Ocurrió en Cócorit
Alberto Macías
Jueves 12 de Marzo de 2015

Cuando  Cócorit era cabecera municipal ocurrían cosas dignas de consignarse en efemérides curiosas, no exentas de interés.

Lo que ahora vamos a referir ocurrió en el año de 1921, en una época que los Presidentes Municipales sólo duraban en sus funciones un año; en que aún no existía ni siquiera en estado larvario, el tristemente célebre PNR que más tarde sufriría las dos mudas de piel que le conocemos, pero sin acusar variaciones biológicas apreciables, ya que ha seguido viviendo bajo la protectora sombra oficial, a base de imposiciones y escarnio a la voluntad de mayorías auténticas.

Por aquél entonces, los candidatos formaban sus partidos y las pugnas llegaban a enconarse positivamente, debido a que no había candidatos únicos ni unanimidades dudosas y risibles.

Feliciano A. Anaya, a quien conocimos tan falto de carnes entonces como ahora, pero dotado de una inteligencia despierta y con un corazón abierto a las mejores intenciones, era la primera Autoridad del pueblo. Nervioso, inquieto y dinámico, trató de aprovechar el año escaso que tenía por delante para desarrollar un mínimo programa de gobierno. En realidad no se podía hacer mucho porque las entradas al erario eran más raquíticas que el propio Alcalde.

Entre los actos que estuvieron a punto de costarle al pueblo, recordaremos de paso, su fobia antichinista que lo llevaron a efectuar un cateo en el Casino que, como casi todas las poblaciones del Estado, tenía establecido la Che Kng Tong, no era más que una casa de juego y un fumaco de opio con apariencia de sociedad masónica, pero en cuyo recinto la moralidad y la virtud se pisoteaban escandalosamente.

Feliciano procedió con rectitud admirable, pues habiendo su policía recogido el “cuerpo del delito”, ordenó el cierre del Casino y la aprehensión del mongol que lo regenteaba.

Los chinos cocoritenses que acaparaban aún el comercio y disfrutaban de privilegios que ahora difícilmente se conciben, pusieron el grito en el cielo, quejándose ante el Gobernador del Estado.

Total, que el representante del Casino fue excarcelado por órdenes que emanaron de “arriba” y se reabrieron las puertas de aquel centro de viciosos. Pero el Presidente Municipal no quedó conforme y autorizado por la Comuna se trasladó a Hermosillo, puso los puntos sobre las íes y se le prometió que el Ejecutivo no volvería a meter las manos en los casos en que las autoridades locales se viesen en la necesidad de dictar medidas saludables contra los asiáticos ensorberbecidos. 

 

Tomado del libro El eterno motivo, de Alberto Macías.

 
 

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