Clases al maestro Guardiola
Roberto Morales / Efe
Martes 29 de Abril de 2014

MUNICH.- El Real Madrid impartió una lección futbolística para fulminar la maldición de Múnich, asestar la derrota más dura de la carrera a Pep Guardiola y alcanzar, doce años después, la gran final de Liga de Campeones, con Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo impulsando a su equipo hacia la deseada Décima.

Carlo Ancelotti lo volvió a hacer. En un terreno talismán en su carrera repitió triunfo ante el Bayern, el vigente campeón y señalados por todos a inicio de curso como gran favorito. El italiano fulminó una nueva maldición. Lo hizo con la alemana vapuleando al Schalke en su estadio y lo repite en Múnich donde el Real Madrid nunca ganó en su historia. El estreno fue a lo grande.

Nueve derrotas y un empate daban forma a una leyenda negra pero el fútbol no entiende del pasado y vive del presente. Al Allianz llegó un Real Madrid que fue equipo en mayúsculas. Unidos en el esfuerzo defensivo, para anular espacios. Comprometido en la lucha con una fe ciega en sus posibilidades. En el Santiago Bernabéu había encontrado el camino para dañar al fútbol de Guardiola. Lo convirtió en autopista.

El tanto de la ida era un factor a favor. Había que superar el inicio en tromba del Bayern empujado por un ambiente imponente. La afición alemana no paró de empujar pero sus jugadores se chocaron con un muro. La entrada de Müller buscó añadir más verticalidad al toque pero los madridistas sabían bien como defenderse. Con ayudas continuas a los laterales -Carvajal y Coentrao-, los centros desde los costados no hicieron daño. Pepe y Sergio Ramos inconmensurables por arriba. La seguridad defensiva era la base para lanzar un fútbol directo y letal.

Con Bale en la derecha, sacrificándose más que nunca en defensa, y sin perder su espíritu ofensivo. En su bota izquierda estuvo la primera ocasión clara a los nueve minutos. Una mala salida de Neuer le dejó el balón a 40 metros del arco. Chutó con el exterior y el balón se fue arriba. Era el aviso necesario para rebajar un grado la motivación del Bayern.

Ribery y Mandzukic le ponían picante con sus piques, acudían al otro fútbol pero nada descentraba al Real Madrid. Era un partido de hombres y nadie se amilana. Cuando el balón caía en sus pies no dudaban en su idea, atacaban con velocidad. La consigna de Ancelotti era buscar el gol, golpear antes de ser golpeado. Cómodo a la contra Di María chutó desviado.

Fue cuando llegó un momento inolvidable para Sergio Ramos. En el mismo escenario en el que le anularon un gol legal para llorar por una eliminación europea. Ante el mismo rival ante el que vivió el momento más amargo de su carrera al lanzar a las nubes un penalti de la tanda final. Sacó a pasear su alma de delantero para guiar al Real Madrid a la gran final con dos cabezazos.

El primero al cuarto de hora a un saque de esquina de Bale. El segundo rematando con el alma cinco minutos después una falta lateral puesta por Di María. El fútbol siempre ofrece oportunidad de venganza y Ramos se agarró a ella con fuerza. Casillas pedía cabeza. Con los dos pies en la final no debían entrar en provocaciones. Dante se tomaba la justicia por su mano con Cristiano. Los alemanes rascaban abajo y buscaban piques.

En pleno descontrol Neuer dejó una nueva salida al limbo. El rechace lo rozó Di María, un mal despeje cayó a Cristiano, que pegado a banda buscó su tanto con un disparo que no fue gol por el bote. Su momento había llegado y le hizo inscribir su nombre en los mejores registros de Champions.

Antes vio cómo Ribery no inquietaba a Casillas con un disparo cruzado y perdonaba una contra, con mano a mano ante Dante, superado en todas las facetas del juego, que culminó Cristiano con un disparo que no encontró puerta. Sí lo hizo cuando, en plena exhibición madridista, Bale dejó atrás a todos y regaló el tanto a su compañero. Quince goles en una edición -luego lo ampliaría-. Un registro que nadie firmó.

""Así gana el Madrid”, se escuchaba en un estadio que no creía lo que veía. Respondía la afición del Bayern poniéndose en pie y alentando a sus jugadores cuando llegó la única mala noticia de las semifinales. Una entrada evitable de Xabi Alonso en el centro del campo a Schweinsteiger, provocó el castigo más duro para un futbolista. La cartulina amarilla le impedirá jugar la gran final.

Se marchó hundido en el descanso. Con la mirada perdida. El último jugador madridista en abandonar el terreno de juego y así siguió en la reanudación. Por su cabeza no paró de repetirse la jugada pero fue uno más en la lucha. El Real Madrid, con el objetivo cumplido, se parapetó en su terreno, defendió como nunca y sacó a relucir las carencias del Bayern.

Guardiola tiene variantes suficientes para variar el toque por un juego más directo, pero nunca renunció a su estilo. Tardó en meter a jugar a Götze y apostar por el remate de Pizarro. Cuando lo hizo ya era misión imposible. Los centros desde la banda eran despejados por los centrales blancos, inconmensurables. Ramos sacaba un disparo de Alaba con marchamo de gol y el primer disparo del Bayern llegaba a los 57 minutos, Robben con rosca buscando la escuadra, y a puerta a la hora de partido, cuando Casillas respondió bien abajo al chut raso de Ribery.

El Real Madrid debía dejar pasar los minutos y esperar su momento, que llegaría. Casillas respondió a disparo de Kroos y Coentrao pudo firmar el cuarto en un balón muerto tras centro de Bale. Neuer sacó la única con los pies y veía como Cristiano remataba arriba con la testa un pase de Di María.

El Bayern sentía la derrota pero no cesó, sin éxito, de buscar el tanto de la honra. No llegó. El fin de fiesta lo debía poner Cristiano que en el último minuto, de falta, pícaro, golpeó abajo esperando el salto de la barrera y el balón entró lejos del alcance de Neuer para ampliar su récord. Era la venganza madridista. El broche a una de sus exhibiciones más grandes en Europa, el pase a la final en busca de la Décima en Lisboa tras fulminar la maldición alemana.

 
 

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