ÁLAMOS.- Un requinto acompaña los versos de una rola escrita por José Alfredo Jiménez. La noche dispuesta, el escenario presto. Los versos escritos por el máximo exponente de la canción ranchera en México se dicen en género de rock.
Es el Festival Alfonso Ortiz Tirado en su 30 edición. Es Álamos, es el estadio de beisbol Carlos Rivera, es la música una puerta abierta a las emociones. Es el grupo sonorense Nuca jamás que soslaya los formalismos, los cánones.
Un grito, un brinco, el coro de los chavos que pisan el centro de la cancha donde de día corre la pelota. Aquí el canto alternativo, aquí el inicio de la fiesta, la prolongación de los sueños que se construyen cantando.
Omar Sáinz es el vocalista, y toca la guitarra, el requinto. Omar deconstruye los versos de la rola que todos hemos cantado: Quise hallar el olvido / al estilo Sonora / pero aquella redova / y el bacanora / me hicieron llorar…
El divertimento, se nota, es el hilo que conduce el proyecto de Nunca jamás. Por eso el baterista que es Max Arnold porta un sombrero que lo hace ver como un integrante del grupo de música norteña Intocable; por su parte, Pedro Verdez, quien toca el bajo, lanza un par de discos hacia la raza, y una camiseta que vuela y cae en las manos de un chavo quien también corea las rolas del grupo oriundo de Obregón, Sonora.
Y ya en el camerino, después de concluir su participación y en el preámbulo de que el próximo grupo, Tanque, se trepe al escenario, Omar Sáinz define los argumentos del nombre de la agrupación:
“El concepto del nombre salió porque al principio la banda, o por lo menos en lo personal, como compositor, los temas eran negativos, depresivos, y como que con el paso del tiempo fui teniendo un cambio y la frase nunca jamás es la máxima negación del español, del castellano, sin probabilidades, y al mismo tiempo es el nombre de la tierra mágica del cuento Nunca jamás, y a final de cuentas el concepto del nombre es que la vida es como tú la ves”.
Respecto de la concepción de la banda, sus propuesta musical, el vocalista concluye que ha ido mutando en cada uno de los discos, que ya son cuatro: “Empezamos con un asunto alternativo, luego nos fuimos al metal, luego hacia el hard rock, y los cuatro o cinco años que llevamos radicando en el DF, nos hemos concentrado en todo el asunto de la idiosincrasia, porque a donde quiera que vamos nos están diciendo que hablamos chistoso y nos preguntan de dónde venimos, por eso en el siguiente disco del cual hace rato tocamos una de sus rolas, queremos reforzar el tema de la identidad, hacer saber que somos una banda del noroeste, más allá de ser una banda del norte y en las letras del disco a salir se refleja. El concepto de la banda en este momento es seguir haciendo rock e incorporar elementos de lo regional y decir que se puede hacer rock desde Sonora, con tintes sonorense y que siga sonando a rock”.
Dice Omar que la propuesta de Nunca jamás es clara, y esta se basa en la diversión, “Porque las cosas están muy mal como para querer seguir deprimiendo a la gente, la cosa es dar fiesta y que se sienta el espíritu alegre, del norte, el espíritu pujante”.
Como cualquier banda que desea compartir lo que construye, Nunca jamás también busca el eco en los amantes de la música, no obstante el rock no aglutina a las masas. Omar lo dice, y al respecto hace sus conclusiones:
“El tener un nicho es perfecto, pero el rock es muy difícil en México, cuando la gente oye la distorsión se le cierran los oídos, se asusta, tal vez porque el rock está muy prostituido hoy en día, travestido, es una travestía en el asunto de que los carteles donde se anuncia un festival de rock duro amenizan Los ángeles azules, o Enjambre, y eso no es rock, no digo que éstas sean malas bandas, tienen propuestas buenas y muy válidas, pero eso no es rock, y mucho menos rock pesado. Eso nos lleva a un descontento por cómo se prostituye la imagen del rock pero no se respalda el rock. Nosotros nunca vamos a poder quitar esa distorsión que causa este género en la gente, pero nos gusta el rock, las guitarrotas que suenen estruendosas, y en eso estamos”.
Un requinto anuncia ya el próximo concierto. Las luces llenan el escenario. Los asistentes encienden sus pupilas, sus oídos.
Carlos Sánchez / sonarquevemos@gmail.com