El domingo del Festival es un día en el que desde temprano comienzan a llegar las familias a la plaza. Las exposiciones de arte plástico abundan, los comerciantes, los músicos y los eventos para niños. Fue un domingo de enero extrañamente cálido, de chanclas y bermudas.
A la una y media el atrio ya estaba lleno y no faltó quien creyera que iba a haber misa o preguntara quién se murió. Pero era el público que esperaba que las puertas se abrieran para la presentación del Ensamble Zephyrus.
Integrado por elementos de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, el Ensamble Zephyrus, que es un quinteto de alientos (flauta, oboe, clarinete, corno y fagot) abrió –curiosamente- con “Música de verano” de Samuel Barber (1956).
Compuesta específicamente para quinteto de alientos, esta obra de Barber está convertida en un estándar para esta agrupación instrumental. Escrita en un solo movimiento tiene características de rapsodia y destaca por su lirismo y contrastes con momentos de disonancia e intrincada rítmica. Es una música programática, esto es, quiere describir, evocar, en este caso el verano.
Y la sonoridad de los instrumentos comenzó a fluir suevamente por el espacio del Templo. Pronto la música hizo lo propio, estábamos en verano.
Algo que distingue a los eventos en el Templo es que a ellos asiste un público más diverso, a diferencia de las noches en el Palacio aquí abundan los niños y los jóvenes, así como los adultos mayores. Además por ser gratuitos resulta más fácil que se anime a entrar aunque sea por curiosidad alguien que ande pasando por ahí.
Siguieron los “Aires tropicales para quinteto de alientos” de Paquito d’ Rivera (1994) quien se mueve entre el jazz latino y la música clásica como si nada. Aires tropicales es una suite que incluye son, habanera, vals, contradanza, ritmos afro y algo de jazz. Empieza con Alborada, que es como un preludio, “la música de la mañana”, se subtitula. Hermoso resultó el Vals Venezolano, escrito a la manera de Antonio Lauro.
Era inevitable no moverse con el ritmo así como en la Contradanza. Otra pieza que integra la suite es Dizzyness, un homenaje al jazzista Dizzy Gillespie, la pieza más rica armónicamente de la suite.
Cerraron con el “Quinteto de alientos no. 2” de Miguel del Águila (1994) que fue la más refrescante sorpresa de la tarde. Una pieza en cuatro movimientos: Back in Time, In Heaven, Under the Earth y Far Away.
Cada uno resulta en una experiencia muy diferente. El propio compositor ha descrito brevemente: Back in Time es de un carácter primitivo y ritualista, In Heaven una relajada y estilizada danza caribeña, Under the Earth es oscura y trata sobre a muerte, y Far Away nos lleva a una escena de Oriente Medio. ¿Qué las une? Difícil saberlo, quizá nada.
Pero vaya que es todo un viaje, y el uso extensivo de técnicas extendidas para la creación de efectos especiales mientras discurren melodías, por ejemplo imitando instrumentos de percusión al golpear las llaves de la flauta, pone en aprietos a cualquiera. El público estaba realmente sorprendido, con sonrisa y cejas levantadas estuvieron y así se levantaron al final para regalar al Ensamble Zephyrus un cálido aplauso.
El Ensamble lo integran Raúl Garza Paz(flauta), Héctor Eduardo Fernández Purata (oboe), Hugo Manzanilla Victoria (clarinete), Michelle Lee Pettit (corno) y Ariel Rodríguez Samaniego (fagot).