Sobre una banqueta, frente a un viejo portón, caminando por la acera sur de la avenida Plutarco Elías Calles, entre la Juárez y Manuel González, todavía se puede apreciar la firma de Héctor Espino.
Estoy hablando del centro histórico de Hermosillo.
“El Niño” escribió ahí su firma cuando todavía estaba fresco el “vaciado” de cemento, perdurando al paso del tiempo.
Y, seguro, esa rúbrica está ahí desde los viejos tiempos de la Liga Invernal de Sonora, allá antes del 65.
A Héctor Espino lo admiré de niño en Guaymas y aquí en Hermosillo y ya de grande le tuve mucho respeto cuando platicaba con él las ocasiones en que en La Bohemia nos tomábamos unas cervezas al lado de amigos y admiradores.
Creo que ya una ocasión conté que a Espino no le gustaba que le estuvieran preguntando cosas de béisbol, de sus grandes heroicidades, de modo que algunas veces tuve que amablemente desviar ese tipo de diálogos y todos contentos.
Espino nomás se me quedaba mirando y me guiñaba un ojo de aceptación y bueno…con gusto decíamos ¡salud!, al tiempo que alguien gritaba…¡sirve las otras, Alejandro!
Y pues qué remedio.
Fue compadre de Gilberto “Chivo” Villa y ahí en el hotel restaurant/museo Montecarlo donde obviamente siempre tenía “carta abierta” para él y sus invitados.
Por supuesto que ahí a su lado nunca faltaba la presencia de Jesús “Manopas” Alcántar, debe usted saber.
“El Manopas”… sí, aquel gran pítcher de la Costa del Pacífico que en el 54 le ganó a Don Larsen un juegazo en el Fernando M. Ortiz cuando Claudio Solano pegó el tablazo de la victoria dejando en el terreno a Obregón y el tumbabardas con una expresión de nobleza le pidió a sus compañeros que cargaran en hombres al tocayo, también ido.
Sí, aquel “Manopas” que un día cuando Virgilio Arteaga le pidió que “calentara, que corriera”, le contestaría de inmediato, Oye chico, yo soy natural, deja así las cosas”.
El Pilo Gaspar y el Flaco Corella siempre se han adjudicado que fueron los más grandes amigos de Espino, de modo que ni trate de discutir el tema.
Dice Jaime Corella que él fue quien siempre le decía al “Superman” la mejor forma de vestirse y comportarse… y pues el Pilo, la verdad, era el único que lo entretenía y hacía reir con sus bromas y ocurrencias.
Han pasado diez años.
Y…. Espino… ¡presente!
Siempre vigente, con vigorosa presencia, añoranza.
Héctor Espino.
Si: Espino, quien fue y seguirá siendo ¡Héctor Espino!
Y lo mejor: sigue con nosotros.
Así es, amigo.
In memoriam.
Jesús Alberto Rubio
jarubio@guaymas.uson.mx |