Carlos MONCADA OCHOA
Es conmovedor el espectáculo de la gente que se aglomera ante las instalaciones de MVS, de la ciudad de México, para exigir que Carmen Aristegui sea reinstalada en su programa junto con los dos reporteros de su equipo; y que tantas docenas de miles de hombres y mujeres condenen el cese de la periodista que interpretan como un grave atentado contra la libertad de expresión.
Cobró tal dimensión el conflicto que la Secretaría de Gobernación expidió un breve boletín asegurando que el problema se da entre particulares, con lo que niega de manera implícita que el escandaloso caso de la propiedad inmobiliaria de la mujer del presidente Peña Nieto haya sido el motivo que llevó a la separación de Carmen.
Supongo que si el conflicto se arreglara a favor de Aristegui (lo que creo no ocurrirá), toda esa gente se retiraría satisfecha a sus hogares y los que protestan airadamente en las redes sociales respirarían profundamente como si hubieran librado una tremenda batalla.
Y sería una lástima que no se mantuvieran en pie de lucha, atentos a otros casos de abuso que se dan en nuestra presencia sin que tengamos el valor de reclamar justicia para quienes son privados de ella.
Hace pocos meses informé que el periodista y poeta Bernardo Elenes Habas, de Cajeme, fue cesado por la empresa “Diario del Yaqui”, luego de más de 30 años de eficaz servicio, junto con un compañero que había acumulado el mismo tiempo, sin la indemnización y demás prestaciones de ley.
En esa empresa se les hacía firmar, igual que se sigue haciendo con los trabajadores que permanecen en sus puestos, contratos por 28 días para evitar que crearan derechos. Hay otras empresas en Sonora que repiten este abuso inhumano, mientras en sus editoriales pontifican sobre el respeto de las leyes, pero cito sólo al periódico del Valle del Yaqui porque conozco el caso por boca del agraviado.
Nunca he sido fanático de la televisión, excepto cuando veía en la pantalla chica “Bonanza” y “Combate”, bastantes años ha, y no sé cuándo descubrí la carita de chamaca de Carmen en torno de una mesa casi invisible, codeándose con otros periodistas, Sergio Aguayo entre ellos, vestidos de negro, mientras discutían sobre política nacional e internacional. Comenzó a conquistar al auditorio por su naturalidad y juventud, y luego por su valor y penetración en el análisis.
Simpatizo con ella, pero deseo, cualquiera sea el final de este lío, que la emoción del público se mantenga viva para que con idéntico vigor proteste contra el poder público ante atropellos laborales como el que menciono y ante la indiferencia cómplice con que se finge averiguar el asesinato de tantos compañeros en el país.
El buen Javier se rajó
Que Javier Gándara se le rajó a Claudia ayer, lo supimos de antemano. El propio neopanista anunció, al conocer el reto que le lanzaba la candidata calumniada por las maniobras sucias de quien se hace pasar por caballero, que se rajaría.
No tenía más remedio, pues ¿qué iba a contestar a los cargos cuyas pruebas le pondrían sobre la calva? Que se haya rajado no es novedad. De hecho, su táctica se ha mantenido en esa posición, la de rajarse, al tiempo que se esfuerza, sin lograrlo, por poner una línea entre él y la corrupción del gobernador.
En otras palabras, una línea entre la corrupción de Padrés y su propia corrupción.
carlosomoncada@gmai..com