Los tropiezos del Tetabiakte
Sergio Anaya
Viernes 21 de Novimiebre de 2014

Sergio Anaya

Desde hace varios años algunas instituciones, asociaciones civiles y personas en lo individual se han entregado a la noble tarea de impulsar el desarrollo cultural de Cajeme. Los resultados han sido fecundos y aun con las variantes naturales de la calidad en cada proyecto, son evidentes los beneficios aportados a nuestra comunidad por este esfuerzo colectivo que sigue adelante contra viento y marea.

En el trayecto también se han dado errores y la "hoguera de las vanidades" que suele ser la competenecia de los agentes culturales ha estado presente en Cajeme como en cualquier parte del mundo. Sin embargo dicha competencia ha sido un acicate para que unos quieran aportar algo más que los otros, y eso es positivo.

Pero los logros obtenidos a veces son opacados por las actitudes y decisiones erróneas que suelen provenir de quienes deberían ser los más interesados en impulsar el desarrollo cultural de nuestra comunidad. Menciono un ejemplo inmediato: El centralismo burocrático y acaparador del Instituto Sonorense de Cultura, que en realidad debería llamarse "Instituto ´Hermosillense".

Otro caso entre nosotros es la inexistencia de una política cultural que guíe en forma coherente los proyectos de la administración municipal, no sólo la actual sino también las  de administraciones anteriores. El resultado han sido proyectos trianuales de resultados efímeros, sin trascendencia, y sustentados en una concepción comercial, light y a la vez presuntuosa de la cultura, concepción que se plasma en la realización de eventos sin ton ni son, pero eso sí, gravosos porque se trata de impresionar, como nuevos ricos, de lo que se gasta para apoyar "el desarrollo de las diversas manifestaciones artísticas".

En el Festival Tetabiakte se evidencia con claridad esta concepción de la cultura. Lo digo sin dejar de reconocer la participación de muchas personas en la creación e impulso de este evento que ha tenido momentos brillantes, sin duda. Pero en las ediciones recientes el Festival ha sido un escaparate donde se exhibe el derroche de recursos cuantiosos para lucimiento de nuevos ricos culturales en contraste con la mediocridad de su contenido.

Salvo dos o tres conciertos, los Tetabiaktes han sido un acumulamiento de actividades dispersas, sin orden temático, con mucho ruido promocional y pocas experiencias culturales que realmente valgan la pena.

La constante es la presentación de los mismos "íconos" de la cultura comercial, tal vez por eso estamos hasta el gorro de los Oscar Chávez y Guadalupes Pinedas que son presentados como estelares de la función y sin variar nos recetan sus éxitos de siempre. De "La Niña de Guatemala" interpretada por El Estilos o la "Yolanda" de Pineda ya estamos hasta la coronilla.

Esto vale también para los conciertos de bel canto y de música sinfónica que reiteran el mismo contenido año con año: Las canciones napolitanas, las mismas arias repetidas hasta el cansancio, María Greever y Agustín Lara, o el Huapango de Moncayo y el Danzón No. 2 dedicado a toda la familia que nos acompaña.

En descargo de los organizadores debemos decir que mucho de estos contenidos no son propuestos por ellos sino por las instituciones que patrocinan y envían a los artistas desde el D.F. o Hermosillo.

Todo lo anterior puede entenderse en el marco de los esfuerzos que deben hacerse para armar festivales de cultura pretenciosos pero bien intencionados. Pero en la presente edición se superó todo eso con la inclusión de Cristian Castro en este que se autonombra el mejor evento cultural de Cajeme.

Hay una rica variedad de opciones en Sonora y en México para armar un programa no muy costoso pero sí de buen nivel. ¿Por qué recurrir entonces a una figura que representa de manera genuina del cretinismo cultural que difunden los medios de comunicación?

Decir que en esta ocasión el joven Castro viene en plan diferente porque es acompañado de "un grupo de rock experimental, innovador", podría ser la peor excusa que se les ocurra a los organizadores. Eso de rockeros experimentales e innovadores es un viejo cuento inventado para vender las ocurrencias "artísticas" de los juniors del espectáculo.

Vaya forma de mentarnos la manera provinciana y de mal gusto como a veces se entiende a la cultura en Cajeme.

Vaya forma de dañar el avance que durante años y con mucho esfuerzo han logrado instituciones, grupos y creadores individuales.

 
 

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