Investigadores del Departamento de Productos Naturales del Instituto de Química (IQ) de la UNAM, encabezados por Mariano Martínez Vázquez, obtuvieron, a partir de las plantas guayule (Parthenium argentatum) y cuachalalate (Amphipterygium adstringens), compuestos antiinflamatorios y anticancerígenos que ya probaron con resultados favorables en ratones.
Los universitarios han observado que, en roedores a los que les inocularon células cancerosas humanas, los compuestos son menos tóxicos y más efectivos que los medicamentos anticancerígenos convencionales y, además, no dañan las células normales.
“Al compararlos con medicamentos anticancerosos utilizados en la clínica, vimos que nuestros compuestos hacen que el crecimiento tumoral sea lento, con la ventaja adicional de que presentan baja toxicidad”, dijo Martínez Vázquez.
El guayule y el cuachalalate contienen gran cantidad de triterpenos, sustancias con actividad antiinflamatoria y enorme capacidad para inhibir la proliferación de células cancerosas humanas.
“Éste es nuestro punto de partida. Empezamos a estudiar sustancias puras obtenidas de estas plantas, de las que a su vez conseguimos una serie de derivados en los que buscamos las partes fundamentales de la molécula y elegimos el compuesto más activo”, indicó.
Reducción del crecimiento tumoral
Martínez Vázquez y sus colaboradores trabajan con modelos xenográficos (animales con trasplantes de cánceres humanos o de otros tejidos); así, implantan células tumorales humanas en ratones atímicos o desnudos, sin pelo.
Estos animales de laboratorio tienen el sistema inmune deprimido debido a una mutación genética, lo que permite que puedan recibir tejidos enfermos de otras especies sin experimentar rechazo.
“A los atímicos les inoculamos células de próstata, de mama o de otros cánceres, para que desarrollen un tumor humano. De esta manera experimentamos nuestros compuestos in vivo”.
En comparación con fármacos como el cisplatino, los investigadores encontraron que sus compuestos tienen la misma potencia para reducir el crecimiento tumoral. Ahora ven cuáles son los blancos de su molécula.
“Tenemos varias vías de señalización celular y ya sabemos que nuestros compuestos atacan preferentemente dos enzimas: la AKT y la NF-kappa, las cuales se sobre expresan en diferentes cánceres. Trabajamos principalmente con la AKT porque se manifiesta en forma por demás clara en dos tipos de cáncer comunes: de próstata y mama”, apuntó.
Los científicos del IQ llevan a cabo los estudios en colaboración con Alejandro Centella Dehesa, del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM, quien también hace análisis en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán.
“Ahora sólo falta probarlos en humanos. Ya tenemos las pruebas preclínicas para empezar a trabajar con personas. Hemos hecho todo lo necesario”.
Regulación de los niveles de lípidos
Asimismo, Martínez Vázquez y su alumno de doctorado, Ibrahim Guillermo Castro Torres, demostraron en un estudio experimental las propiedades de la llamada hierba del sapo (Eryngium heterophyllum) para combatir la hipercolesterolemia o los niveles elevados de colesterol en la sangre, alteración metabólica considerada como el principal factor de riesgo para enfermedades cardiovasculares por aterosclerosis.
“En nuestros estudios sobre diabetes, obesidad y otras alteraciones metabólicas, encontramos en el laboratorio que algunas plantas, como la hierba de sapo, regulan los niveles de lípidos en ratones”.
Entonces, los científicos empezaron a trabajar con roedores normales y con colesterol elevado: compararon los efectos de sus compuestos, obtenidos a partir de la hierba del sapo, con los de la pravastatina –medicamento utilizado contra el colesterol alto–, y vieron que la planta tiene propiedades para disminuir los niveles del lípido en la sangre. “Sí, observamos que en esos animales disminuyó a niveles normales”, apuntó el investigador.
¿Esto qué significa?, que los investigadores universitarios tienen al menos un extracto de la hierba del sapo que funciona contra la hipercolesterolemia en un modelo experimental con ratones.
“El siguiente paso consiste en aislar los compuestos activos, porque en un extracto hay un mundo de compuestos. Debemos aislar primero los más importantes, los de concentración más alta, y luego probarlos uno por uno. Es un trabajo complicado, pero lo vamos a hacer”, finalizó.