Incluso el clima. Cálido. En ese tenor el concierto. En esa actitud: la gente.
Techi Gastélum es cantante. Y en La alameda, en el marco del Festival Alfonso Ortiz Tirado, en su 30 edición, está para acompañar con su mirada los cuerpos que persiguen el ritmo. Y con su voz contando historias de ese espectáculo acertadamente llamado Corazón en fuga.
La nómina de músicos, invaluable: Jorge Trewharta en la guitarra y bangio; David Mendoza con otra lira; Ringo García en el bajo; David Norzagaray en las percusiones.
Y sin éstos músicos, dice Techi, “Yo no sería nada”, pero, acota: “Sin ustedes, el público, nosotros no seríamos nada”.
El público entonces dispuesto a sentir los versos, los sones, la diversidad de notas cuyo origen es el caribe.
Así el día, partiéndose, y con el sol aplomo la interpretación musical. El baile de los niños que trepados en un brinca brinca encuentran la alegría acompañada de canciones.
El foro de La Alameda tiene la gracia y virtud de estar a la mano del transeúnte, de la señora que pasa al mercado de Álamos, y bendita suerte el encontrar el concierto, la voz de Techi: argumento precioso para dejar de andar y disponerse a sentir el ritmo en el cuerpo. Bailar como premisa, impostergable.
La universalidad del canto, los versos que interpreta un hombre nacido en Río de Jnerio, Brasil, Chico Buarque, aquí y ahora en la voz de Techi, Oh qué será.
Allá en el quiosco, el vendedor de cajeta que se tumba el sombrero y suelta los prejuicios, siente el ritmo y dice la alegría con los pies.
En La Alameda y a la hora que se consagra el sol Techi Gastélum canta: El son para que te asombres. La gente baila, el calor se dispone y la ciudad se deja abrazar. Es Álamos, un Festival.