a cambio una cantidad de dinero una o más veces superior a la depositada bajo la operación de una matriz matemática aleatoria.
Con otra explicación, dentro de cada máquina apostadora que se vienen fabricando por miles ante la expansión de los “casinos” en los últimos años en México, hay una ruleta igual que las ruletas de los casinos de Las Vegas en la que giran con una pelotita que rebota entres sus canales de color rojo y negro marcados cada uno con un numero a los cuales se les pone dinero o fichas para obtener un premio superior al apostado cuando la pelotita se estanca al detenerse la ruleta.
Esto pasa en todas las maquinas de juego, se inserta la tarjeta como en un cajero automático a la que se le depositan 400, dos mil, hasta 10 mil pesos y a chupar el dinero de un imbécil apostador.
La corrupción descubierta con el incendio del Casino Royale en Monterrey y con Roberto Gil Zuarth secretario particular de Felipe Calderón que consiguió dos permisos a Casinos a unas horas del 30 de noviembre de 2012 cuando dejaban la presidencia.
El gobierno ha entregado 27 permisos desde que la Ley aceptó la operación de Casinos y entre los beneficiarios se encuentran encumbrados políticos y sus parentelas como Carlos Hank Rohn, Manlio Fabio Beltrones con intermediarios, también ex funcionarios públicos, ex diputados, ex gobernadores y sus socios, y monopolios como Televisa.
Esta corrupción soborna a funcionarios de gobierno, a gobernadores, a alcaldes, al lavado de dinero y hasta a los mismos titulares de la Secretaría de Gobernación que es la que presuntamente debe sancionarlos, y nos delata que es falsa la inspección y fiscalización de los “Casinos” y que cada una de las maquinas no es confiable como si se le echara dinero a una caja metálica sellada y solo abierta por un judío cerrajero ladrón que al final de cuentas son los dueños o accionistas de los casinos.
A pesar de que legalmente no están aceptados en México los permisos para el juego de ruleta, naipes, el póker, la baraja como en los casinos de Las Vegas, las maquinas chupa tarjetas espulgan, extraen como vampiros la sangre económica de personas de la clase media y alta, enviciadas por el dinero de un juego de azar que como se explica no tienen confiabilidad, destruyendo la capacidad de flujo de efectivo que bajo circunstancias normales deberían invertirse en el consumo y ahorro y a la circulación monetaria regional.
En economías débiles como la de las poblaciones del sur de sonora que en gran parte sobreviven de las actividades primarias como la agricultura, pecuaria, pesca y con una alta participación de la economía informal, -ese sector desintegrado, no registrado, esporádico-, aceptar la operación de centros de apuestas es golpear dolorosamente la circulación monetaria que profundiza la falta de ingresos de la población que solo tiene su mano de obra para sobrevivir, generando desempleo y mayor pobreza, porque la clase media y alta con alto ingreso en vez de gastar en contratar servicios, comprar productos y generar empleo, lo deposita en grandes cantidades en los cochinos juegos de apuestas, engordando a millonarios capitalistas usureros sin escrúpulos propietarios de los casinos.