En la débil democracia mexicana hay actores políticos que en su origen fueron dominados y dependieron de un poder estatal que se sirvió de ellos pero que, ahora, parecen incontrolables.
En el mundo de las grandes empresas destaca, por sobre cualquier otro, el caso de Carlos Slim; y en el de las corporaciones sindicales, el de la maestra Elba Esther Gordillo y su Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Slim
Hasta hace poco y como bien lo hiciera notar Denise Dresser, el verdadero “innombrable” en la política mexicana no era el ex presidente Carlos Salinas, sino este poderoso empresario.
Hoy, gracias a la atención que ha recibido de los medios extranjeros, ya no es el caso. Cada vez es más claro que un elemento central en la discusión sobre la naturaleza del desarrollo mexicano, sobre su modelo económico y su estructura social, es la existencia de un personaje que domina a un conjunto de empresas cuya suma de ingresos diarios se calcula en 27 millones de dólares.
Y la enormidad de esa acumulación se vuelve aún más significativa por el hecho de que ocurre en un país donde el 20% de la población sobrevive con dos dólares diarios en promedio y donde la economía ha crecido en términos reales menos del 1% anual a partir de 1983.
El artículo que sobre Carlos Slim publicó a principios de agosto David Luhnow en el diario que es el portavoz por excelencia de los grandes negocios mundiales, The Wall Street Jornal (WSJ) y que reprodujo Reforma, (6 de agosto), tiene una tesis tan simple como contundente para explicar el fenómeno: la persona que hoy controla más de 200 compañías y tiene una fortuna personal de 60 mil millones de dólares -que equivale al 7% del PIB mexicano-, acumuló esa riqueza “a la antigüita”, es decir, “ensamblando monopolios”, especialmente en el campo de la telefonía, donde controla el 92% de todas las líneas fijas y el 73% de las móviles.
La base de la fortuna del hombre que quizá sea ya el más rico del mundo y así lo admite el WSJ, es el monopolio.
No obstante, resulta que la constitución mexicana expresamente prohíbe los monopolios y le impone al Estado la obligación de evitar su surgimiento.
La posición de dominio casi total en la telefonía mexicana la adquirió Slim precisamente por la decisión personal del entonces jefe del Estado: Carlos Salinas.
Cuando Salinas aceleró la política de privatización de empresas estatales, lo hizo en un entorno de crisis y debilidad tanto de su Gobierno como del régimen y de todo el aparato estatal. Un resultado de lo anterior lo resume muy bien el WSJ: hoy Slim “es considerado un intocable en su país, una fuerza tan grande como el Estado mismo”.
Elba Esther
La líder actual del SNTE es otra criatura de Salinas –él fue quien la puso como la dirigente de ese sindicato en 1989 para neutralizar a Carlos Jonguitud Barrios, que era un obstáculo a su proyecto de reafirmar el control presidencial sobre toda la estructura corporativa sindical, base fundamental e imprescindible del PRI y del régimen.
Al final, el proyecto salinista de reciclar por la vía neoliberal el ya muy carcomido autoritarismo priista, no funcionó.
Sin embargo, Elba Esther y su grupo supieron aprovechar “magistralmente” el cambio de partido en el poder en el año 2000 para ofrecerse al nuevo poder panista como su sector corporativo, quizá una contradicción en términos doctrinales, pero no en los reales.
Vicente Fox, urgido de apoyos, aceptó la alianza que le ofreció el SNTE. Poco después Felipe Calderón refrendó esa alianza en un momento crucial: cuando en vísperas de la elección presidencial de 2006 las encuestas mostraban que pese a la campaña del miedo, la oposición de izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador aún podía triunfar por un pequeño margen.
Fue entonces que un SNTE convertido en una auténtica máquina electoral, echó todo su peso a favor de Calderón –le ofreció medio millón de votos- y éste finalmente se alzó oficialmente con el triunfó con el 0.6% de ventaja, (Alberto Aguirre, El Universal, 12 de agosto).
En la elección estatal de Baja California de ese año, la líder del SNTE repitió la operación “fiel de la balanza”.
Un sindicato de maestros decidiendo el resultado de elecciones nacionales y estatales sólo se puede dar en situación de debilidad de la sociedad política.
Artículo resumido
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