El reparto agrario de octubre de 1937
Reportaje de Concepción Orozco de Martíne
Domingo 26 de Octubre de 2014

Pancho Pluma Blanca, coronel y jefe de las tribus yaquis, bronceado por el sol, me sale al encuentro al visitar su hermoso valle, muy suyo porque el Valle del Yaqui, ese valle que en otros tiempos yo recorría teniendo que llevar una bandera blanca, por lo temible que era no hace muchos años, en que Pluma Blanca, rebelde con sus muchachos como él les dice a sus bravos hombres, porque sabrán mis lectores que un indio yaqui peleando vale por diez soldados, no queremos nayaritas. ¿sabes que en nuestras tierras no se vive con cuatro hectáreas, y mejor se vive con los grandes jornales que pagan los agricultores?
Y el hombre, quemado por el sol, prosigue con una simpática charla, con un pistolón que me infundió el miedo de otros años, cuando reconcentrado en su rebeldía, pues hace quince años que lo conozco, sabio como es en el perfecto conocimiento de la región, tanto él como sus tribus, opinan que el Valle del Yaqui tiene tierras de gran extensión, y su problema no consiste en fraccionarlas, ya que hay tierras para todos. El problema es el agua, una presa cuanto antes, pues en el Valle del Yaqui no hay latifundistas.

 Casi todos los agricultores sonorenses lo son en pequeño y esto consta de constante trabajo y esclavitud; los que tienen más extensiones son los señores B. F. Brunck, Jr., Aza J. Brunck, H. C. Grigsby, O. Herold, Fred C. Hetschel, W. A. Ryan, J. J. Ryan, Z. O. Stocker, de origen norteamericano y mucho muy antiguos en el Valle, y en todos los años que han ocupado para abrir y acondicionar estas tierras que fueron montes y en las que han invertido grandes capitales y han gastado más energías para formar un emporio de trabajo que se ha traducido en grandes beneficios al Estado, bienes que en su mayor parte salen avante en sus egresos.

Porque así es, Sonora toda se arruinaría con el fraccionamiento del Valle del Yaqui, porque del Valle se sostiene. Estamos viendo ahora secos y enmontados otra vez los campos que han repartido, por ejemplo: “Esperanza”  de los señores don José María y don Gerardo Parada, el Campo No. 1, del señor Jorge Parada, el 28 y el 29 del más constante  y honrado agricultor don Jesús Antonio Parada, hombre de avanzada edad que ha acabado su vida en el trabajo con todos sus hijos porque tiene numerosa familia; pues bien, estos campos los vi hermosos y florecientes hace dos años y ahora hice una visita y los encontré secos, llenos de troncos, porque ni los troncos quitan los agraristas, y uno de estos campos se lo rentaron a un alemán.

Los campos refaccionados de que hablo ya no se siembran, o los que conocí y que me cautivaron, hoy me entristecieron, estuve de visita en “Esperanza”, y más me sorprendió ver la nobleza de los que fueron dueños, pues don Gerardo Parada con su esposa e hijitos que quedó allí únicamente en la casita que edifico para su hogar, recibía en los momentos en que yo los visitaba ayer, a un agrarista que fue peón de él, y con curiosidad reporteril por conocer el objeto, me acerqué oyendo que le pedía a don Gerardo un peso por tener a su esposa enferma, a lo que don Gerardo le decía:

“¿Pues las tierras que te dieron, hombre? ¿Qué haces que no las siembras? ¿Por qué las tienes abandonadas?”, Y le contestó:

-Jefe, no tengo dinero, era mejor cuando usted las tenía, entonces nada nos faltaba y teníamos nuestro buen jornal de $2.65 diarios, en otras partes si se costeaba; aquí no.

“Bueno, hombre, toma el peso”.

Me despedí de mis buenos amigos los esposos Parada, haciéndome conjeturas del porvenir que le aguarda a este hermoso valle”. Hay tanto que escribir al respecto, aunque es de sobra conocido cómo algunos agricultores que por lo regular nunca invirtieron gran cosa en la ciudad para revertir otra posible expropiación, misma que se dio en 1976 con Luis Echeverría en la presidencia. Ni los ejidatarios, siempre mangoneados por líderes nefastos, fueron capaces de seguir sosteniendo en toda su pujanza el llamado “granero de México”, aunque también influyen hasta la fecha factores naturales climáticos y económicos (TLC).

Todo esto da como resultado lo que hoy queda de aquel hermoso Valle del Yaqui con una economía que raya en la miseria en nuestra ciudad, otrora próspera Cananea, y que da pábulo a una vida de inseguridad y drogadicción en la mayor parte del pueblo.

Reportaje de Concepción Orozco de Martínez, citado por Rogelio Arenas

 
 

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