Vallehistorias: El gran asalto al CIANO (2)
Elías González Vega
Jueves 30 de Agosto de 2007
Corría el mes de agosto de 1987, y en las oficinas del CIANO el ambiente parecía igual al de un día común y corriente. El calor parecía calcinar la tierra, y marchitar las plantas de ornato que embellecían los prados cercanos al edificio principal.

Había gran euforia pues era el día de raya, el día en que todos los trabajadores llegaríamos a casa con los centavos de la quincena.

Sin embargo, la tranquilidad cambió en unos cuantos minutos. Alrededor del mediodía, mí compañero Arcadio Barco y yo permanecíamos conversando en una de las oficinas. Por una de las ventanas, alcancé a ver que se estacionaba el camión blindado de la compañía que hacía la entrega de la raya al Ciano. Recuerdo que le comenté brevemente a Arcadio:” ¡Llegó la papeliza!”

Minutos después, se empezó a escuchar un clamor mezclado de voces y murmullos por los pasillos. Arcadio Barco se asomó hacia el pasillo, y luego comentó: ¿qué raro, no sé por qué todos están con las manos levantadas?

Tras su comentario lacónico, le dije que mejor cerrara la puerta y le echara el seguro, recuerdo que le comenté:”lo más probable es que estén asaltando”.

Un asombrado y nervioso Arcadio, pelando tamaños ojotes más que de costumbre, trató de comunicarse a la caseta de vigilancia, inútilmente, ya que la línea estaba muerta. Súbitamente, escuchamos pasos que se aproximaban hasta la puerta de la oficina en que nosotros nerviosos aguardábamos.

No sé cuántos momentos aguardamos en silencio tratando de pasar inadvertidos ante el o los tipos que tras la puerta trataban de abrirla. Esos momentos de absoluto silencio tal vez sólo interrumpidos por nuestros corazones palpitantes y los ojos desorbitados de Arcadio, y yo creo que los míos estaban igual pero él no me dijo nada, y guardó un silencio sepulcral, hasta que nos aseguramos de que los que intentaron abrir la puerta se habían marchado.

Cuando salimos de nuestro involuntario escondite, todo era un caos, secretarias histéricas, más que de costumbre, risitas nerviosas como tratando de ocultar un miedo en grado superlativo.

Pasado el susto marca Acmé, como dijera la voz anunciante de las caricaturas del correcaminos y el coyote, vinieron los momentos de calma y momentos de contar lo ocurrido, algunos contaron como nuestro compañero Remedios Domínguez, conserje y responsable de la limpieza de las oficinas, fue amagado por los ladrones, exigiéndole que se apurara a abrir la oficina donde los autores del atraco sabían que estaba el dinero.

Cuentan algunos, como el buen Don Remedios, entre jejés y jijijís de nerviosismo trataba de abrir la puerta con su manojo de llaves, que más que manojo era una sonaja que parecía tintinear de nerviosismo. Otros más aseguran que de vez en vez volteaba a ver de reojo a los amantes de lo ajeno, como queriendo preguntarles: ¿y el pájaro? , ¡Ah qué mal negocio!, o bien, ¡llegó el gas!

Por otra parte, alguien juró haber visto a uno de los asaltantes llegar hasta el escritorio de Alma Socorro, secretaria encargada de las nóminas, para exigirle que le entregara el dinero, a lo cual ella sin levantar la mirada, pensando que era una broma de alguno de sus compañeros, simplemente le dijo: “¡No estés fregando”, y cierra la puerta cuando salgas por favor!”.

Otros comentarios que corrieron como reguero de pólvor, fueron: “pues yo vi, como que la pistola era de madera”, aunque en realidad, después supimos que los asaltantes portaban una Uzi de 9 milímetros, nada menos.

Total, que ese día tras el susto y la emoción contenida en nuestras almas, regresamos a nuestras casas sin centavos en los bolsillos, ¡pero con mucho que contar!
 
 

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