Ana María Cetto
Cristina Rascón Castro
Lunes 23 de Julio de 2007
La mexicana Ana María Cetto Kramis es la directora general adjunta y jefa de Cooperación Técnica en la Organización Internacional de la Energía Atómica.
La doctora en Física por la UNAM habla de la mujer en el mundo de la ciencia, la educación y el pensamiento científico, así como dela vinculación entre la ciencia y el desarrollo de las naciones.

Viena, Austria.- Nunca midas la grandeza de una persona por el tamaño de su oficina…”, la frase llegó a mi cerebro cuando entré a la oficina de Ana María Cetto, “sino por el tamaño de su sonrisa”, me dije al llegar al despacho de la directora general adjunta y jefa de Cooperación Técnica en la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), quien al verme enarboló una de las sonrisas más cálidas y transparentes que he conocido.
Mujer del Año (México, 2003), afirma convencida que “la educación científica requiere maestros bien informados, que entiendan lo que es la ciencia; que el planeta es como un libro, interminable de leer, y que los científicos no buscamos la verdad absoluta, sino conocer mejor la realidad”.

Ana María Cetto ha compartido dos veces el Premio Nobel de la Paz por su trabajo en el organismo de energía atómica y en el Consejo de las Conferencias Pug-wash.
Admira a Albert Einstein, como científico y como ser humano y por su labor social; a Joseph Rotblat por su firmeza, pasión y compromiso.
Estudió Física en los años sesenta porque, aunque le hubiera gustado, la UNAM no ofrecía la carrera de Geología en aquellos tiempos.

El pensamiento científico
La también secretaria general del Consejo Internacional para la Ciencia, ICSU (por sus siglas en inglés), además de presidir el Latindex (Sistema de Información sobre Revistas Iberoamericanas que ella ayudó a crear en 1996), comenta que el interés por la ciencia nació porque su padre, escuchando con profundo respeto sus preguntas infantiles, provocaba más interrogantes:

“Yo tenía mucha curiosidad por saber de qué estaban hechas las cosas, la materia viva y la inerte.
Una vez mi padre me dijo: ´Esta piedra está hecha de partículas chiquitas que se están moviendo todo el tiempo´… Electrones, aprendí más tarde. Pero con eso tuve para despertar mi capacidad de imaginación: ¡algo que no se mueve hecho de partículas que se mueven! Lo inmutable.”

Otra cosa que hacía estallar la imaginación de la joven Ana María eran los cortes hechos en las montañas en la construcción de carreteras: ahí estaba contenida la historia no sólo de suelos y superficies, sino de la vida de plantas y animales.
Con sólo tomar una muestra era posible descubrir cómo era la vida en otras épocas.

En ese sentido, Cetto recuerda que le gustaba imaginar todo lo que se podía investigar.
“El planeta es como un libro interminable de leer. Pero la naturaleza no es totalmente transparente, esto la hace más interesante. Los científicos no buscamos la verdad absoluta, sino conocer mejor la realidad. Ésta no se nos va a mostrar enteramente. Algo se va quedar ahí que no vamos a conocer del todo… Ahora resulta que quizá haya otros universos, eso nos abre nuevas posibilidades”.
Y aquí su sonrisa se volvió sagaz.

A mi mente llegaron los cuentos de saltos en el tiempo y universos paralelos de Borges, Cortázar y Murakami, así como algunos de los títulos inquisitivos de la obra y ponencias de Ana María Cetto:
De gatos cuánticos y amigos metacuánticos, Nuevas formas de teoría estocástica, Hacia una formulación causal de la mecánica cuántica, ¿qué onda con la luz?, ¿para qué sirve la física?, entre otras preguntas relacionadas con la materia, la luz, el pensamiento científico y la mecánica cuántica…
Al fin y al cabo, como propone el escritor Luis Felipe G. Lomelí, “el científico y el artista emprenden una misma búsqueda y un mismo viaje: el de la imaginación”.

La educación científica
Cetto, doctora en Física por la UNAM y con una maestría en Harvard, afirma categórica que “la educación científica hay que abordarla desde muchos ángulos. No hay una solución única. Se requieren maestros bien informados, que entiendan lo que es la ciencia, que hayan sido formados para pensar científicamente, cómo cuestionar, cómo analizar lo que dice un libro, cómo plantear preguntas, cómo orientar a niños y jóvenes a hacerse dichas preguntas y cómo responderlas. La formación del maestro es uno de los caminos más importantes para avanzar en la educación científica. Debe haber un cambio en el sistema educativo para que esté en condiciones de formar al maestro”.

La reconocida física, con muchos años de experiencia en formación de profesores, autora de libros de texto para nivel preparatoria con los temas de mecánica, física y luz, precisa que además de la escuela, el rol de museos, libros, centros científicos (me atrevo a sugerir también al sector privado) y las mismas organizaciones internacionales son importantes para atraer a la gente a encontrar respuestas a preguntas que no se han atrevido a formular todavía.

Disciplina científica y desarrollo
Al cuestionarle, ¿cómo conjuntar los mundos de la disciplina científica y el desarrollo?, la también miembro de la Third World Academy of Sciences (con sede en Italia) precisa que, sin duda, ligar la vida de trabajo científico con el compromiso social de cooperar con el desarrollo de los países en desventaja tiene un costo muy alto: como el artista, el científico vive un viaje a la imaginación que no es fácil detener.

Para trasladarse al mundo externo, agrega, para observar y conectarse con el entorno social sin dejar la investigación hay un solo secreto: trabajar más
. Desarrollar otras habilidades, ampliar las lecturas, aprender el discurso y conectar problemas y soluciones de la ciencia con el desarrollo.

“Es algo que sentía debía hacer, hay un fuerte llamado de responsabilidad social, pero ese proceso rara vez va acompañado de remuneración académica y pocas veces se da dentro de la formación académica. Mi interés por la investigación científica no se ha reducido por mi trabajo en el OIEA. Me doy algo de tiempo extra para investigar y pensar acerca del problema de la fundamentación de la mecánica cuántica, del origen del fenómeno cuántico, no es una teoría terminada.”

La doctora en Física señala que esa combinación de mundos intelectuales inició años atrás, cuando en la Universidad Nacional Autónoma de México sólo unos pocos, como Luis de la Peña, su esposo y colega, hacían trabajos de análisis sobre la relación entre ciencia, tecnología y desarrollo.

Comenta que había una escuela fuerte de investigadores latinoamericanos que vinculaban ciencia y tecnología con el desarrollo de los países, de donde Ana María absorbió lecturas y experiencias: Amílcar Herrera y Francisco Sagasti, por mencionar algunos.

“Esas lecturas me formaron el criterio y discurso necesario para después, en la Organización para la Educación, la Ciencia y la Cultura de Naciones Unidas (UNESCO) y otros organismos internacionales, lograr una buena recepción ante mi opinión y propuestas.
En ese entonces el ambiente estaba dominado por personas mayores de países desarrollados. Así que tuve que aprender a ser escuchada por esas personas, y para ellos fue una sorpresa encontrar una mujer joven de un país en desarrollo con quien pudieran dialogar desde puntos de vista diferentes.”

Las mujeres en la ciencia
La también miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), de la Sociedad Mexicana de Física y de la American Physical Society, al hablar de cuál es la posición de las mujeres en el mundo científico, afirma que las mujeres buscan ir más allá de lo establecido, identifican problemas que se deben resolver y luchan hasta que les acepta.

“Me parece que las mujeres rompen más paradigmas que los hombres, porque una mujer científica ya de por sí va contra lo establecido.
Cuando lo logras una vez, la siguiente ocasión te es más fácil o te planteas un reto más difícil de alcanzar y con eso te vas fogueando.
Esos pequeños éxitos te dan más ánimos y te van trazando el camino. La mujer tiene menos que perder o menos que temer. O tenemos más que ganar, porque hemos tenido menos”, indicó.

Como ejemplo mencionó a Alejandra Cortés, científica mexicana cuya iniciativa, a través del canal de la oficina de enlace del OIEA en México, concretó el proyecto sobre la caracterización de pozos de agua potable en Guanajuato.
Otro proyecto exitoso propuesto por una mujer en México, Francisca Aldape, fue el de evaluación y monitoreo de la calidad del aire en el Distrito Federal.

En el OIEA, dice la investigadora, las mujeres tienen una baja representación en puestos profesionales, sobre todo en disciplinas científicas, cuando se comparan las proporciones hombre-mujer.
También en el ámbito internacional, el número de graduadas en disciplinas nucleares es más bajo que el del género masculino, lo mismo que para la mayoría de las ciencias afines.

Premio Sor Juana Inés de la Cruz (UNAM, 2006), Cetto Kramis puntualiza que es muy probable que la falta de información acerca de las posibilidades de desarrollo en el campo de la ciencia sea un factor importante.
“Si la joven no visualiza mujeres en ese campo, si su entorno social le refuerza la idea de que las mujeres tienen poca movilidad (es el hombre quien cambia de trabajo y su esposa le sigue) y no se enfatiza que además de la academia hay otras áreas de trabajo, la joven científica potencial se desanima”.

Para ello la funcionaria internacional propone promover más las carreras científicas, mostrar en los medios dónde hay mujeres científicas trabajando, promover las prácticas profesionales (que enseñan la parte no académica de la ciencia y sus aplicaciones) y anunciar activamente las plazas disponibles en medios de acceso a mujeres estudiantes de disciplinas científicas.

El camino científico de AL
¿Hacia dónde va América Latina en el camino de la ciencia?, se le interroga, a lo cual responde:
“Latinoamérica no se ha puesto las pilas todavía, observando lo que pasa en el resto del mundo. En el campo de la energía, por ejemplo, como no les ha llegado la crisis energética, los países no se desarrollan al ritmo de China o India”.

A la pregunta acerca de si se debe invertir más en energía nuclear en la región, Cetto Kramis respondió que la conclusión de varios organismos es que es necesario invertir en todas las capacidades energéticas, en las más limpias que no causen problemas ambientales y que se compaginen con una economía viable.

“Esto incluye la energía nuclear, pero depende del país si es prioritaria o conveniente. En Brasil y Argentina, por ejemplo, conviene por lo ya invertido”.
Y agrega que, como parte de la preparación, se debería enfatizar la formación profesional y técnica, actualizando la currícula y programas de ingeniería nuclear en las universidades. La científica mexicana afirma que también sería importante incrementar la seguridad energética del país, para que no dependa del gas que se está importando, pues se podría utilizar la energía nuclear.

En ese sentido, enfatiza: “Pero yo no promuevo sólo la energía nuclear, sino todas las formas energéticas: la solar, la eólica, la hidroeléctrica.
Habría que realizar estudios pertinentes en cada país para establecer la conveniencia de cada forma de energía, el costo para el país, etcétera.
La energía es una inversión a largo plazo. Para que inicie su funcionamiento una planta nuclear necesita hasta 15 años. Es apremiante una buena planificación y a tiempo”.

En cuanto a los beneficios de las aplicaciones de la energía nuclear, Cetto mencionó la labor realizada todos los días en radiaciones, rayos X, lucha contra el cáncer, radiofármacos, control de calidad, nutrición, enfermedades contagiosas, agricultura, pesticidas, suelos, calidad del aire, técnicas analíticas de calidad del agua, entre otros usos.
Todas estas aplicaciones son apoyadas por Cooperación Técnica en el OIEA.

Ana María Cetto invita a los científicos de estas áreas a participar con sus propuestas de proyecto, por medio del canal de enlace nacional, así como visitar la página web del organismo (www.iaea.org/, www.tc.iaea.org/tcweb/default.asp), donde se expone información para prensa, investigadores y estudiantes, además de oportunidades laborales y prácticas profesionales en el organismo.

Sin duda, Ana María Cetto Kramis es una persona que nos inspira a plantearnos nuevos retos y a trazar un camino propio, sea cual sea nuestra especialidad.
Su imaginación como investigadora es ágil y sagaz; su preocupación por la enseñanza de la ciencia, así como la cooperación entre y hacia los países del Sur, genuina y transparente. Como su sonrisa. *Escritora mexicana y consultora. Maestra en Política Pública por la Universidad de Osaka (Japón). Autora de El agua está helada , Hanami y Cuentráficos . Premio Latinoamericano de Cuento “Benemérito de América” 2005. Ha trabajado como consultora para la OIEA en Viena.

Publicado en el suplemento Campus de Milenio, 19 de julio de 2007.

Cristina Rascón Castro
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