Suena el piano. El aura colectiva construye la atmósfera. Instantes de paz dispuestos a la música.
El público revienta en ruido al golpear las manos. Porque la voz del tenor Ignacio Quijada les abraza cálido, tremendo en las notas de Solamente una vez.
Al finalizar la canción, el tenor cuenta que esta pieza compuesta por Agustín Lara no fue escrita para un amor: “La escribió para un cantante quien ante la muerte de su madre colgó los hábitos: decidió no volver a cantar y esta canción la interpretó en su último concierto”.
Ignacio Quijada canta al compás de las notas que construye al piano David Camalich, en Tarde de boleros, al interior de Casa de la Cultura María Félix; en el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado (FAOT).
Aquí, en el curso del concierto, se cuenta la historia de la música, de esas canciones que se quedaron en el colectivo social, las que tarde que temprano cantamos o tarareamos, o simple y llanamente, como hoy, escuchamos.
Consuelo Velázquez se hace presente en la voz del tenor. Bésame mucho llena el espacio; con prudencia feliz el público corea los versos, el tenor desde su garganta provoca que el viento se cimbre.
Un viejo amor es la melodía que convoca a la nostalgia, hace que los cuerpos se conviertan en el símil de un oleaje, los espectadores cantan, bailan de a poquito con el movimiento de su dorso, despacio, improvisando una coreografía sutil.
Tarde de boleros se queda en el corazón de los asistentes. Ignacio Quijada es un profesional que ilustra no sólo a través del canto, lo hace también en su oratoria, en la exposición de la historia sobre esas canciones entrañables.
Tarde de boleros en Casa de la Cultura. Un aplauso que se prolonga y cuyo sonar levita en la ciudad.