¿Qué decir que no se haya dicho o escrito acerca del asesinato de Luis Donaldo Colosio?

Esta semana al acercarse el vigésimo aniversario del crimen en Lomas Taurinas los medios de comunicación, en especial la prensa y los portales informativos de Internet han difundido un cúmulo de información que parece suficiente para decir que el tema ya se agotó.

Y el punto más reiterado es el referente al o los posibles implicados en el crimen. La teoría de la conspiración sigue prevaleciendo como la más creíble de las versiones. Son muy pocos quienes ven a Mario Aburto como un criminal solitario movido por una fuerza interna -sicótica, esquizofrénica, megalomaniaca?-

Es mejor trabajar sobre la hipótesis de un complot porque así conviene a la imaginación colectiva, pero sobre todo porque parece ser la versión más objetiva y probable. ¿Quién cree ahora que León Toral actuó solo cuando planeó y ejecutó el asesinato de Álvaro Obregón? La respuesta es la misma para quienes piensan en Aburto como el asesino solitario.

Todas las conjeturas llevan a un grupo que podría ser el círculo íntimo de Carlos Salinas de Gortari y su eminencia gris, José Córdoba Montoya, o en términos más generales, la "nomenklatura" del sistema priista.

Veinte años después seguimos en las mismas, con estas hipótesis y con la convicción de que nunca sabremos la respuesta al misterioso caso de un magnicidio que aún duele al país.

Este 23 de marzo se vuelve a recordar el asesinarto de Luis Donaldo Colosio con la misma demagogia de los últimos veinte años, un pretexto para "humanizar" el poder.

Los mismos lamentos, las mismas caras de tristeza fingida o real, el mismo discurso que pretende convencernos de una convicción que nunca existió: la promesa oficial de investigar "hasta las últimas consecuencias".

Tampoco han cambiado las condiciones del  que describió el malogrado candidato. .

México aún sigue hambriento de justicia y permanece la arrogancia y arbitrariedad del poder que él denunció en su histórico discurso. Todo sigue igual en el caso Colosio.

Veinte años no es nada.