Amigos, no olvidemos que este 6 de junio Héctor Espino estaría festejando su cumpleaños 75.
Haya o no festejo por su natalicio, desde esta trinchera, mi más grande admiración y reconocimiento a su posición como el más grande bateador que ha surgido hasta hoy en el béisbol mexicano.
El héroe de la pelota mexicana y del Caribe nació el 6 de junio de 1939 en la calle Justiniani y 34, siendo el cuarto de ocho hijos de un transportista de materiales de construcción.
Su infancia se desarrolló en un ambiente propicio para jugar béisbol, al lado de sus hermanos, en los campos llaneros de la famosa colonia Dale.
En los inicios de los años 50`s, los jóvenes del lugar jugaban en campos llaneros ubicados donde hoy está la plaza Dale, ubicada en la confluencia de las calles Melchor Guaspe y la Vialidad Ch-P.
Se sabe que Héctor, de niño, era “corre bolas” en los equipos donde veían acción sus hermanos, entre ellos Abel, el mayor de todos, quien veía que conforme crecía y practicaba, mostraba grandes cualidades para batear, lo que le hizo llegar a jugar en la segunda y primera fuerza donde mostraba su poder al bat, pegando frecuentemente ¡dos cuadrangulares por juego!
En esos días era ya la admiración de la afición del barrio y con más razón cuando una vez pegó tres jonrones y en otra, ¡cuatro en un juego!, curiosamente los que nunca logró en un partido en su trayectoria profesional.
Así, llegó 1959 cuando el manager Memo Garibay impresionado por su poder en el béisbol amateur lo firmó para que jugara con los Dorados de Chihuahua en lo que fue la Liga Nacional donde participaban Cd. Juárez, Durango y Aguascalientes.
Y fue precisamente contra los “Chileros” de Aguascalientes contra quienes debutó y en su primer turno ¡pegó cuadrangular!
Cuando Garibay fue llamado de nuevo por los Tigres del México para tomar la dirección, pretendió llevarse a Espino, pero al directiva no aceptó su propuesta.
Iba a repetirse esa historia cuando ya demostrando su enorme clase con Naranjeros, el 10 de noviembre de 1961 el buscador cubano Corito Varona iba a pasarles la ficha técnica de Espino a los Tigres ¡y de nuevo no lo aceptaron alegando que tenían material de sobra en una escuela de béisbol que tenían.
Esa temporada del 59 los Dorados se retiraron del circuito, pero cuando Aguascalientes visitó a Chihuahua el timón Domingo Santana se dio cuenta del talento y poder de Espino cuando les conectó un salvaje jonrón, por lo cual lo invitó para que jugara con Acámbaro, un circuito semiprofesional en la Liga del Bajío.
A Santana se le conocía como “El Cerebro Mágico”, mote que años más tarde iba a tener Benjamín “Cananea” Reyes.
Para 1960, Santana se fue a dirigir a los Tuneros de SLP, sucursal de los Sultanes de Monterrey y por supuesto que se llevó al joven Espino al equipo.
Ahí, en 68 juegos, demostró ser un diamante en bruto: promedió .368, con 20 jonrones, igual número de dobles y tres triples.
Domingo Santana lo llevó ante Anuar Canavati, el magnate de Monterrey, quien en efecto, se interesó en sus servicios, pero sólo quería pagarle 1,500 pesos al mes, lo cual rechazó el de Chihuahua porque con los Tuneros ganaba 2,500.
Al rechazar la oferta, el “buen” Canavati lo castigó y no lo dejó continuar con San Luis Potosí.
Nuevo reto: La Invernal de Sonora
Al concluir la temporada de verano, Héctor Espino regresó a Chihuahua y ahí comenzó a escribirse un histórico capítulo donde los protagonistas iban a ser Mauro Contreras y Germán Liogon:
A la víspera de la temporada 1960-1961, tercera edición, el horizonte para el joven y poderoso bateador iba apuntar hacia el béisbol de la Invernal de Sonora inaugurada tras el fin de la Liga de la Costa del Pacífico en 1957-1958.
Al respecto, hay dos versiones sobre cómo llegó a nuestro béisbol del Pacífico:
La primera, y quizá la más recurrente, fue aquella anécdota de que Mauro, “El Maistro” Contreras lo firmó en un restaurant de Chihuahua “en una servilleta”.
Al parecer, Mauro le dio 20 pesos a Espino para que se reportara a prácticas en Hermosillo. El viaje en transporte costaba 5 pesos desde aquella capital.
La otra tesis, es de Germán Liogon, a quien entrevisté en Cajeme:
Esa vez, me dijo, lo conoció en la Liga Central, invitándolo para que jugara con Cd. Obregón donde su hermano Oscar, entonces principal directivo de los Yaquis, le envió hasta cinco contratos.
Liogon jugaba para Aguascalientes y Espino con San Luis Potosí.
Liogon, acotó:
“Llegó en un avión de carga al aeropuerto local y de ahí se fue a Frenos del Yaqui, el taller de nuestra familia. Al siguiente día se fue a entrenamientos, practicó una semana y luego estuvo listo para jugar en la inauguración”.
En otra plática telefónica que tuve con Mauro Contreras, quien radica en Chihuahua, ratificó tal versión, agregando que, él acompañaba a Espino en ese vuelo y que al hacer escala en Cd. Obregón, “de pronto se me desapareció del avión”.
Espino, se había bajado de la nave sin avisarle para trasladarse precisamente al negocio de los hermanos Liogon donde lo estaban esperando para de ahí llevarlo al estadio.
Su primer line up
Lo cierto es que el prospecto Héctor Espino debutó con los Yaquis de Obregón el domingo 23 de octubre de 1960 en el desaparecido estadio “Álvaro Obregón” y esta fue la alineación:
Ostioneros: Florencio "Chico" Estrada (9), Arnoldo "Kiko” Castro (4), Alfredo "Yaqui" Ríos (5), José “Pasitos” Echeverría (3), Héctor "Mara" Sañudo (7), Andrés "Aveztruz" Rodríguez (8), Guillermo “Bachichas” Frayde (2), Abundio Hernández (6) y Emilio "Pollo" Ferrer (1). Manager, Manuel Magallón.
Yaquis: Agustín Enríquez (4), Guillermo "Huevito" Álvarez (5), Héctor Espino (9), Roberto "Chamaco" Vea (8), Francisco Luzanilla (7), Gumaro Corral (3), Nazario Moreno (2), Germán Liogon (6) y Arturo Cacheux (1). Manager, Guillermo “Huevito” Álvarez.
En el primero de la doble jornada conectó en la sexta entrada su primer hit, un doble, a Alejandro “Chicles” Rodelo. En el partido de la tarde, lograría en el quinto episodio su primer jonrón en este béisbol invernal ante Cliserio Trujillo.
Más tarde, Hermosillo reclamaría la pertenencia del prometedor novato y seis días después pasaría al equipo capitalino en el primer partido de la serie Yaquis-Naranjeros en el “Fernando M. Ortiz”.
Cambió de dogout
Eradio Burruel, testigo fiel de ese momento, recuerda que desde el dogout vio cómo Espino se cambió hacia el de Hermosillo luego de que la directiva del circuito cotejó la fecha de las firmas hechas por Mauro Contreras y Germán Liogon.
El presidente de la Liga, Matías Cázarez, constató que primero lo había firmado Mauro y por lo tanto le concedió la razón a Hermosillo.
“Así, se cambió hacia nuestro dogout y se puso el nuevo uniforme, con el No. 11, el cual luego cambió por su eterno 21 durante 24 temporadas”.
Con Naranjeros debutó el sábado 29 de octubre ante Arturo Cacheux, a quien le pegó par de imparables; luego, el 13 de noviembre, al “Chicles” Rodelo, de Guaymas, le iba a conectar su primer cuadrangular con su nueva franela.
Hoy, al paso de los años es imborrable aquel pasaje histórico del arribo a nuestro beisbol invernal del mejor bateador mexicano de todos los tiempos que falleció el 7 de septiembre de 1997 en Monterrey, Nuevo León.
El hombre récord, miembro de recintos sagrados en México, el Caribe, el Beisbol Latino con sede en República Dominicana, y del Deporte Chihuahuense, además de ser candidato a ingresar al The Baseball Reliquary (Santuario de Beisbol) del Sur de California
Un “Supermán” del beisbol a quien se le admira eternamente.