Los mexicanos tendremos que pagar un billón 650 mil millones de pesos por la Reforma Energética
Bernardo Elenes Habas
La historia es fría y puntual.
Sus páginas marcan hechos precisos en el acontecer de los tiempos; y pese a la crudeza o esplendor con qué estos son recogidos y expresados para su registro en la memoria colectiva de los seres humanos, siempre dejan una enseñanza.
Hace 76 años, un 18 de marzo de 1938, había preocupación profunda en la estructura gubernamental de México, porque el entonces presidente, Lázaro Cárdenas del Río (aquél que lloró con los yaquis, bajo el viejo mezquite de la cumunila de Vícam, Pueblo, donde marcó el rescate de la tribu y destrozó latifundios oprobiosos en el Valle del Yaqui, con el Reparto Agrario de 1937), había decretado la Expropiación Petrolera.
Y la sombra densa que llenaba de intranquilidad la mente del General michoacano y de sus colaboradores, se presentaba porque junto con el histórico hecho nacionalista que obligaba a empresas extranjeras norteamericanas, inglesas y holandesas, principalmente, a dejar de explotar los hidrocarburos que no les pertenecían, para que fueran depositados en las manos de la Nación, había que indemnizar con cantidades estratosféricas a los empresarios que ya se habían enriquecido extrayendo, transformando y comercializando lo que no les pertenecía.
La historia señala que el respaldo brindado por el pueblo de México a su presidente, junto con los Tres Poderes de la Unión, fue absoluto y sin precedentes, con manifestaciones y demostraciones sinceras de desprendimiento, entregando las familias sus bienes, joyas, ahorros, pero esencialmente alumbrando la llama viva de la solidaridad, del respeto, de la confianza por un régimen y un hombre que se había colocado al lado del alba, anunciando un nuevo amanecer para la Patria.
Hoy, a 76 años de distancia, cae la moneda que estaba en el aire, luego de sexenios y sexenios recurrentemente priístas, con un fugaz intervalo panista –los doce años de Vicente Fox y Felipe Calderón-, buscando borrar las páginas escritas por Tata Lázaro a favor del pueblo de México; lo que finalmente han conseguido, porque con el fin del espíritu reivindicador de la Revolución Mexicana propiciado por Carlos Salinas de Gortari, para dar paso al liberalismo social que generó la primera herida en el pecho del Artículo 27 Constitucional, dando paso al desmantelamiento del país, incluyendo el ejido, se consolida el persistente proyecto de uno de los grupos políticos más poderosos de la nación: El Atlacomulco.
La contraexpropiación prácticamente está dada. Las leyes secundarias se aprueban en el contexto de un regateo poderoso y egoísta de las fracciones parlamentarias del PRI y del PAN. Sin embargo surgen muchas dudas entre el pueblo del México, al que se busca enredar con tecnicismos legales, a través de largos y tendenciosos discursos por parte de integrantes de las Cámaras de Diputados y Senadores.
Y brota la pus de las cirugías mal realizadas en las entrañas de la Constitución General de la República, para entregar uno de los bienes más importantes de la Nación (los hidrocarburos), a aquellos extranjeros que en un acto de justicia hoy negado, se los reclamó y quitó con valentía nacionalista, por la vía del Derecho, Lázaro Cárdenas del Río.
Y algo también muy grave, que se constituye en un golpe sin precedente para los mexicanos cuyos antepasados cubrieron con sus ahorros las indemnizaciones a las compañías extranjeras que el porfirismo les permitió entrar para que saquearan al país; ahora, a las nuevas y venideras generaciones se les obligará a pagar los pasivos laborales de PEMEX y de la CFE, por un billón 650 mil millones de pesos, para que la Reforma Energética “cierre su ciclo promisorio”.
¿De qué nueva historia estamos siendo testigos, y cuáles son las páginas que se abren para la actual generación de políticos, de integrantes del Congreso de la Unión, quienes le arrebatan voz, rostro e identidad, a una Patria terriblemente saqueada y herida de muerte?
Le saludo, lector.