1ra. Caída
El inicio de esta semana tuvo como platillo de entrada un nuevo accidente en un autobús de pasajeros. Al igual que los demás acaecidos durante este año el factor común en todos ellos fue el exceso de velocidad por parte de los conductores. Diablos, irresponsables, incapacitados, gorilas al volante se les puede decir y en gran parte hay razones que sustenten tales aseveraciones. Las carreteras están hechas un caos asfáltico, ello causa accidentes y, es cierto, ello causa accidentes. Pero hay otro factor muy importante, el pasajero.
2ra. Caída
Cuando se viaja de una ciudad a otra, digamos Cd. Obregón – Hermosillo, si el camión hace más de tres horas el operador pasa a ser lento, tortuga, perezoso. Por lo general al subir en el autobús de cualquier línea, se encuentra la leyenda de “velocidad máxima 95 km/h” y a veces puede leerse un letrero electrónico donde se ve a cuantos kilómetros va (nunca excede el límite). Si eso fuese verdad ¿Sucederían tantos accidentes? Es muy probable que no ¿seguirían sucediendo accidentes? Claro que si. Pero es muy poco probable que un pasajero se levante a comentarle al operador el exceso de velocidad en que van, al contrario, se felicita al que llegue mucho antes de tiempo al destino esperado. Llegar sobre los límites establecidos, el riesgo no importa, la satisfacción de llegar 10, 15 o 30 min antes es cuestión de vida o muerte, a mayor velocidad mas posibilidad de morir y viceversa.
3ra. Caída
En nuestra caminar diario ¿cuantas veces chocamos hombro con hombro con otra persona y ni siquiera volteamos a ver de quien? Nos amontonamos con tal de llegar primero. ¿Es la velocidad con la que vivimos la culpable? En la película Crash (2006) se estipula que la velocidad con la que vivimos causa que nos colisionamos unos con otros con tal de tener contacto entre nosotros pues lo extrañamos. ¿Puede ser ello cierto? ¿Chocamos inconcientemente? No es tan inconcebible esa idea. Sabemos que el exceso de velocidad, conducir con el auto en mal estado, hablar por celular, prender un cigarro, andar ebrio, incrementan el riesgo de provocarlos y aun así lo hacemos. Pueden suceder percances por accidente en cualquier momento, pero por lo general, la culpa es nuestra. Podemos seguirle echando la culpa a las carreteras, al conductor, al clima, a la carretera, al que se atraviese en nuestro camino, pero la principal es que todos estamos inmersos en ese problema. Y de igual manera, esta en nosotros la prevención de ese problema.
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