Altar, Sonora.- Entre bocados de tacos de carne, el traficante de personas guatemalteco Carlos dibuja en una servilleta dentro de un restaurante a un lado de una carretera en México las rutas por las que inmigrantes indocumentados pueden cruzar el desierto hacia Estados Unidos.
En el local de al lado, Lourdes Alonso cuenta un paquete de billetes que le han pagado los emigrantes que llegan a su tienda para cambiar sus viejas sandalias y bolsas por zapatos de caminar, sombreros, medias y mochilas.
A una cuadra, el gerente de un supermercado, Sergio Zepeda, llena sus estanterías, en las que mexicanos y centroamericanos compran latas de atún, bebidas energéticas, frijoles y tortillas para el duro camino por el desierto de Arizona.
La inmigración indocumentada hacia Estados Unidos a través del desierto de Sonora, se ha convertido en un importante negocio para el pueblo de Altar, el último grande antes de la frontera, que está a menos de 100 kilómetros.
Cerca de medio millón de personas pasan cada año por Altar antes de tomar la peligrosa ruta más al norte. Allí, ante la falta de otras actividades, han surgido negocios que abarcan desde la transferencia de dinero y servicios médicos, hasta el tráfico de personas y la prostitución.
Las farmacias se especializan en soluciones de electrolitos para evitar la deshidratación, así como estimulantes de cafeína y efedrina que ayudan a combatir el cansancio.
Casi en cada esquina pueden comprarse botellas de agua de un galón y un banco mexicano ha abierto allí una sucursal para que los emigrantes puedan recibir dinero para el viaje de sus parientes en Estados Unidos.
"Si quieres tener chance de terminar la caminata, tienes que venir primero a Altar. Tienen todo aquí. Es como un Wal-Mart para inmigrantes", dijo José Manuel Magarino, de 25 años, quien vino desde el sureño estado de Chiapas para hacer el cruce, cerca de la iglesia de Altar.
El pueblo, antiguamente arruinado, se ha beneficiado de la decisión de Estados Unidos de reforzar la seguridad fronteriza tras los ataques del 11 de septiembre del 2001, lo que ha forzado a los emigrantes a hacer el cruce por el desierto.
Un proyecto del Gobierno del presidente George W. Bush para castigar a las empresas estadounidenses que empleen inmigrantes ilegales ha tenido poco impacto en el "boom" de Altar.
El pueblo no hace esfuerzos por ocultar su poco común industria y ha comenzado a atraer oportunistas de todo el país en busca de ganar dinero rápidamente.
"Gano más dinero aquí que en Los Angeles", dijo Alejandro Vizárraga en su restaurante. Originario del norteño estado mexicano de Sinaloa, llegó a Altar luego de pasar un tiempo en Estados Unidos.
Una unidad de la Cruz Roja hace revisiones a los emigrantes antes de que emprendan el camino y ayuda con las heridas de los que no logran hacer el cruce y son enviados de vuelta por la Patrulla Fronteriza.
"Esta es la puerta al infierno. No saben lo que les espera allá", dijo el voluntario de la Cruz Roja Amado Marcelo Coello, mientras mostraba la foto de un escorpión del desierto.
La Patrulla Fronteriza, que tiene 13 mil 500 agentes en la frontera de tres mil 200 kilómetros entre Estados Unidos y México, dice que la inmigración ilegal se ha reducido, pues ha capturando un 68 por ciento menos de ilegales en la zona de Yuma, Arizona, entre el 1 de octubre del 2006 y el 30 de junio de este año.
Pero la perspectiva de una caminata de tres o cuatro días en temperaturas que alcanzan los 49 grados centígrados en verano, no parecen desanimar a los inmigrantes.
"Esta gente tiene un sueño y a pesar de todo lo que les va en contra, los 'bajadores' (asaltantes), el desierto mismo, las víboras, el clima, miles pasan por este pueblo (a) diario", dijo Marco Antonio Burruel, uno de los encargados del refugio católico para emigrantes en Altar.
Estados Unidos espera que su nueva "cerca virtual", una extensión de 61 kilómetros de torres, radares, cámaras y sensores que comenzará a operar pronto a lo largo de la frontera cerca de Tucson, sea otro importante obstáculo.
"Cuando la tengamos en operación, la cerca virtual hará muy difícil evitar la detección", dijo Brad Benson, portavoz del proyecto, conocido como SBInet.
Los inmigrantes suelen cruzar desde el pueblo fronterizo mexicano de El Sasabe hasta el poblado estadounidense más cercano, Three Points.
Desde allí y otros puntos en las carreteras del desierto, son recogidos por traficantes de personas quienes los suben a autos o camionetas para llevarlos a casas seguras en Tucson o en Phoenix.
Los riesgos no parecen atemorizar a los recién llegados, muchos de los cuales hablan de la falta de empleos en casa o de las costosas medicinas que necesitan sus madres.
"Si tengo que comprar una escalera, si tengo que ayudar a excavar un túnel o incluso nadar hasta los Estados Unidos, lo haré", dijo Jokeli Antonio Cunza, un campesino salvadoreño de 20 años.
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