David Figueroa, del PAN, se enfrenta en Sonora a un Goliat implacable, sediento de autoritarismo, que niega los principios de Manuel Gómez Morín y la claridad filosófica de Carlos Castillo Peraza
Bernardo Elenes Habas
En verdad, la lucha de David Figueroa Ortega, es contra Goliat. Quizás nunca pensó que en el PAN, su partido, se dieran siembras y cosechas tan amargas contra la democracia, como las que se viven en estos días de Dios.
Porque, el gran proyecto del PAN, el que concibió en sus sueños más reveladores Manuel Gómez Morín, hace 75 años, y que posteriormente tradujo en su esencia filosófica, Carlos Castillo Peraza, con premisas hoy convertidas en polvo por muchos de sus correligionarios que decían respetarlo, se transmutan en una aspiración fallida.
El PAN, pues, fue seducido por la ambición del poder; sometido a las tentaciones de los tiempos, y su capacidad de lucha ideológica y frontal, contra los malos gobiernos, contra los abusos de poder, contra la negación de libertades en el país, quedó como un triste recuerdo; porque en su dinámica de ambición, se colocó exactamente a la altura de los vicios y podredumbre que decía combatir, de tal manera que los testimonios que obran en poder de la gente con sexenios fallidos y torpes como los de Vicente Fox y Felipe Calderón; o administraciones gubernamentales que caminan por el filo de la duda, el autoritarismo y la corrupción, como es el caso de Guillermo Padrés, en Sonora, lo ubican a la altura del PRI, su otrora acérrimo enemigo, hoy convertido en su maestro más preclaro.
Entiendo y veo la batalla de Figueroa Ortega; primero por rescatar la semilla de principios y valores que sembraron Gómez Morín y Castillo Peraza, pero su rivalidad ¡asombroso!, no es contra otros partidos, no es contra otras ideologías: Es al interior del mismo PAN, donde está el cáncer, donde está la enfermedad, donde la herida se vuelve purulenta.
¿Dónde están, pues, los panistas legítimos, los que sacrificaban, incluso, la seguridad de sus familias y sus haciendas, y tenían la valentía, el coraje, la fortaleza, de enfrentarse al tráfico de influencias, al retorcimiento de leyes, a la descomposición gubernamental que propiciaban los demás partidos y que, puntual e intransigentes, señalaban con marchas, plantones, abriéndose las camisas para que disparara la cobardía?
¿Dónde quedaron esas voces, esas actitudes en esta hora, cuando su propio partido los atropella en Sonora, les impone candidatos provenientes del PRI, les niega la alternativa de nombrar delegados para elegir, les clausura las convocatorias, y les dice que el PAN es letra muerta?
¿Acaso, es la dinámica de los tiempos, la modernización de la metodología política, la negación del ser en sus ideales, en su capacidad de lucha, en la defensa de su dignidad, para dar paso al atropello, y anteponer los valores altos, claros, que propugnaban por una Patria ordenada y generosa, a la ambición del poder, al cinismo de permitir que solamente los pocos piensen y actúen, mientras los muchos, guardan un silencio cómplice de ideales cercenados?
Hay un joven David que se enfrenta en Sonora, a un Goliat implacable, sediento de autoritarismo, y su honda, en estos momentos lleva la piedra que quiere golpear la conciencia de los indecisos, los anquilosados, los agónicos, los vencidos.
¿Llegará la luz, de esa piedra?
Le saludo, lector.