Inculta cultura en Cajeme
Alejandro de la Torre
Sábado 18 de Enero de 2014

“Y alguna vez condecorarán al poeta por usar palabras
como fuego, como sol, como esperanza, entre tanta miseria humana,
tanto dolor, sin ir más lejos.”

Juan Gelman

Más que cualquier credo religioso, más que el camino del autoconocimiento enseñado por Buda o Confucio, más que cualquier doctrina política liberal, masona o socialista, la Cultura es la puerta a la libertad y a la liberación de los pueblos.

A la cultura no la han hecho Michelangelo, Beethoven, Picasso, Octavio Paz o algún ideólogo.

La cultura y su historia, y su influencia en la evolución de las sociedades y del Estado la hace ineludiblemente el pueblo. Y su devenir y desarrollo es inherente al pueblo. El Pueblo es el creador de toda cultura y de la cultura.

Pero la cultura como política del gobierno ha sido un artilugio de demagogia y engaño, ha sido entendida como las pinturas abstractas, como las óperas enfadosas de gordos barítonos y lánguidas sopranos, como los feos monos de la historia hechos estalactitas de metal, o como los bailables folklóricos de las secundarias o las cursis estudiantinas universitarias.

Ha sido una herramienta de manipulación política y gasto innecesario en aras de su promoción y oh paradoja, de la “incultura” del mismo pueblo.

Desde fines del siglo XX en México los gobiernos neoliberales se empeñan en meterle millones de pesos a Conaculta y a los festivales culturales, aparentando la difusión y promoción de la cultura cuando en realidad ha permeado el dominio de la peor etapa de enajenación televisiva y de la radio comercial, explotando la ignorancia y una educación mediocre en grandes sectores de la población, utilizando desde Raúl Velasco hasta Laura Bozzo, desde la música de “Menudo” y Pitbull, hasta las telenovelas estúpidas de televisa.

La promoción oficial de la cultura en los últimos años lleva además por si fuera poco una intención de llegar solo a una selectiva elite, absorbida por un sector muy reducido de personas para llegar a contratar por ejemplo en el Festival Tetabiakte a Eugenia León que cobra 200 mil pesos por cantar, o a la norteamericana Joyce DiDonato que no se pararía en el escenario del Festival Ortiz Tirado si no le abonaran 25 mil dólares a su cuenta bancaria.

Pero al Estado y a la clase en el poder desde luego que no le interesa que el pueblo libere los yugos que lo atan a la pobreza y a la explotación en las fábricas, por lo tanto no le interesa que el pueblo genere cultura y asimile la cultura porque lo haría comprender su triste realidad y desprender sus cadenas.

La Cultura libera porque genera sentido de pertenencia, definición del ser y por tanto del hacer, y el pueblo tiene que hacer su creación y su imperio que conllevaría a construir una sociedad desarrollada que no existe, al contrario la actual sociedad somete y despoja al pueblo y enajena la cultura para que sea un instrumento más de control político.

Universidades y gobierno se han empeñado en hacer una cultura insubstancial solo para las elites educadas, y sin embargo la amplia mayoría de la población segregada de ella, hace la cultura rudimentariamente pero a largo plazo se convierte en la sustancia fundamental de la cultura nacional y regional.

El choque cultural en Cajeme es entre los altos sectores económicos que promovieron e impusieron “la modernidad” y que lleva una cultura pragmática poco elaborada que tiene poco menos de 100 años, con respecto a los sectores populares y rurales que recogieron en parte tradiciones y actitudes culturales hibridas e influidas por la cultura indígena. -Esta cultura de las etnias yaqui y mayo que tiene 400 años-.

Evidentemente  la cultura indígena yaqui es de las más sustanciales del país y lamentablemente no es predominante en la cultura del empresario, de la clase agrícola y el pueblo mestizo que también una tercera parte trajo costumbres y hábitos tanto del centro del país como de Jalisco, Sinaloa o Chihuahua.

Con la cultura yaqui bastaría para desarrollar un bagaje cultural suficiente en Cajeme y el sur del Estado que fomentaría esencias y valores desperdiciados por sus habitantes y que tienen mucho que ver con la vinculación con los recursos de la naturaleza, la integración social y la cosmogonía yaqui que proyecta al ser humano.

La organización tramada y estructurada de la cultura y de las tradiciones indígenas regionales tienen una explicación a cada detalle y evento de la formación humana, construyeron causas y razones de su arte e interpretación del mundo y lo reflejaron en su coherencia y homogeneidad comunitaria y social, precisamente de lo que adolece la cultura mestiza urbana y moderna de la región causa de su desintegración, desvanecimiento y de sus problemas básicos como sociedad.

Promover bailes y música ranchera, rock pesado y pintores de ocurrencias, escritores y poetas de impresiones y no de esencias y traer cantantes y orquestas que cobran centenas de miles de pesos, es burlarse de la cultura y desligarse de su único creador, el pueblo.

Esa promoción de este tipo de cultura tiene como objetivo por lo visto, robarse el dinero y también derrocharlo.

Situación actual

La función cultural en Cajeme se encuentra casi por entero desligada de la esencia cultural indígena que permea e influye en la formación social y el ser cajemense.

La burguesía agrícola promovió un ser cultural individualista y con valores pragmáticos pero al mismo tiempo bajo una concepción católica rancia.

La generalidad de la población cajemense tiene los hábitos de hablar parco, del trato bronco y del pensamiento poco estructurado. Clase media y alta es afecta por lo tanto a la música de elaboración rustica con letra y melodía insubstancial. Muy apegada a la televisión y a los hábitos de consumo inmediato pero fuera de ahí, desapegada a la lectura o a la creación inclusive más elemental de arte.

Si no hay cerveza y carne asada no hay vínculo social mucho menos cultural.

Pero en el sector mayoritario de la población que es pobre, si existe por ejemplo un guadalupanismo acendrado o la idolatría por Judas Tadeo y por la alimentación vegetal sean los frijoles con queso, las tortillas y las legumbres básicas. Igualmente hay más apego por la familia, su defensa y vinculo barrial.

Por ello la función de la promoción cultural en los últimos gobiernos municipales ha reflejado el mediocre nivel cultural de los gobernantes-comerciantes que lo ven como algo de tercera importancia.

Hasta que llegó el cuentista Becker García.

Para septiembre de 2013 Becker convoca a un “Foro de análisis y reflexión sobre identidad y patrimonio cultural” a raíz de una propuesta de iniciativa de Ley que realizó el arquitecto Francisco Sánchez López y se encuentra en el Congreso del Estado, y de un reportaje realizado por el que esto escribe sobre la conservación y protección del patrimonio arquitectónico, histórico, artístico y cultural del Estado de Sonora –un patrimonio que se encuentra en franco deterioro y destrucción–,  reportaje publicado en varios medios de comunicación impresos y de internet que sirvió de base para formar un consejo sobre el tema y para presupuestar 3.5 millones de pesos de fondos que se pretenden gastar en 2014 presuntamente para alcanzar el objetivo de dicho proyecto.

A pesar de la marginación del autor y del proyecto original del arquitecto Sánchez López y de las ideas centrales contenidas en el reportaje, fue enfático el iniciador de la propuesta, al rechazar el proyecto de Becker, del monto de la inversión innecesaria y de la contratación de especialistas que cobraran caro y sin garantizar los resultados requeridos en la conservación del patrimonio cultural y arquitectónico en Cajeme. “Yo renunció, me deslindo y ya que hagan lo que les pegue su chin… gana” dijo el arquitecto.

Por lo pronto Becker anuncia en 2014 una consulta para hacer un Plan Municipal de Cultura pero bajo este esquema de oportunismo es poco probable logre lo que se requiere en este campo en Cajeme.

Alejandro de la Torre

 
 

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